El smart fortwo, el modelo más representativo del urbanita moderno, nacía a finales de los años noventa, en aquella época en la que todos estábamos preocupados por lo que sucedería cuando nuestros ordenadores tuvieran que cambiar su antepenúltimo dígito. En definitiva, el smart es un modelo relativamente moderno, cuya apariencia no ha cambiado tanto en todos estos años. Pero la historia comenzó mucho antes, cuando Mercedes-Benz aún no había salido de sota, caballo y rey; de coupé, berlina y limusina. Fue en 1972 cuando la marca alemana comenzó a idear su visión del coche del futuro, del coche del año 2000.
Mercedes asignó al proyecto a Johann Tomforde, el mismo que en los noventa trabajaría para desarrollar el smart definitivo. En los años de la primera generación del Clase S, irónicamente, Mercedes y otros analistas ya apuntaban a un futuro muy próximo, en el que la mayoría de la población viviría en áreas urbanas, cada vez más congestionadas, y la proliferación de coches de dimensiones muy contenidas y con gran maniobrabilidad cobraría una importancia crucial en la movilidad urbana.
La crisis del petróleo del 73 puso la guinda del pastel. Pero el prototipo ideado por Tomforde tendría que esperar…
Años 70 y 80: los primeros proyectos de Mercedes-Benz y el NAFA Concept
En los años 70, aquel proyecto de Tomforde ya había perfilado un turismo de dos plazas con maletero, apenas dos metros y medio de longitud y los ejes en los extremos, con una batalla de 1.7 metros. En los años 70, Mercedes-Benz había inventado el smart. Pero lo cierto es que las dudas acerca de las medidas de seguridad a tomar en un coche de dimensiones tan contenidas, obligaron a la marca a cancelar tal empresa.
En un alarde de la tozudez, en el mejor sentido de la palabra, que se atribuye habitualmente a los ingenieros alemanes, el equipo de Tomforde retomó el proyecto años más tarde – en 1981 – para desarrollar, esta vez sí, un prototipo. De lo abstracto, se pasó a una idea más concreta, la de un automóvil capaz de lidiar con calles saturadas y aparcar en cualquier sitio. Su equipo de desarrollo ya estaba pensando en la mejor cualidad del primer smart, la de aparcar en batería en aparcamientos en línea sin sobresalir de las líneas marcadas en el asfalto.
Así nacía el Mercedes NAFA Concept, el Nahverkehrsfahrzeug, un vehículo con forma de caja de zapatos, dos plazas, 2.5 metros de longitud y 1.5 metros de alto y ancho con una apariencia realmente exótica.
El mayor inconveniente de Mercedes siempre fue garantizar la seguridad
El NAFA sería el verdadero germen del smart, pero también de una generación de modelos Mercedes-Benz más compactos y económicos, como el primer Mercedes Clase A. El prototipo, presentado a comienzos de los ochenta, era plenamente funcional. El NAFA Concept pesaba solo 550 kilogramos y estaba equipado con un motor de gasolina, delantero, con tres cilindros, cambio automático y 41 CV de potencia.
Entre otras cualidades, también fue dotado con dos ejes direccionales, con una asistencia de dirección en el tren trasero, de tipo drive-by-wire (con conexión eléctrica y no mecánica), que permitía girar las ruedas traseras hasta 15º para reducir el diámetro de giro completo a solo 5,7 metros.
A pesar de que el prototipo NAFA ya contaba con medidas de seguridad avanzadas, paneles de deformación controlada, un estudio pormenorizado de la resistencia ante impactos laterales y la protección de los ocupantes, cinturones de seguridad, etcétera, Mercedes-Benz volvería a descartar el avance de este proyecto hasta un modelo definitivo por las dudas que despertaba en lo que concernía a la seguridad.
Del Mercedes City Car al smart pasando por el Swatchmobil
Mercedes tampoco se equivocó demasiado retrasando su objetivo de lanzar un coche urbanita, puesto que el auge en la demanda de coches de grandes dimensiones aún no se detuvo en los años posteriores. No obstante, en los ochenta se produciría un verdadero boom de los coches pequeños. La preocupación por la polución aumentó, los impuestos cada vez gravaban más a los coches más contaminantes y ostentosos en sus dimensiones y en ciudades como Tokio, los kei car, una suerte de micro-coches de muy baja cilindrada, eran la única solución viable para muchos conductores.
En esa sociedad en pleno cambio, el prototipo NAFA se adaptó en 1988 para convertirlo en una suerte de eléctrico urbano y se proyectó producirlo en una tirada limitada a 100 unidades que haría unas pruebas preliminares al lado oeste del muro de Berlín. Esas pruebas jamás llegarían a realizarse. Si actualmente aún nos cuesta encontrar soluciones funcionales para almacenar la energía, como podrás imaginar, por aquel entonces, la situación no era mucho mejor.
Pero al menos se autorizaría un nuevo proyecto, el del Mercedes City Car, en el que los mismos responsables de los prototipos previos se encargarían de alcanzar una solución definitiva, la de un modelo que sí pudiera llegar a los concesionarios.
A comienzos de los años noventa, California ya se había convertido en aquel paraíso tecnológico, e infierno para el coche contaminante, que es hoy en día. De ahí que Mercedes-Benz optase por instalar allí, al otro lado del Atlántico, el cuartel de desarrollo de un coche que a la postre sería tan importante como este, bajo la atenta supervisión de su gente, en la distancia, en Sindelfingen.
En aquel momento se pensó de nuevo en la posibilidad de utilizar un motor eléctrico para el futuro Mercedes City Car. Fue por aquel entonces cuando se cruzaron los caminos de Mercedes-Benz y Swatch, el relojero suizo que pretendía construir su propio coche urbanita. Y años más tarde se produciría el momento en que Swatch y Mercedes-Benz, que finalmente optó por la solución del motor térmico, romperían para que Daimler se quedase con la totalidad de la marca que hoy conocemos como smart.
Más información: Swatch | Daimler
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