El Dacia Logan es la definición de berlina low-cost. Se trata de un vehículo amplio, práctico, económico y fiable, pero despojado de todo lo prescindible en calidades y equipamiento hasta dejarlo en el mínimo precio posible para el cliente final. El concepto, compartido con el resto de la gama, parece tener bastante sentido en los tiempos que corren como lo demuestran sus cifras de ventas y mi intención es dilucidar si realmente es la “compra inteligente” que pretenden vendernos.
El modelo a probar es un Dacia Logan dCi 75 CV en acabado Ambiance. El precio de tarifa de la unidad probada es de 10.882,75 €, incluyendo la opción de pintura metalizada azul cobalto (332,75 €) como único extra, un dato especialmente importante en este modelo, ya que la compra de un Dacia ha de entenderse como un juego al límite entre valor y precio. A este precio de tarifa aún habría que descontar el plan PIVE si fuese aplicable, con lo que sería aún más accesible.
Dacia Logan: diseño exterior e interior
Excepto en la parte trasera, un Dacia Logan no se distingue en nada de un Dacia Sandero. Al añadir un tercer volumen se ha llegado a un coche bastante coherente, siempre fiel a la simplicidad de formas y líneas de la marca, y no parece en ningún momento un elemento añadido. La máxima ingenieril de que todo lo prescindible debe eliminarse se lleva hasta el extremo, pero el resultado me parece perfectamente válido.
Interiormente, de nuevo se percibe la idea de sencillez bien entendida. La distribución de los mandos es lógica y la forma del salpicadero huye de cualquier elemento superfluo o decorativo, limitándose a ubicar los mandos y botoneras para que sean funcionales. El acabado bitono en cuadro y asientos le aporta un plus estético que es muy bienvenido entre tanta austeridad y el conjunto es agradable y sencillo.
Dacia Logan: la percepción de calidad y el concepto low-cost
Como ya os adelantaba, el punto central de toda la toma de contacto es llegar a conclusiones sobre la calidad real del coche y establecer una relación con su precio en la que quede claro si se trata de una “ganga”, si el coche está en su precio o si por el contrario el ahorro de costes es tan evidente que el coche pueda llegar a entenderse incluso como caro. La cuestión es ¿dónde está el truco para que este coche tenga este precio? Veamos.
La primera sensación dentro del coche es que los acabados son justos. El sonido de la puerta está lo suficientemente amortiguado como para no sonar a lata, pero dista mucho de un buen sonido ahogado. Las piezas reutilizadas de la anterior generación del Renault Clio pueden verse por doquier, empezando por los tiradores de las puertas (dentro y fuera), satélites, relojes del salpicadero, mandos de las ventanillas…
Son componentes del catálogo Renault, totalmente amortizados pero que funcionan perfectamente. Todos los plásticos son duros y el único mullido en todo el coche es el de los asientos y un mínimo tacto gomoso en el volante de plástico. Esa rigidez generalizada se traduce en algún pequeño crujido en zonas de baches, pero nada alarmante.
Otros detalles de ahorro de costes (sirvan sólo como ejemplo y no como lista exhaustiva) es la forma en que los reposabrazos de las puertas cuentan con un agujero que hace de tirador (no hace falta otra pieza) en el fondo del cual hay un tornillo visto que prescinde de cualquier embellecedor para tapar su cabeza. El cuentavueltas es igual para diésel y gasolina, no existiendo línea roja.
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El mando que acciona la recirculación interior de aire en lugar de la entrada desde el exterior es una palanca mecánica con la que físicamente estamos moviendo alguna compuerta detrás del salpicadero. Las ventanillas traseras son de manivela y el aire acondicionado es un botón (ni rastro de climatizador) pero contamos con cierre centralizado con mando, toma USB en el equipo de sonido, Bluetooth integrado y la sorprendente presencia de un amortiguador de gas para abrir el capó, todo un lujo en la categoría.
El maletero concentra la mayor densidad de detalles de ahorro, o al menos los más visibles. Para empezar no está totalmente tapizado, siendo visibles algunos cables de los pilotos traseros. El botón de apertura es también el tirador (función para la que resulta pequeño e incómodo), el mecanismo de apertura es accionado por dos grandes muelles visibles (estilo Seat años 70) y la tapa es de chapa desnuda y cortante por la parte interior, de forma que no es posible cerrarlo sin tocar el exterior y mancharnos las manos.
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En el otro lado de la balanza, ese mismo maletero es grande y de formas regulares, cumpliendo con su misión de transportar objetos de forma más que correcta. La función está ahí, bien resuelta, y la forma es simplemente el camino más corto para conseguir esa funcionalidad. Lo tomas o lo dejas.
Es un coche honesto y digno, que responde con sinceridad y transparencia a una necesidad básica de transporte de bajo coste. No lo niega ni trata de esconderlo en ningún momento.
En los tiempos que corren, en los que la intención de aparentar cotiza a la baja, el Dacia Logan se nos presenta sin edulcorantes como lo que es: un coche accesible y fácil de mantener que no debería fallar y que no debería dar disgustos económicos a sus propietarios al estar basado en componentes muy probados. Su propia simplicidad debería jugar a nuestro favor en lo tocante a averías y reparaciones.
Dacia Logan: motor y comportamiento dinámico
Nos sentamos ya al volante del Dacia Logan con la intención de ponerlo en movimiento. El ruido diésel del motor Renault dCi de 75 CV se hace evidente dentro del habitáculo y parece haber sido objeto del aislamiento acústico mínimo necesario para no tener la sensación de viajar en un vehículo industrial. Aprobado raspado, pero aprobado.
La palanca de cambios tiene un tacto pobre y está construida en una única pieza de plástico negro. La primera marcha tiene un recorrido tan corto que da la sensación de no haber entrado, pero sí que lo ha hecho y arrancamos con la idea de poner a prueba su entrega de potencia.
El rango de utilización es estrecho: hasta las 1.900 rpm es totalmente anémico y por encima de 3.500 vueltas el sonido ya nos suplica la marcha siguiente. Dicho esto, lo cierto es que en ese rango de vueltas la respuesta es suficientemente vigorosa como para mover el coche con soltura.
A velocidades legales no tendremos problemas con él, aunque es obvio que no podremos pedirle recuperaciones fulgurantes y que el apartado de adelantamientos deberá limitarse a vehículos lentos o a tramos con bastante margen y visibilidad.
Con una velocidad máxima de 164 km/h y una aceleración de 0-100 km/h en 14,6s queda todo dicho en cuanto a prestaciones, pero la usabilidad del par a medio régimen compensa en gran parte esa falta de potencia final, convirtiéndolo en un coche muy razonable.
El consumo medio oficial de este motor se sitúa en los 3,8 l/100km, un registro idéntico al de su hermano mayor de 90 CV, que sí ofrece unas prestaciones más en forma.
En cuanto al comportamiento dinámico, he de reconocer que me ha sorprendido positivamente, sólo empañado por un ruido aerodinámico bastante perceptible a partir de 100 km/h. La estabilidad en línea recta no tiene pegas y en curvas es un coche muy noble y fácil de llevar, con claro predominio del subviraje en todo momento pero que no balancea demasiado y siempre nos da una agradable sensación de control. La suspensión tiene un buen compromiso entre confort y firmeza, muy en la línea Renault.
Conclusiones
El Dacia Logan se ha revelado como una opción de compra francamente razonable. No es ni más ni menos que lo que parece y quien esté buscando un coche de este tamaño por el mínimo precio (a costa de renunciar a todos los refinamientos que hoy parecen darse por hechos pero que no dejan de ser renunciables) podrá encontrar en el Logan un aliado fácil de tener y mantener, con la fiabilidad de un Renault Clio bien probado, 5 plazas reales y un buen maletero.
Para todos aquellos que a la vista de las imágenes piensen que es un coche como otro cualquiera, solo que más barato, probablemente deberían tocar el salpicadero, escuchar el sonido de las puertas y observar con detenimiento los ajustes y acabados antes de lanzarse a comprarlo como si hubiesen encontrado una ganga. No es una ganga, sino un coche básico y de precio ajustado a su condición.
El Dacia Logan no engaña; precisamente por eso, tampoco creo que decepcione.
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