En el día más feliz de tu vida hay un coche que te acompaña. No, no me refiero al día en el que por fin das una vuelta a Nüburgring en un 911, sino a ese día en el que un coche te lleva hasta la puerta de un juzgado o una iglesia del cual sales casado y seguramente muy feliz. El coche de bodas es una costumbre que ha vivido un periodo dorado en la última década y ha permitido que muchos coches antiguos encontrasen glamurosas “segundas vidas” decorados con flores blancas y posando para fotos. Pero ¿por qué esta asociación entre clásicos y bodas? ¿qué clase de coches escogen los contrayentes para su “día especial”? ¿a qué se debe esta elección?. Permitidme un repaso histórico y un poco irónico por el curioso mundo de los coches de boda. Prometo que nadie saldrá herido.
El carruaje real y los coches de boda
Los coches de boda existen… desde antes que los coches en sí mismos. Desde el siglo XVI nobles y aristócratas de toda Europa se sirvieron de los carruajes de caballos como símbolo de estatus, y estos “coches” les acompañaron en ceremonias como coronaciones y, por supuesto bodas.
Se ve que en España ya en el siglo XVII gustaban mucho los carruajes, como muestra el muchas veces citado Bartolome Joly quien dice (1603) que hay más carruajes en Valencia que en cualquier ciudad francesa con la excepción de París. Así que no es de extrañar que a principios del siglo XX, cuando los caballos empezaron a quedarse en la cuadra en favor de los motores, la aristocracia encontrase en el automóvil el mismo distinguido elemento con el que presentarse en público. Los automóviles “Reales” pronto se introdujeron en la cultura popular como sustitutos de los carruajes. El Delaunay Belleville del Zar Alejandro, los Hispano Suiza de Alfonso XIII son algunos ejemplos… y también el Graf & Stift a bordo del cual murió asesinado el Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, dando inicio a la Primera Guerra Mundial.
Es decir, que durante el primer tercio del siglo XX los coches de boda entraron en las familias aristocráticas y desde ahí en el imaginario de la cultura popular, pero su carácter minoritario y elitista hizo que la llegada a las demás clases fuese más lenta, y necesitase de otros impulsos…
Reyes por… unas horas
¿Qué sucedió para que, de repente, el coche de aspecto lujoso y/o clásico se convirtiese en habitual en las bodas? La pista la tenemos en un hito del colorin: la boda de Grace Kelly y Rainiero de Mónaco en 1956. Cuatro años antes, en 1952, la Reina Isabel II de Inglaterra había accedido al trono y en su ceremonia de coronación cambió, por primera vez, los Daimler oficiales por el Rolls – Royce Phantom IV encargado en 1950 y dedicado sólo a jefes de estado. Un solemne “carruaje”, pero una ceremonia a la que faltaba un ingrediente clave: la maquinaria del cine.
La boda de Grace y Rainiero lo tenía todo para alcanzar enorme difusión: una estrella de Hollywood en lo más alto de su carrera, una industria del entretenimiento en plena época dorada, la incipiente cultura de la televisión en veloz crecimiento y una evolución en el diseño de automóviles que había dejado antiguos los modelos de sólo 10 años atrás. Al impacto del enlace en la cultura popular no faltó un último ingrediente que no es baladí: el éxito de las películas de animación de Disney que pocos años antes, en 1950, había estrenado “Cenicienta”. El circulo de los “cuentos de hadas” se cerraba y allí estaba Hollywood para contar cómo la actriz y el príncipe se paseaban por la costa azul con un Rolls Royce descapotable.
El coche escogido era un raro Silver Cloud descapotable, un vehículo cuyas líneas y proporciones correspondían a dos décadas atrás. Para finales de la década de los 50 los fabricantes de coches de lujo ya apostaban por carrocerías más bajas y estilizadas como Mercedes, que en 1959 sustituiría sus “Adenauer” por el icónico 300 W111. Rolls – Royce, en cambio, apostó después de la guerra por recuperar una estética decididamente retro, que se mantuvo hasta finales de los 70, incluso después del nuevo Silver Shadow (1965). El monumental coche de la boda de Rainiero y Grace, con unas formas que se presentaban como “antiguas” se instaló a velocidad de vértigo en el imaginario colectivo como el complemento perfecto a la boda de ensueño. No valía cualquier coche, había de ser un coche “antiguo”.
Este cóctel infalible se puso de moda muy rápido con la ayuda del cine, el boom de la fotografía “doméstica” y la expansión del coche privado.
Las sucesivas bodas reales que vinieron tuvieron mucho más impacto después de la de Grace y Rainiero, con un público ávido de la imaginería de los “cuentos de hadas” televisados, donde un ejemplo máximo es la boda de Carlos de Inglaterra con Diana Spencer. Por imitación desde finales de los años 60 estos coches se hicieron cada vez más importantes en la parafernalia de los enlaces populares, generalmente recurriendo a los modelos más grandes que se tenían a mano. Durante décadas las berlinas de tres volúmenes fueron el coche predilecto en muchas bodas que nada tenían de aristocráticas, y sólo hay que hojear los álbumes de boda que tengamos por casa para ver desfilar Seat 1500 ó 131, Peugeot 504 y 505, Citröen CX… Entonces llegaron los años de bonanza, y las vacas engordadas con dinero fácil… y la costumbre se convirtió en moda e industria.
Si vas a alquilar un coche de bodas ¿Por qué no hacerlo con estilo?
En los últimos 15 años la moda de los “coches de boda” se ha convertido en un negocio para muchas empresas de alquiler de vehículos. Pero, ¿cómo tiene que ser el coche de bodas ideal?
Para la mayoría el coche de boda tiene que tener aspecto antiguo, porque así recuerda a esa “época dorada” indefinida en nuestra memoria; tiene que ser grande y teatral, porque forma parte del escenario del enlace; y tiene que ser suficientemente reconocible por los invitados como un coche “distinto” para que se perciba como algo extraordinario, no el coche de cada día. ¿Son esas son cualidades propias solamente de un Rolls? Desde luego que no. Un coche de boda es un bonito complemento para las fotos, y un actor secundario importante en la “película” de ese día, pero después de todo serán sus formas, y no su marca, lo que lo hará especial. Y claro, en esa categoría entran muchos coches.
Los Mercedes “Adenauer” o los Jaguar MkVII y de los años 50 y 60 son una apuesta segura por su magnífica presencia, sin llegar al porte “real” de los Bentley o Rolls. Pero también caben coches clásicos que, paradójicamente, nada tuvieron de aristocráticos en su día. El Mercedes 190 “Pontón” es apreciado por sus “colas” traseras al estilo americano, pero en su día era un modelo humilde dentro de la gama de la estrella de tres puntas. Otro coche muy apreciado en las bodas es el Citröen Traction (nuestro “Pato”), en sus versiones 11 ó 15. Un bonito coche con carrocería diseñada por Flaminio Bertoni, pero más que aristocrático fue un coche “todo uso” del cual muchos pasaron su vida como taxis. Cualquier coche con formas o proporciones que recuerden a ese periodo dorado de la fantasía es un telón de fondo perfecto.
Y claro, cuando la moda se vuelve industria es el gusto del cliente el que manda, reinventando una y otra vez el concepto de “ese” coche para “ese” día. Aunque queramos nuestra “carroza” para ese día, quizá ya no nos convenza esa estética barroca y algo ostentosa de los clásicos, y queramos una verión actualizada. Por eso empresas como Star Car Hire, tienen una oferta de lo más descacharrante:
la furgoneta de “El Equipo A”, el “General Lee” de los “Dukes de Hazzard”, el Delorean de “Regreso al Futuro” (por si es preciso volver atrás en el tiempo a deshacer algo)… Es decir, el “coche de boda”, cuya raíz era más bien noble, ha dado la vuelta y se ha convertido en un elemento clave en la cultura popular, algo así como pasar la carroza de Cenicienta por el tamiz de Robert Zemeckis o Brian de Palma. La prueba es que en la celebración de la del Principe Guillermo y Kate Middleton, la pareja abandonó el palacio en el mismo y único Aston Martin DB5 descapotable que habían empleado Carlos y Diana. Un coche que hoy en día no se lee como un exclusivo coche de lujo, sino como una estrella del cine de la saga de James Bond. Si hasta la Reina de Inglaterra se presta a un cameo con el famoso y ficticio agente secreto en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, no es raro que después de varias décadas sean los reyes los que copien a la cultura popular, y no el pueblo el que copie a los reyes.
Así que cuando vayas a encargar un coche para llevarte hasta el altar, piénsalo bien. Quizá en vez de un regio Rolls Royce te vaya a funcionar mejor el Peugeot 203 del teniente Colombo…
Fotos: Rolls – Royce Media | Frank Scherschel—Time & Life Pictures/Getty Images | Star Car Hire
En Diariomotor: Coche de bodas ¿qué tal un Hummer?