Vivimos unos tiempos extraños. Un momento donde un coche, para ser un buen coche, debe ofrecer píxeles y pulgadas en su pantalla, en lugar de potencia o bajos consumos. Cada nuevo lanzamiento acuña la idea de coche conectado como si fuese el santo grial, y la realidad es que parece que hay algo muy importante que estamos olvidando, o que por lo menos ha dejado de ser interesante para fabricantes y compradores.
El automóvil: el nuevo gadget
Algunos dirán que estoy obsoleto por criticar esta revolución tecnológica, ironías de la lingüística, otros se sentirán identificados con estas palabras, pero si algo tengo claro; es que este frenesí tecnológico está haciendo que nos olvidemos de qué es verdaderamente importante en un automóvil, o por lo menos qué más puede y debe ofrecernos.
Como sistema de transporte, el automóvil goza de una inmejorable salud donde seguridad y confort han conseguido alcanzar cotas inimaginables. La eterna preocupación por la eficiencia está consiguiendo que los motores eléctricos tengan incluso su lugar, y todavía mejor, está consiguiendo que imaginemos un futuro donde todo es posible.
Pero estas ideas están bajo el capó de nuestro coche, consintiendo que consultar nuestro Facebook o Twitter sea más importante que contar con ESP, un buen puesto de conducción o una relación calidad/precio honesta. Sí, nuestro smartphone dirige nuestra vida, y del mismo modo que hablamos de una sociedad conectada, también podemos hablar en idénticos términos de una sociedad atrapada.
Seamos sinceros, hoy en día, un coche que regale una tablet o el último sistema multimedia conectado, tiene muchas más posibilidades que el mismo coche hasta arriba de equipamiento, pero con un sencillo navegador y reproductor de medios. ¿La idea detrás de todo esto? Hacer del coche, ese cacharro con cuatro ruedas, un gadget más de nuestra vida.
Sólo hace falta echar una ojeada al panorama automovilístico actual. Marcas como Ford o Audi ya no se pierden ni una sola feria de tecnologías de la comunicación o electrónica de consumo. Sus clientes, aquellos que conocemos como geeks o techies, acuden a estas ferias para conocer lo último de lo último en tecnología. No importa precio, no importa cuanto tiempo seguirá siendo una novedad, sólo importa que sea lo más de lo más en el momento de su compra.
Dicho esto, no hace falta ser un genio para descubrir como las grandes innovaciones de los fabricantes, se están centrando en el ocio a bordo y con absoluta prioridad. Desde la pantalla de 17 pulgadas del Tesla Model S, hasta el cuadro de instrumentos digital y personalizable del Audi TT, pasando por la llave inteligente con pantalla OLED del BMW i8. Internet, más bien su acceso, es un punto en común para todos estos avances, haciendo que el no ser un coche conectado, relegue a cualquier nuevo lanzamiento a la última de las posiciones.
La realidad comercial la impone el mercado y sus exigencias. Si los clientes buscan pantallas e internet, todos los fabricantes ofrecerán pantallas e internet. Google, Apple y Microsoft serán las siguientes en entrar en escena, dejando todo lo conocido hasta la fecha en mera anécdota. Desfasado u obsoleto son adjetivos que se usan cada vez más y con coches que apenas gozan de cuatro o cinco años de vida. El ritmo de evolución que se está imponiendo en el automóvil, comienza a parecerse peligrosamente al de cualquier dispositivo o electrodoméstico.
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