La llamada a revisión de Opel ha sido la noticia del fin de semana, y no tanto por su magnitud, o el volumen de unidades afectadas sino, sobre todo, por el mensaje que ha transmitido el fabricante “si tu coche está afectado, por favor, no lo conduzcas hasta que lo revisemos”. Una llamada a revisión motivada, esencialmente, por el principio de la prudencia. El caso de Corsa y ADAM aparentemente no guardaría relación con el de los bombines defectuosos de General Motors en Estados Unidos. Pero evidentemente salta a la vista que se ha producido en un momento muy delicado para el General Motors, que se enfrenta a compensaciones millonarias y a un aluvión de demandas al otro lado del Atlántico.
El tema de las llamadas a revisión ha estado muy de actualidad en los últimos años. Los casos de Toyota y las aceleraciones involuntarias, el mecanismo de ignición de General Motors, y otros muchos que se remontan varias décadas atrás que dañaron especialmente la imagen de marcas y modelos como Audi en Estados Unidos, allá por los años ochenta, y el Ford Explorer en los noventa. La creciente preocupación por la seguridad y la responsabilidad de las marcas, unida a las populares demandas colectivas, deporte nacional en Estados Unidos, ha conseguido que las llamadas a revisión sean uno de los mayores quebraderos de cabeza para los constructores.
Más llamadas a revisión, mayor responsabilidad del fabricante
La experiencia de los casos más recientes debería invitarnos a pensar que el número de llamadas a revisión no se va a reducir en los próximos años, sino todo lo contrario. Lo normal sería que la cercanía en el tiempo de estas revisiones millonarias se reduzca y que el volumen de unidades a revisar se incremente. El revés mediático y la dilatación de los litigios a los que debe enfrentarse un fabricante, en casos sonados de demandas colectivas en las que hayan existido heridos y fallecidos, animará al constructor a atajar el problema sin más dilación.
Aunque aparentemente el defecto hallado en Corsa y ADAM no sea el mismo de Estados Unidos, y Opel no tenga constancia de accidentes causados por un problema que se detectó en los controles de calidad de producción, a nadie se le puede escapar que entre ellos, como mínimo, existe alguna conexión, la de una marca que no quiere que se repita en Europa la desagradable experiencia vivida en Estados Unidos. Los jueces han visto una conexión directa entre los accidentes y un defecto congénito en el vehículo, un defecto que exigía una pronta solución. Pero también es cierto que en casos tan mediáticos como este, o como sucediera anteriormente con Toyota, la suspicacia hace que afloren toda una serie de demandas que en muchos casos no prosperarán, sin suficientes pruebas o incluso con indicios de fraude.
Y aunque no quisiéramos abordar en más profundidad el tema, desde el punto de vista de los afectados, y especialmente de aquellos que han sufrido heridas por un defecto de fábrica o incluso han fallecido, no podemos olvidarnos de que ellos siempre deberían ser la parte implicada más importante en este asunto.
Prisión y hasta cadena perpetua para directivos
Los fabricantes se han encontrado con que las mejoras en los procesos de calidad, que son evidentes, no consiguen acabar con la lacra de los defectos críticos, de las llamadas a revisión, de las demandas. Algunos expertos de Estados Unidos creen que los fabricantes son ahora más proclives a resolver cualquier defecto grave cuanto antes. Y más les vale que así sea.
El endurecimiento de la legislación de los Estados Unidos amenaza muy seriamente a la dirección de las empresas afincadas en el país norteamericano. De las compensaciones millonarias para el fabricante y las llamadas a revisión, podríamos pasar al encarcelamiento de los responsables de marcas que, siendo conscientes de un defecto crítico, no lo comuniquen a sus propietarios y no pongan sobre la mesa las soluciones pertinentes para resolverlo.
Hablamos de penas que podrían llegar a la cadena perpetua, en el caso de defectos graves en los que hayan existido víctimas mortales, y penas de hasta quince años por heridos graves. Con este panorama, ningún responsable, ningún director de una marca podrá mirar a otro lado si sobre su mesa se presenta un informe que implique un problema para la seguridad de sus clientes. Tal y como están las cosas, cada vez resulta más complicado que un defecto de fábrica con consecuencias críticas, e incluso mortales, pueda ocultarse.
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