Quién no recuerda Napster, esa aplicación que permitía compartir todo tipo de contenidos, incluyendo música y películas con derechos de autor. No fue la primera en existir pero sí la primera en hacerse popular, la que convirtió internet en sinónimo de música gratis.
Desde su existencia la industria de la propiedad intelectual sigue en guerra, pasándolo mal y tratando de reinventarse. Hasta esa época muchos comprábamos CD´s pagando 20 euros por cada uno. Después, muchos dejamos de comprarlos, porque la alternativa era cara y absurda. Hoy existe un término medio llamado Spotify (y otras aplicaciones similares) que por una tarifa plana de 10 euros mensuales permite el acceso legal e ilimitado a la música. No sé si es justa o sostenible para algunos creadores, pero podemos decir que es equilibrada desde el punto de vista del usuario.
En Estados Unidos las películas y series van por el mismo camino con Netflix, un Spotify para series y películas. En España todavía no existe porque a los creadores no les interesa. Algunos lo “pirateamos” para poder verlo aquí mientras soportamos comentarios diciendo que no existe la cultura de pago en internet. Tanto es así que yo tengo que pagar el propio servicio de Netflix más un extra para poder verlo de forma “pirata” en España. ¿No será una cuestión de que no existe la cultura de pago por cualquier cosa, sólo por aquellas que merecen la pena?
Los taxis en Madrid se anuncian diciendo que son líderes en calidad. Resulta irónico si tenemos en cuenta que no tienen competencia.
La aplicación Uber ha levantado una gran polémica a su llegada a Europa, con manifestaciones de taxistas de Barcelona el primer día de su lanzamiento. Madrid se prepara estos días para la llegada de Uber con acciones similares. En concreto es una de las opciones de Über llamada UberPop, la que permite a cualquiera hacer de taxista sin licencia y sin pagar impuestos, la que ha levantado la polémica.
Hay mucho en juego, y en Estados Unidos las dos partes mueven fichas. De un lado vemos que Dallas quiere ilegalizar servicios como Uber. Por otro los chicos más listos de Silicon Valley, a pesar de llevar camiseta, son capaces de realizar donaciones a futuros alcaldes para asegurarse el futuro favor político.
El sector del taxi está fuertemente regulado, con unas barreras de entrada muy altas y la misma estructura que hace décadas. No existe ningún incentivo a los taxistas que lo hacen bien. Y cuando en un sector sale gratis tratar mal al cliente, tener tu producto hecho un asco, y la única forma de ganar más es aprovecharse de su desconocimiento, la experiencia nos dice que no funciona bien.
Tanto es así que cualquiera puede ser mejor taxista que un taxista: mejor atención promovida por un sistema de reputación, estructura de costes mucho menor al no tener que pagar licencias y una oferta y demanda que se ajusta en tiempo real.
Ahora bien, ¿es esto sostenible? No, en absoluto. Incluso los defensores del libre mercado estarán de acuerdo en que esta “anarquía liberal” tiene muchos inconvenientes. Para empezar que si unos tienen que pagar impuestos, tasas y licencia, además de cumplir con una serie de requisitos, es imposible que ganen.
Sin embargo Über ha servido para hacernos reflexionar sobre el tema. En cierto modo, Über es a la industria del taxi lo que Napster lo fue a la industria de la música. Resulta que vender CD´s a 20 euros es equivalente a realizar trayectos de 10 minutos a 20 euros: genial para quien tiene el monopolio, pero los usuarios ya nos hemos cansado.
El último movimiento legislativo que se produjo en España, que pretendía liberalizar en parte el sector del taxi, se terminó con una huelga donde ganaron los taxistas y perdieron los usuarios en agosto de 2012. El problema está en que la tecnología ha encontrado el hueco para romper el tablero de juego, llevándolo al otro extremo.
El gremio del taxi debería ser consciente del momento de cambio que está viviendo, y no tardar 15 años como en el sector audiovisual. ¿Qué opciones hay? Podemos encontrar varios escenarios. El primero seguir por el mismo camino, presionando a quien se le ocurra utilizar Über para ser taxista no regulado, bien con la ley o bien con palos y piedras. Un camino efectivo a corto plazo, pero difícil ponerle puertas al campo (que se lo pregunten a las discográficas).
El segundo es conseguir que los usuarios estén de su lado. Esto se consigue siendo más competitivos en precio y mejorando su servicio. No se puede ser más caro y dar peor servicio que cualquiera, y es lo que ocurre a día de hoy. Si yo cojo un taxi no me puedo asegurar de que esté limpio, de que el conductor no lleve 14 horas conduciendo (y que haya perdido los nervios hace seis) o de que no me vaya a dar una vuelta exagerada si no conozco la ciudad. Über sí me puede asegurar eso mediante puntuaciones.
¿Y la seguridad? De acuerdo, es más inseguro. Pero a diario ponemos precio a nuestra inseguridad. Cada vez que vamos en coche en un viaje largo en vez de avión, por ejemplo. ¿Pagaríamos 20€ de sobrecoste por un taxista con licencia frente a uno bien puntuado en Über? Difícil justificarlo, por mucho que algunos comentarios de taxistas en Google Play intenten convencernos de lo contrario.
En el sector del taxi, como en tantos otros en España, muchos han conseguido grandes beneficios capturando rentas y perjudicando a los que cada día nos subimos a un taxi. Especialmente los poseedores de la licencia (que no necesariamente son los que conducen, estos en el fondo son también víctimas del sistema). Ahora se atisba un escenario igual de extremo e injusto, pero con la balanza hacia el otro lado.
Mi único deseo es que la situación no tarde tanto en normalizarse como ha ocurrido con el sector audiovisual, ofreciendo un esquema razonable y sostenible para ambas partes. Mientras tanto, todos seguiremos perdiendo.
Para leer más: Uber, el taxímetro y la complejidad de la regulación de la tecnología (Enrique Dans)
En Diariomotor: 5 ideas para entender por qué protestan los taxistas