Últimamente no dejamos de hablar de coches autónomos. No es para menos. La carrera por el desarrollo de coches autónomos no se detiene y en esta fiesta todos quieren estar presentes, incluidos aquellos que hasta ahora no habían fabricado coches, empresas como Google, convencidas de las posibilidades que ofrece esta tecnología y de cómo revolucionará la movilidad en un futuro más próximo de lo que nos pensamos.
Pero, ¿cómo está avanzando el desarrollo del coche autónomo? ¿cómo se producirá la incorporación progresiva de coches autónomos en nuestras carreteras?
De todo ello queremos hablaros con detenimiento, explorando los avances que se han producido en los últimos años en materia tecnológica y legislativa.
A día de hoy, el coche autónomo ya es una realidad. La tecnología actual es capaz de garantizar que un coche reconozca señales, identifique obstáculos, sea capaz de mantener la trayectoria sin intervención del conductor, frenar y esquivar obstáculos, estar situado permanentemente gracias a los servicios de posicionamiento vía satélite. De una forma u otra, todos estos sistemas ya están presentes en nuestros coches hoy en día. El único paso que habría que dar para transformar estas simples y meras ayudas a la conducción en un coche autónomo, que no requiera la intervención continua de su conductor, pasaría por unificar el funcionamiento de todos estos sistemas. Y ese paso ya se ha dado.
Todos los grandes grupos automovilísticos ya se han apresurado a poner en la carretera sus primeros prototipos autónomos, automóviles capaces de circular por vías públicas sin necesidad de que alguno de sus ocupantes tome el control de los mandos.
Estos pioneros de la conducción autónoma aún no están al alcance del público general. De momento estos prototipos están realizando sus primeras pruebas, ayudando a sus desarrolladores a identificar y resolver posibles problemas, tratando de hallar el lugar que ocuparán en la industria del automóvil en los próximos años.
A comienzos de los años noventa, el Congreso de los Estados Unidos ya había aprobado una enmienda por la cual se autorizaba la experimentación con vehículos autónomos en sus carreteras. Desde entonces, la tecnología ha mejorado, el número de fabricantes implicados en el desarrollo de coches autónomos ha aumentado considerablemente, pero la legislación vigente a uno y otro lado del Atlántico no es muy diferente de aquel primer proyecto de 1991.
Por poner un ejemplo, el estado de California ha aprobado en los últimos días un protocolo general que permitiría la utilización de coches autónomos en sus carreteras, siempre y cuando estos se desplacen con un pasajero autorizado y capaz de tomar los mandos del coche en cualquier momento. En definitiva, se trata de una medida socorrida y necesaria para animar la experimentación con coches autónomos y una puerta abierta a la legalización de los primeros modelos de uso general.
Y es que lo de California no deja de ser un pequeño resquicio para la esperanza, ante un panorama aparentemente nada sencillo, bajo el temor de las autoridades y las aseguradoras acerca de temas tan importantes como la responsabilidad en caso de accidente. De momento, para rodar por las carreteras californianas se está exigiendo una licencia especial y pólizas de seguros millonarias, así como un examen técnico del vehículo y el conductor autorizado para comprobar que el primero cumple con unos requisitos mínimos de seguridad y el segundo es capaz de pilotarlo y entender su funcionamiento.
Muchos fabricantes ya disponen de la tecnología suficiente para lograr que modelos que están en la calle sean capaces de desplazarse durante un tiempo sin que el conductor toque los pedales ni el volante. En los próximos años comenzaremos a ver la aprobación de diferentes leyes que irán permitiendo progresivamente delegar algunas funciones en la máquina, hasta la llegada de esa ley definitiva que permita el uso, probablemente con muchas restricciones, de un coche autónomo.
Antes de la llegada de estos coches plenamente autónomos, es probable que irrumpan con fuerza coches semi-autónomos, o con funciones mucho más avanzadas que las ayudas a la conducción existentes actualmente. Los controles de crucero adaptativos ya están muy desarrollados, siendo capaces no solo de mantener la distancia con el coche que nos precede, sino también de girar y mantener la trayectoria.
Que las autoridades nos permitan aprovechar al máximo estas funciones, soltar las manos del volante y por ejemplo ponernos a leer un libro o manipular nuestro tablet mientras el coche conduce automáticamente, será un gran paso. Pero el verdadero gran hito llegará cuando estos coches no requieran más intervención que apretar un botón y decir nuestro destino.
Google ya ha adelantado que sus coches autónomos no tendrán volante ni pedales, Renault que en 2018 ya podrían estar comercializando su primer modelo. Marcas como Mercedes-Benz, Tesla, Nissan, Audi, etcétera, están convencidas de que en dos o tres años lanzarán – si las autoridades lo permiten – coches semi-autónomos capaces de funcionar sin la intervención del conductor en unas condiciones muy concretas, por ejemplo en cruceros en autopista.
Ser un pionero y disfrutar de los primeros coches plenamente autónomos que podrían comenzar a comercializarse en apenas unos años, no será económico. Ya no solo estamos hablando de una tecnología más o menos sofisticada, del precio elevado que impondrán los fabricantes para amortizar el desarrollo y, por qué no decirlo, para marcar una línea roja entre el coche de toda la vida y el coche del futuro, el que no requerirá conductor.
Pero, probablemente, los costes más elevados haya que asumirlos en concepto de licencia de circulación y seguro. Los prototipos, que recibirán la autorización con la nueva ley de California, tendrán que hacer frente a pólizas de seguro capaces de cubrir responsabilidades civiles de hasta cinco millones de dólares.
Hace poco reflexionábamos ante otro problema importante, la paradoja de Asimov y la conducción autónoma. ¿Y si el coche tuviera que decidir entre que nos estrellásemos contra un árbol o atropellemos a un niño? Pensándolo fríamente no es algo que suceda a diario, pero sí una problemática que también podría presentársele a un conductor a lo largo de su vida y que tendría que resolver en décimas de segundo.
Fuente: Signs from the future en Tumblr
Tampoco sería de extrañar que las autoridades optasen por una primera aproximación conservadora del coche autónomo. Por ejemplo, autorizar su conducción en vías delimitadas y separadas del resto del tráfico rodado, o junto con el resto de automóviles, pero limitándose a un carril concreto o determinadas autopistas.
Respecto a este tema os recomiendo un canal de Tumblr llamado Signs from the future, que intenta de recrear el panorama del futuro mediante señales que nos recuerden que un carril está reservado para coches autónomos o que utilizar el claxon para advertir de algo al conductor del taxi que llevamos delante no nos servirá de nada porque es un robot.
En definitiva, los coches autónomos están a la vuelta de la esquina pero su integración con el resto de automóviles pilotados por humanos dependerá sobre todo de los legisladores. Pero, para que el coche autónomo sustituya en gran parte al coche de toda la vida, aún habrá que enfrentarse a barreras incluso mayores, a la cuestión psicológica del conductor que debe acostumbrarse a dejar en manos de un autómata una labor a priori tan complicada y peligrosa como la de conducir. Si lo pensamos seriamente, la introducción de todas estas ayudas que automatizan cada vez más nuestra conducción no hace otra cosa que prepararnos para el momento en que por fin soltemos el volante sin miedo.
Y tú, ¿crees que estamos preparados para convivir entre coches que conduzcan solos?
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