Por muy espectacular que resulte ver a un coche encadenando curvas en circuito sin conductor, el Audi RS7 autónomo no era para tanto. El piloto de carreras autónomo aún está lejos, no digo de acercarse mínimamente a un piloto humano, sino incluso de poder recibir con justicia tal denominación. La idea que Audi ha propuesto me parece brillante, acercar la conducción autónoma, y una tecnología que ya está lo suficientemente desarrollada para que estén realizándose pruebas entre el tráfico con garantías, a un entorno tan espectacular como el que ofrece un circuito. Pero por desgracia estamos ante poco más que un coche autónomo capaz de circular rápido, bastante rápido.
Cuando nos llegaron los primeros datos acerca del proyecto que estaba preparando Audi, y de la exhibición que prepararían en la carrera del DTM de Hockenheim, sinceramente esperábamos más. Recordamos aquel hito histórico, aquellas partidas de ajedrez de Kasparov contra la máquina Deep Blue de IBM. Pero a posteriori resultar ridículo el mero hecho de que mencionara aquel evento, en comparación con lo que tenemos entre manos. Lo de Audi, insisto, no es más que un coche autónomo, como los muchos que ya están rodando por nuestras carreteras en fases de pruebas, capaz de ir rápido. Pero eso no quita que lo mejor aún esté por llegar y sepamos que en algún momento, más temprano que tarde, va a llegar.
Un piloto no es aquel que solo sabe ir rápido y tomar correctamente todas las curvas, algo que al Audi RS7 autónomo se le daría especialmente bien. Este Audi RS7 sin conductor está dotado con un sistema de cámaras que cubre un ángulo de 103º en la frontal del habitáculo y otros 103º en la zaga, bastante más de lo que físicamente cualquier humano, salvo que tenga ojos en la nuca, sería capaz de cubrir. Este sistema es capaz de identificar objetos, como peatones, ciclistas y otros obstáculos, que se encuentren a 250 metros de distancia. También contaría con doce sensores ultrasónicos repartidos a lo largo de la carrocería. Para complementar esa información, contaría con una precisa localización vía satélite, mediante GPS y una cartografía del terreno, así como conexión permanente en internet. Hasta aquí nada sorprendente, esta tecnología ya está presente en muchos coches.
Pero sí es cierto que este Audi RS7 autónomo tiene algo especial con respecto a cualquier coche, también con respecto a cualquier otro coche autónomo. La electrónica se ha diseñado específicamente para que sea capaz de responder con solvencia en aquellos momentos en los que el coche está acercándose a los límites de la técnica. Eso querría decir que este, de momento llamémosle “robot conductor”, no es un manazas, que es hábil. También sabemos que es capaz de calcular con gran precisión los puntos de aceleración y frenada, optimizar su rendimiento, mejorar los tiempos y no acabar fuera del asfalto.
Pero, ¿por qué no debemos sobrevalorar al Audi RS7 autónomo? Por la sencilla razón de que un piloto es algo más que un conductor hábil. Un piloto no solo debe ser rápido en unas condiciones determinadas, sino también saber adaptarse a las condiciones de cada carrera. Sabemos que este Audi RS7 no solo es rápido en Hockenheim, también ha hecho sus pinitos en el circuito de Ascari, en Ronda, como podemos ver en las bellísimas imágenes que ilustran este artículo.
Pero, ¿sabría adaptarse a un chaparrón? No hablo de accionar el limpiaparabrisas, que eso también lo hace cualquier coche, o activar el modo más conservador del control de tracción. Hablo de saber cómo reaccionará el coche en cada momento, casi de intuición, una facultad impropia de una máquina. Hablo de saber en qué zonas el asfalto está más complicado y qué áreas fuera de trazada es mejor no pisar cuando caen las primeras gotas, de dosificar el ritmo según pasa el tiempo y la lluvia no se detiene, y el asfalto está completamente encharcado. Hablo de saber en qué momento ha de entrar en boxes para cambiar de neumáticos, o en qué momento la lluvia está desapareciendo del asfalto y puede volver a aumentar el ritmo. Hablo de adaptar su conducción al desgaste de los neumáticos. De decidir que, en aquella curva tan cerrada, descolocar la trasera no resulta una pérdida de tiempo si a cambio ha podido apurar la frenada mucho más que su adversario, humano o máquina, que buscaba la trazada más “recta”.
Y pensar que una máquina podría, de manera relativamente sencilla, ser capaz de identificar todos esos parámetros con una rapidez y precisión muy superior a la de cualquier piloto humano, no deja de ser preocupante. Desconocemos si el Audi RS7 autónomo habrá llegado tan lejos, pero estamos convencidos de que esta tecnología podría lograrlo sin ningún problema.
Luego está el factor emocional. Una máquina no tiene sentimientos, ni tampoco emociones, como mucho podría tener una emoción simulada con la que difícilmente superaría el test de Alan Turing. La emoción a menudo es también la responsable de grandes hazañas automovilísticas, pero también de grandes desastres. Una máquina jamás se pondría nerviosa, jamás entraría en una batalla absurda con su compañero de equipo, salvo que su programador se lo pidiese. En fin, ¿sería esa máquina el piloto perfecto, ese piloto preciso, inteligente y frío por el que aboga la Fórmula 1 moderna? Tal vez lo fuera y tal vez consiguiera ganar a pilotos humanos, y especialmente a aquellos más emocionales sobre la pista, como el flamante campeón de este año.
Solo diré una cosa: ojalá jamás llegue ese día.
Fuente: Audi
En Diariomotor: ¿Quieres pasar miedo en circuito? El Audi RS7 autónomo promete escalofríos