Si pensamos en utilitarios ubicuos en nuestras carreteras, el nombre Renault Clio va a salir más pronto que tarde. El utilitario francés de referencia va por su cuarta generación, y ya desde la tercera generación ha contado con una versión familiar Sport Tourer. En muchos aspectos, un utilitario familiar es uno de los vehículos más prácticos que podemos comprar. Renault ha cruzado su carrocería familiar más práctica con el Clio más vistoso jamás creado y le ha añadido un motor de gasolina 0.9 TCe tricilíndrico, turbo y 90 CV de potencia. Un cóctel ganador en apariencia.
Tendremos que comprobarlo… ¿nos acompañáis?
El familiar más bonito del segmento B
El diseño es una de las claves hoy por hoy en el diseño de automóviles. Por muy bueno que sea un coche no lo vamos a comprar si no nos entra por el sentido más importante del cuerpo humano. Y es que el Renault Clio ST es un coche muy bonito. De alguna manera, Renault ha logrado que las proporciones del Clio familiar no resulten extrañas, sino armónicas e incluso agraciadas. Quizá tenga que ver con la longitud del Clio, de nada menos que 4,30 metros, una cifra que lo aproxima a un segmento C, desdibujando fronteras entre segmentos.
La unión entre el pilar C y el resto de la zaga deja un hueco que es rellenado en color negro, rompiendo la continuidad del coche y dando mucha ligereza visual a un conjunto que en la competencia suele hacerse mazacote. La zaga no tiene nada especial, más allá de un cristal trasero de tamaño más bien pequeño y unas ópticas similares a las del Clio de cinco puertas. En el resto del coche no hay cambios con respecto al utilitario antes mencionado, con un diseño que en la versión probada resulta agraciado con unas discretas llantas de 16 pulgadas.
El frontal tiene una gran presencia, con el logotipo de Renault a gran tamaño en posición central y una calandra discreta en la que se enmarcan dos tiras de LEDs diurnos. Un frontal cuajado de líneas de expresión en capó, que se extienden a un perfil lateral también repleto de nervios. Aunque el diseño podría parecer sobrecargado, de alguna manera Renault consigue que parezca liviano. Desde luego, es mucho más liviano que el Rodius que probamos hace unas semanas. Veamos ahora qué nos ofrece el habitáculo de este Renault Clio ST.
¿Función, forma, o ambas?
Cuando se hace un diseño exterior elaborado o arriesgado, se corre el peligro de que el espacio utilizable del coche se vea comprometido. En el caso del Renault Clio ST, el habitáculo es idéntico al de un Clio convencional, a excepción del espacio destinado a la carga. El componente visual sigue siendo una clave en el interior del Clio, cuya consola central de plástico negro piano atrapa nuestra mirada a primera vista. Inevitablemente, atrapará todas las miradas, pero también el polvo y la grasa que impregna nuestros dedos. Es un material muy vistoso, pero con problemas de limpieza.
El mismo plástico brillante también se encuentra en la parte baja del volante multifunción y en la zona de los asideros en las puertas, por lo que ocurre el mismo problema de cara a la limpieza, y ocurrirá lo queramos o no. La instrumentación de este Clio es futurista, como Renault nos tiene acostumbrados. La velocidad se enmarca en el óvalo que se sitúa entre el velocímetro y la esfera derecha, donde se encuentra el indicador del nivel de gasolina. No hay sensor de temperatura del agua, sólo un chivato que nos dirá si está muy fría o muy caliente.
Dejando a un lado estos detalles, el Renault Clio consigue que con un espacio interior normal tengamos una gran sensación de espacio. Una sensación agradable que consigue en parte la consola central, con su gran pantalla táctil de gran tamaño en posición superior. Los mandos de la climatización y los warnings son todos los botones de una consola que se agradece por poco cargada. Todos los mandos están donde esperaríamos encontrarlos, salvo dos, que me cuesta justificar. El primero es el conjunto de botones para el equipo de sonido, ubicados en la columna de la dirección, agrupados en un rack de acabados flojos.
El segundo – y mucho menos excusable – es el mando para activar el control de velocidad y el limitador de velocidad. En lugar de estar situado en el volante, donde sí están los mandos de reset o graduación de velocidad, está entre los asientos, junto al freno de mano. Una posición donde hay que hacer contorsionismos y nada intuitiva. Renault lleva años situando ahí estos botones y sigo sin explicármelo. Dejando a un lado este fallo de ergonomía, el resto del habitáculo convence a nivel de ajustes y reglajes, tanto para volante como para asientos, aunque un apoyo lumbar no vendría mal – sin ser asientos incómodos.
El arranque del vehículo se hace mediante la habitual tarjeta y botón, común en Renault. Las calidades y los acabados interiores suelen ser un aspecto muy discutible en Renault, y parece que al fin se han puesto las pilas en este aspecto. Los ajustes están en la media del segmento y ya cuesta más encontrar plásticos de baja calidad o rebarbas cortantes. Pero aún hay mucho margen de mejora, y la excelencia del segmento está aún lejos. Sin problemas a nivel de practicidad, con multitud de hueco bajo la consola central, espacio para varios vasos y objetos en el túnel central y hueco para botellas en todas las puertas.
Un vehículo habitable con un gran maletero
El habitáculo del Renault Clio no destaca por sus dosis de espacio, francamente hablando. Los asientos delanteros tienen una banqueta en mi opinión ligeramente corta, un espacio al techo para la cabez que no se hace corto mientras no superemos los 1,90 metros y suficiente espacio para las rodillas, con una consola central que no estorba. Las plazas traseras no brillan por su espacio, de hecho creo que tiran a estrechas. Las piernas de un adulto de 1,80 metros rozan con el asiento delantero, y una persona alta tendrá dificultades para acomodarse. Son plazas estrechas, correctas para dos adultos, estrechas para tres.
Aunque el componente práctico sea ligeramente sesgado en la habitabilidad interior, no olvidamos el enorme maletero del que dispone el Clio ST. Con 443 litros de capacidad de carga, tiene una forma completamente regular, con una boca de carga a una altura ideal para no dejarnos la espalda al cargar bultos. Además, está enrasada con el piso de carga. Piso de carga que tiene dos alturas, regulable mediante una tapa que se puede sacar, ganando una poco de profundidad, quizá unos 50 litros adicionales. La bandeja enrollable que cubre el maletero tambén se puede extraer, para cargar bultos altos.
Abatiendo la fila trasera de asientos – en la típica configuración un tercio, dos tercios – se forma una superficie casi plana con más de dos metros de profundidad y 1.380 litros de volumen, apta para armarios de IKEA, un sofá pequeño o incluso una cama de matrimonio si vamos a hacer un viaje largo y queremos ahorrar en hoteles. Para qué se use ya es cosa del cliente final. La rueda de repuesto está bajo el maletero, y es de tipo galleta. A estas alturas de la película es un detalle a agradecer y un remedio mucho más efectivo que un kit antipinchazos en caso de pinchazo o reventón.
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