Parece el argumento de una película de ciencia ficción distópica o un pasaje de «1984» de George Orwell. Pero es la realidad. El periódico Wall Street Journal ha publicado hace apenas unas horas que Estados Unidos vigila y rastrea en tiempo real los movimientos de los millones de vehículos que circulan por sus carreteras. Desde aproximadamente 2008, una red de cámaras de vigilancia monitoriza los desplazamientos de vehículos en la frontera entre Estados Unidos y México, con el objetivo de reducir el narcotráfico a partir de la gigantesca base de datos acumulada a lo largo de los años. El llamado «Big Data», ¿al servicio del ciudadano?
Esta nueva información publicada por el WSJ apunta a que la red de vigilancia es de alcance nacional, con graves implicaciones de privacidad.
La delgada frontera entre un uso legal y un abuso inmoral
El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (Department of Homeland Security) había propuesto la creación de un sistema unificado de vigilancia en tiempo real de vehículos – con su correspondiente base de datos asociada – pero su propuesta se había quedado en agua de borrajas ante el rechazo gubernamental por razones de privacidad. La red que el Departamento de Justicia opera para su uso por la DEA (Drug Enforcement Agency, Administración para el Control de Drogas) se creía limitada a la frontera con México, pero el WSJ ha destapado que hay más de 100 cámaras de control repartidas por todo el territorio estadounidense.
Su uso original: controlar a los coches sobre los que existen sospechas de narcotráfico o que han estado envueltos en actividades relacionadas. Si una red de vigilancia permite averiguar dónde suele estar el coche de un narcotraficante cada martes a las 10 de la noche, y hay una orden de arresto contra él, la base de datos se convierte en un arma muy potente contra el crimen. La base de datos se nutre de las imágenes tomadas por cámaras en alta resolución, similares a las empleadas por los radares fijos. Supuestamente, son capaces de crear una imagen suficientemente nítida y precisa como para identificar visualmente a las personas que viajan en los vehículos.
Su uso original también ha derivado en el control de secuestros y desapariciones de personas, o vehículos implicados en crímenes, desde asaltos hasta robos, pasando por atropellos y fugas. Una causa loable sobre el papel, pero que el diario teme que va más lejos de lo debido. No sólo la DEA tiene ya acceso a esta enorme red de análisis – también agencias locales y federales, o cuerpos de policía – sino que cualquier usuario autorizado puede acceder a unos 343 millones de registros, almacenados durante 3 meses en el sistema. El problema es cuando un arma de la ley se convierte en un medio de abuso y recaudación, amparándose en la presunción de culpabilidad.
Desde hace unos años, la DEA puede incautar propiedades – dinero, coches, propiedades – de sospechosos de narcotráfico, sin necesidad de aportar pruebas en el momento. Esta incautación es uno de los objetivos prioritarios de la DEA, según documentos de disponibilidad pública. No vamos a entrar en qué está bien y qué está mal, pero el haber extendido una red de vigilancia tan potente y tan potencialmente corruptible a la red de carreteras de un país de 330 millones de habitantes, ha levantado más de una ceja. Especialmente sin ninguna orden judicial o autorización expresa para ello. Todas las autopistas principales de Estados Unidos se encuentran afectadas.
Las repercusiones de esta noticia no se tardarán en sentir globalmente. La mayor preocupación es la ocultación de información, así como la vigilancia de millones de personas inocentes, que puedan verse afectadas erróneamente.
El caso español: sería posible sin modificaciones de importancia a la red de radares
¿Y qué hay de España? La red de carreteras está controlada por una serie de cámaras que en tiempo real transmiten sus imágenes a los ocho Centros de Gestión de Tráfico de la DGT. Son esas cámaras instaladas en postes elevados de aspecto similar a una farola. Por el momento, estas cámaras son incapaces de controlar a los vehículos por su matrícula, única forma de identificarlos uno por uno. Sin embargo, la red de radares fijos y móviles basa su principio de funcionamiento en la identificación de vehículos por su matrícula y el almacenamiento de dichos datos en una gran base de datos. En efecto, la tecnología de vigilancia está ya instalada en nuestras carreteras.
No obstante, no quiero que este artículo tenga un tono amarillista, sino realista. Que los radares españoles sean capaces de registrar y analizar patrones de comportamiento por vehículo no quiere decir que se usen para ello. Aunque super-radares como el recientemente instalado en la M-30 tengan enormes posibilidades, se utilizan para captar vehículos con exceso de velocidad o que han cometido infracciones, como saltarse un semáforo en rojo. Se propuso usar la red de radares para mediante el control de matrículas, detectar a vehículos que circulan con la ITV caducada. La propuesta fue desechada casi inmediatamente por ir en contra de Ley Orgánica de Protección de Datos.
Aunque no estemos «en peligro» en este aspecto, esta noticia es un toque de atención, que nos recuerda que el avance tecnológico y el crecimiento del «big data» es un arma de doble filo al que controlar estrechamente.
Fuente: WSJ
Imágenes: Flickr (1 y 2)
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