El domingo fue un día de esos que, tirando de muletilla, son para olvidar. Pero ni la FIA, ni los amantes de la competición, podemos permitirnos el lujo de olvidar lo sucedido. Lo único importante en este momento es que Jules Bianchi permanece estable y recuperándose en el hospital de Yokkaichi, según los últimos comunicados oficiales publicados ayer. Que el caso haya tenido repercusión en los medios es hasta cierto punto lógico en un suceso de estas características, no tanto que se abran informativos con las imágenes del choque, ni que se intente abrir un debate enfermizo e interesado sobre la peligrosidad de la Fórmula 1, que sigue siendo una de las competiciones de motor más seguras, como ya recordábamos ayer. Lo que no quita que la Fórmula 1 deba hacer propósito de enmienda, analizar lo sucedido y evitar que vuelva a producirse. Y la pregunta que nos hacemos es la siguiente, ¿cómo se puede evitar un accidente cómo este? ¿qué errores pudieron cometerse para que Jules Bianchi esté en estos momentos luchando por su vida?
La razón por la cual estas reflexiones no debían lanzarse con tanta precipitación es la propia falta de información. En pleno Siglo XXI, el accidente de Jules Bianchi ha estado menos documentado durante más de 24 horas que algunos accidentes que se conservan en blanco y negro. La comunicación de la Fórmula 1 no estuvo a la altura, en ciertos aspectos, aunque esa falta de información también se justifique con el respeto al piloto, y ahí no podamos reprochar nada a la organización.
Desde el domingo, todos nos temíamos lo peor. Un piloto trasladado de urgencia al hospital, un accidente del que apenas habíamos tenido información, una grúa cerca de la pista y a partir de ahí un goteo incesante de rumores, imágenes, e incluso un vídeo de un aficionado, que no hacían otra cosa que confirmar que estábamos ante el accidente más grave desde 1994.
Ayer mismo leía un artículo de Andrew Benson en la BBC que ya apuntaba al quid de la cuestión, ¿qué lecciones debería aprender la Fórmula 1 del accidente de Japón? (leer artículo en BBC.com) Cada accidente mínimamente grave que se produzca en una carrera, debería conllevar, y de hecho conlleva siempre, una investigación para analizar sus causas y sobre todo una actuación para evitar que se vuelva a producir. Este artículo nos recuerda, entre otras cosas, que el riesgo es inherente a la competición, parte del encanto, el combustible que nutre a la adrenalina que sienten los pilotos cuando el semáforo se pone en verde.
Pero también hemos de ser conscientes de que prácticamente cualquier accidente es evitable y ahí es donde la Fórmula 1 tiene que estar a la altura de las consecuencias, reaccionar para que un suceso como el acontecido este fin de semana no se vuelva a repetir.
Los ataques a la organización no tardaron en llegar, empezando por el hecho de que los pilotos estuvieran compitiendo en unas condiciones muy complicadas, con un tifón a su espalda, con lluvia y escasa visibilidad. Que Matteo Bonciani en representación de la FIA cometiera el error de decir que los helicópteros no pudieron efectuar el traslado por su imposibilidad de volar en esas condiciones, aunque finalmente no fuera cierto, no ayudó a constatar la única verdad absoluta: la meteorología fue solo uno de los desafortunados factores que intervinieron en este accidente, un factor circunstancial.
Viendo el vídeo de lo sucedido ayer, con la piel de gallina, ¿quién no se preocupó por esa bandera verde ondeando en el puesto número 12 de los comisarios, incluso después de que a cinco metros se hubiera estrellado, gravemente, un monoplaza? Especialmente si tenemos en cuenta que el cambio de bandera amarilla a verde se realizó unos segundos antes del choque de Bianchi. Pero lo cierto es que, en ese tramo y hasta haber superado el lugar en el que se encuentra el puesto de los comisarios, la grúa y el monoplaza de Sutil, eran aplicables las indicaciones del puesto número 11, que durante todo el tiempo mantuvo la bandera amarilla. La mejor explicación que he leído hasta estos momentos, con esquemas incluidos, es la que ofrece el periodista Nick DeGroot (leer artículo en Motorsport.com).
Mi primera conclusión del accidente de Bianchi de ayer.En LLUVIA, no debería haber nunca un vehículo DE RESCATE sin el safety car en pista.
— Carlos Sainz (@CSainz_oficial) octubre 6, 2014
En cualquier caso, eso no evitó que Bianchi sufriera una salida de pista sobre la grava a más de 200 km/h, salida de pista que en otra situación probablemente no hubiera conllevado ningún peligro, pero que en este caso hacía que se precipitase contra una intervención de un incidente en la que había un peligroso objeto estático, una grúa; un monoplaza colgado sobre dicha grúa; y dos comisarios. El peor parado fue Bianchi, pero los comisarios también vivieron una situación de extremo peligro. Unos centímetros pudieron marcara la diferencia de otra tragedia, o de una anécdota, si el coche de Bianchi hubiera salido de pista en otra dirección.
Yo creo que a nadie se le escapa que un trabajador auxiliando a un coche accidentado que esté más allá de las barreras debe exigir, como mínimo, un Safety Car. Que un objeto estático fuera de las barreras tan peligroso para un monoplaza como una grúa debe exigir un Safety Car. En ese sentido apuntaban también John Watson – ex-piloto de Fórmula 1 – en declaraciones a la ITV británica (ver vídeo) y Carlos Sainz desde su cuenta de Twitter. Del futuro de los monoplazas abiertos, sin una cabina que cubra el habitáculo, hablaremos otro día. Pero basta decir que la Fórmula 1 ya ha valorado, desde el accidente de Massa en 2009, su posible introducción, una medida que a nadie se le escapa llegará, probablemente más temprano que tarde.
Más información en BBC.com, ITV y Motorsport.com
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