En un momento como este, en el que el cavallino rampante está de rabiosa actualidad por la presentación del nuevo Ferrari 488 GTB, hemos de ser muy conscientes del acontecimiento al que estamos asistiendo. Que el nuevo Ferrari 488 GTB sea turbo es todo un hito para Ferrari, no por el hecho de que la marca de Maranello abogue por la sobrealimentación, puesto que su primer deportivo de calle turbo se remonta a los años ochenta, sino por el significado que tiene en este modelo concreto y por marcar un antes y un después, el fin de los motores V8 atmosféricos. Precisamente por eso queremos remontarnos tres décadas atrás. En los años ochenta Ferrari inició un proceso de turboalimentación de la gama. Y en aquella época se crearía este motor, un bloque experimental que se vendería este fin de semana en París por un precio, que incluso puede parecer irrisorio, de 38.025€.
Irrisorio su precio, si tenemos en cuenta que este es uno de los tres motores con los que Ferrari estaba trabajando para llevar a sus deportivos a un nuevo nivel de prestaciones y eficiencia de la mano del turbo. Sí, eficiencia. En un tiempo en que la presión fiscal, y la preocupación por los consumos, ya comenzaba a requerir decisiones muy drásticas, también para marcas como Ferrari. Este es un motor más de aquellos muchos con los que Ferrari estaba trabajando en los años ochenta, de aquellos motores turbo que alcanzarían su máximo esplendor en los Ferrari 288 GTO y F40.
Desorbitado su precio, si tenemos en cuenta que este bloque no fue creado para que lo equipara ninguno de sus deportivos, sino para las pruebas de laboratorio de los ingenieros de Ferrari. Con lo cual sus aplicaciones se reducen bastante y su precio quizás sea más difícil de justificar si tenemos en cuenta que su destino será, previsiblemente, reposar en la colección de algún amante del legado del cavallino rampante.
El que ves, es un motor experimental denominado Ferrari F121A. En su desarrollo contribuiría Nicola Materazzi, uno de los artífices del Ferrari F40, el 288 GTO y el Lancia Stratos, entre otros. Su cilindrada es extremadamente baja, 2.0 litros (más concretamente 1.996 cm3). Entre los años 70 y 80 se comercializarían no pocos Ferrari dotados de un motor V8 de 2.0 litros, en sabor turbo y atmosférico. Tal decisión de desarrollar un bloque tan pequeño no se tomaría a la ligera. Ferrari intentaba salir beneficiada a la hora de computar la tasa impositiva de sus deportivos y ofrecer alternativas más competitivas en su mercado local, el italiano. La diferencia con que estaban gravados un bloque de 2.0 litros y otro ligeramente superior era realmente importante.
Pero este motor, el F121 A, no era ni mucho menos modesto en cuanto a sus prestaciones. Hablamos de un bloque de 2.0 litros y ocho cilindros, con dos bancadas en un ángulo de 90º, twin-turbo, inyección Weber y una potencia de 400 CV a 7.500 rpm.
Piensa que el Ferrari 288 GTO desarrollaba 400 CV de potencia a 7.000 rpm. Y eso incluso habiendo recurrido a un bloque de mayor tamaño, de 2.855 cm3. Un bloque que se ajustó a la medida de las homologaciones FIA Grupo B a las cuales aspiraba atenerse este superdeportivo.
Fuente: RM Auctions | Fotografías: Max Bassoli
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