El Kia Sportage es el top-ventas de la marca coreana y, probablemente, la primera fórmula que funcionó a la perfección con el público Europeo desde su lanzamiento. El Sportage lleva desde 2010 en uno de los segmentos más pujantes y competitivos del mercado, el de los SUV compactos, donde se sitúa en tercera posición por volumen de ventas en Europa. Así pues, recibe un ligero lavado de cara en 2014, básicamente orientado a encajar la temible llegada del nuevo Nissan Qashqai.
El Sportage es un coche que convence por estética y está funcionando francamente bien, así que Kia ha decidido tomar el camino de la prudencia y ahorrarse posibles disgustos, limitándose a tocar lo justo en el apartado estético y poniendo el acento en detalles que refuerzan la percepción de calidad. El resultado es una edición ligeramente mejorada de un producto que ahora se lo pondrá un poco más difícil a su feroz competencia en Europa.
El renovado Kia Sportage cuenta con retoques estéticos de pequeño calado, como son una nueva parrilla frontal (ahora disponible en dos variantes, según el acabado escogido), ópticas traseras tipo LED, nuevas llantas de 16”, 17” y 18”, nuevos colores y una antena tipo “aleta de tiburón” en el acabado tope de gama. Definitivamente nada muy profundo.
Interiormente, el Kia recibe un rediseño del salpicadero con nuevos materiales acolchados en la parte superior, un nuevo panel de instrumentos de 4,2 pulgadas y nuevas tapicerías en piel bitono. En lo tocante a equipamiento, se añade la cámara de visión trasera, un nuevo equipo de audio Infinity con toma USB y conectividad con iPod y el sistema FlexSteer de asistencia variable de la dirección ya conocido en otros modelos de la marca (todo ello según versiones).
Desde un punto de vista técnico, se introducen modificaciones orientadas a reducir sonoridad y vibraciones, que incluyen al subchasis delantero, la transmisión e incluso el parabrisas (que recibe una nueva lámina intermedia para reducir el ruido del viento). Las suspensiones también se han rediseñado para ser algo más confortables sin perder sensación de control sobre el vehículo, tema importante cuando hablamos de coches de estas dimensiones y con una sobreelevación respecto al asfalto.
El resultado de todos estos cambios es un coche que gana algunos puntos de atractivo reforzando los puntos claves del segmento (básicamente la percepción de calidad) en los que el coche ya era fuerte. Esos cambios, sin embargo, dejan intacta una sensación de conducción algo insípida en la que la asistencia variable de la dirección no puede disimular la falta de información en el volante a la hora de afrontar las curvas. No es experiencia dinámica lo que valora el mercado, por tanto tampoco es lo que ofrece Kia.
En la gama de motores, tenemos un 1.6 de gasolina con 135 CV que pasarán sin pena ni gloria por nuestro mercado, además de ser algo justo para mover el coche por su falta de par a medio régimen. El motor de gasolina es el único que se puede combinar con el acabado básico, denominado elocuentemente “Basic” (aire acondicionado sin climatizador, ausencia de sensores de lluvia y luces), lo que ofrece una versión sin expectativas de venta que servirá para poner un “precio desde” en las campañas publicitarias.
Combinado con otras opciones de equipamiento, el motor de gasolina puede ser interesante para quien realice muy pocos kilómetros, aunque en este tipo de coches solemos recomendar un turbodiésel de buena respuesta a medio régimen y el Kia Sportage no es una excepción.
Disponemos a cambio de tres mecánicas diésel, que es donde se juega la batalla de verdad. El 1.7 de 115 CV nos ha parecido algo escaso de fuelle (sus 173 km/h de velocidad punta nos dan una idea de lo que le cuesta pelear con la superficie frontal) siendo más recomendable el 2.0 de 136 CV no sólo por su potencia máxima sino por el notable incremento de par a medio régimen, manteniendo un consumo medio homologado de 5,5 l/100km, prácticamente el mismo que su hermano menor.
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El tercer motor diésel es la versión de 184 CV, que exige la incorporación de tracción integral. El salto en consumos con respecto al de 136 CV (homologa 6,1 l/100km en versión manual) debería ser suficiente para disuadirnos de ascender a este nivel de potencia, siendo un coche que en ningún caso invita a correr.
El de 184 CV es el único motor que se puede combinar con cambio automático, pero con esa combinación de potencia, tracción integral y ausencia de pedal izquierdo nos iríamos a nada menos que 7,2 l/100km homologados, en un alarde de ineficiencia energética que muy pocas marcas se atreven ya a poner sobre la mesa con sus cambios automáticos (+1,1 l/100km respecto a su homólogo manual).
Como conclusiones, podemos quedarnos con la idea de que el Kia Sportge se hace fuerte en su segmento y se reafirma en las cualidades que lo han llevado a ocupar puestos de privilegio en las listas de ventas. Calidad percibida, estética convincente y precio competitivo siguen siendo sus principales bazas.
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