¿Merece la pena restaurar furgonetas antiguas? Que se lo pregunten al dueño de la primera Volkswagen Transporter vendida en Reino Unido, subastada en las siete cifras hace apenas unos días. Aunque no sea tan icónica – y reconozcámoslo, vista – como las Transporter, las DKW Schnellaster Kastenwagen también tienen su corazoncito. Con un nombre complicado cuyo significado viene a decir «furgón rápido de paneles», esta pequeña furgoneta fue fabricada por la alemana DKW entre 1955 y 1962. Una máquina con un aspecto muy simpático de la que se dice que ha sido precursora del monovolúmen moderno en sus versiones de pasajeros.
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Construyendo eléctricos antes de que se hicieran famosos
DKW – como parte de la antigua Auto Union, hoy aglutinada en Audi – produjo sólamente 100 unidades eléctricas de su pequeña furgoneta. Antes de que los coches eléctricos se pusieran de moda, su creación nació para atender una demanda pequeña, pero muy específica. Ideada con pequeñas empresas en mente, las 100 unidades terminaron casi en su totalidad en manos de compañías de generación energética. De las 100 unidades producidas sólo quedan dos unidades localizadas, una de las cuales ha sido restaurada a un estado de museo por parte de Audi Tradition. Un museo será posiblemente el destino de esta furgoneta, tras su correspondiente ronda de relaciones públicas.
Esta furgoneta fabricada en Ingolstadt, fue rescatada de la isla alemana de Wangerooge, en el Mar del Norte. ¿Por qué es esto importante? Es una isla donde los vehículos de combustión interna están prohibidos, sólo los eléctricos tienen cabida en este pequeño paraíso. La furgoneta DKW pertenecía a una compañía eléctrica, y ha sido repintada en su color azul de serie. La restauración ha sido profunda y ha afectado a todos y cada uno de los componentes de la máquina. La carrocería ha sido pulida, todo su óxido reparado, y su motor eléctrico, reacondicionado. Los eléctricos de hace 60 años eran bastante menos capaces que los actuales, y eso se ve en su potencia.
Sólo 7 CV de potencia movían a esta pequeña furgoneta, a velocidades máximas de unos 40-45 km/h, suficientes para una isla completamente plana donde no era necesario recorrer grandes distancias a gran velocidad. Las dos baterías plomo-ácido – con un voltaje de 8 V y una intensidad de 200 Ah – ofrecían a esta pequeña furgoneta una autonomía de nada menos que 80 km. Aprovechando su restauración, la furgoneta ha vuelto a Wangerooge para una bonita sesión de fotos. Desde luego será mucho más tranquila que si la furgoneta montase su propulsor original: un ruidoso – y humeante, por la combustión de aceite – motor de dos tiempos, dos cilindros, 700 cc y sólo 20 CV.
Fuente: Autovolt
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