El intento de Ford por adquirir Ferrari en 1963 había acabado con un pacto roto, el gigante de la industria frustrado y con la promesa de una revancha sobre el asfalto de Le Mans. Dos ediciones de la carrera francesa después, ninguno de los nueve Ford GT40 que habían tomado la salida había conseguido llegar a la meta, ni siquiera permanecer en pista hasta los primeros rayos de sol del domingo. A finales del verano de 1965 Henry Ford II envió una nota a cada director de departamento de su compañía. Tenía una imagen de Le Mans y una simple nota “Más os vale ganar”.
Tropezar dos veces en Le Mans
El fracaso de 1964 causó la destitución del inglés John Wyer como director del equipo en favor del tejano Carroll Shelby. El objetivo era montar en el GT40 el nuevo motor V8 7 litros de Ford (427) al que Wyer se negaba alegando problemas de peso y consumo frente al 4’7 (289).
Ganó la receta americana: más potencia. En la línea de salida de las 24 horas de 1965 el despliegue de Ford contaba con dos GT40 con el (hoy legendario) V8 7 litros, otros cuatro con el motor 4’7, y cinco Cobra Daytona. El Ford número 2 de Phil Hill y Chris Amon salía en la pole, y lideró la carrera en las primeras vueltas con un ritmo infernal, alentando esperanzas en el equipo americano. Pero ninguno de los GT40 llegó al domingo, retirándose debido a un manguito de la gasolina defectuoso incapaz de soportar la temperatura del motor. Sólo un Cobra Daytona llegó a la meta a mediodía del domingo para ver cómo Ferrari encadenaba la sexta victoria consecutiva. Sin embargo en esta victoria había una señal: para disgusto de “Il Commendatore”, el Ferrari ganador no era de la “Scudería”, sino de un equipo americano, el de Luigi Chinetti, y con dos pilotos estadounidenses, Masten Gregory y Ed Hugus, que acompañaban a Jochen Rindt. El desastre de 1965 fue para Ford la tempestad que precede a la gloria.
You’d better win
La nota que Henry Ford II había enviado a todos sus directores de departamento sólo tenía una respuesta posible: la excelencia.
El Ford GT40 fue revisado y rediseñado en cada pequeño detalle para ser capaz de soportar la brutal exigencia de una carrera como Le Mans, cuyo ejemplo perfecto es la recta de Hunnaudieres: durante más de un minuto el coche volaría con el gas a fondo y en la última marcha hasta superar los 350 km/h para frenar súbitamente y bajar a 60 km/h en la curva de Mulsanne. Para llegar a la meta en los primeros puestos, los motores deberían sufrir esa tortura más de 300 veces. Para asegurarse de que en 1966 nada fallaría el nuevo GT40 fue probado hasta la extenuación sobre todo por el estadounidense Ken Miles. El motor fue testado en un banco de pruebas que reproducía las condiciones exactas de aceleración, frenada y parada de una vuelta en Le Mans, y sus componentes fueron llevados al límite con un objetivo: conseguir que resistiesen un ciclo completo… de 48 horas. El nivel técnico del reto fue tal que los limpiaparabrisas que montaron los GT40 para la edición de 1966 provenían directamente del Boeing 707… nada se había desplazado a tanta velocidad y durante tanto tiempo pegado a la tierra.
La victoria más ajustada
En la línea de salida de las 24 horas de 1966 se escenificaba la tercera entrega de una épica batalla. Henry Ford II había sido invitado a dar la salida. Abajo en la pista, ocho Ford GT40 7 litros y otros cinco 4’7 se iban a enfrentar a 14 Ferrari. La pole la tenía Gurney con un GT40, seguido de otros tres coches del óvalo. Los entrenamientos habían demostrado que los Ford eran más rápidos pero en Ferrari dudaban de su fiabilidad. John Surtees, el gran campeón que había sufrido un terrible accidente nueve meses antes, proponía lanzar un Ferrari como liebre que obligase a forzar la mecánica de los Ford. No llegaría a correr un sólo kilómetro.
Dragoni, jefe de equipo, no se fiaba de su estado físico y decidió inscribir en el mismo coches de Parkes y Surtees, al italiano Scarfiotti, sobrino de Giovanni Agnelli, dueño de Fiat. Cuando Surtees se enteró, abandonó el equipo y la carrera.
A mediodía del domingo tres Ford GT40 cruzaban la bandera a cuadros protagonizando la llegada más hilarante de la historia de Le Mans. Los directivos de Ford querían un empate, e hicieron que el coche número 1 de Miles – Hulme que marchaba líder esperase al número 2 de McLaren – Amon, que iba varios minutos por detrás. Miles y Hulme habían liderado casi la mitad de la carrera, pero McLaren había estado en el proyecto del GT40 desde el principio. Los coches entraron casi en paralelo, con el morro de McLaren pocos centímetros por delante del de Miles. Pero la reglamentación no permitía un empate. El resultado final fue la victoria de McLaren – Amon por 20 metros, ya que habían entrado en la misma vuelta pero habían salido dos posiciones más atrás y por tanto habían recorrido más metros en las 24 horas. Ninguno de los Ferrari de la Scudería llegaron a meta, algunos por fallo mecánico y otros, como Scarfiotti, por un accidante.
El inicio de una era. Le Mans, la publicidad y Hollywood
El Ford GT40 conseguiría tres victorias más en Le Mans, convirtiéndose en uno de los coches más laureados de la historia de la carrera, sin embargo no se volvió a repetir un podio completo de Ford. En la edición de 1967 el coche de Gurney y Foyt lideró la carrera desde la segunda hora hasta el final sin que una escuadra de ocho Ferrari consiguiese arrebatárselo, en una actuación pocas veces igualada desde entonces.
Fue el último año en el que el equipo oficial Shelby American alineó los GT40. Las victorias de 1968 y 1969 las consiguió la escudería del hombre al que Ford había destituído en 1964, John Wyer, y en 1969 el piloto ganador sería un joven que había debutado con abandono en 1966 y que se convertiría en Mr. Le Mans, el belga Jackie Ickx. Desde entonces, ningún Ford ni Ferrari ha vuelto a ganar en Le Mans.
Los Ford de John Wyer con la publicidad de Gulf y su característico color azul celeste y naranja se convirtieron en iconos no ya del automovilismo, sino de la cultura popular. Los viejos colores asociados a los países dejaban paso a los colores de los patrocinadores que aportaban mucho dinero, y las parrillas se llenaban de color. Había nacido el automovilismo moderno. Al año siguiente Wyer cambiaría de marca y alinearía tres Porsche 917 con la misma decoración.
La batalla entre Ford y Ferrari había llevado Le Mans desde los oscuros garajes del norte de Italia hasta las relucientes pantallas de Hollywood. Los colores de Gulf serían el icono de Le Mans para todo el mundo cuando Steve McQueen los convirtió en protagonistas de la película que produjo y protagonizó en 1971…
* Esta serie de tres artículos tiene como fuente principal el libro “Go Like Hell: Ford, Ferrari and their battle for speed”, de A. J. Baime. Existe un proyecto para llevar el libro al cine en el que parece que están confirmados Tom Cruise y Brad Pitt.
Fuente: Baime, A. J.; Go like hell: Ford, Ferrari and their battle for speed”; Mariner, 2013 | www.lemans-history.com
Fotos: Ford Media | Diariomotor
En Diariomotor: El día en que Ford quiso comprar Ferrari (I): El imperio rojo