Si hay un coche que ejemplifica la actual espiral ascendente del valor de cualquier automóvil clásico, es el Mercedes 300 SL. El precioso «alas de gaviota» ha aumentado su cotización en más de un 100% con respecto al medio millón de euros que se pagaba por un ejemplar hace 5 años. Sí, es imposible encontrar un 300 SL de segunda mano por menos de siete cifras. Esta locura, que en el fondo responde a la consideración del coche clásico como un refugio de valor – como las obras de arte – no siempre fue tal. Hace apenas 45 años, se podía comprar un Mercedes 300 SL usado por el precio de un coche corriente. Nos transportamos a 1970 para contaros la historia de dos alas de gaviota.
Una historia entonces convencional de dos coches excepcionales.
Cuando un joven profesional podía aspirar a un Mercedes 300 SL
Frederick Simeone era un estudiante de medicina, que ayudaba a su padre en sus visitas médicas en Philadelphia. Era el año 1970, en plena era muscle car, pero por influencia paterna, Simeone prefería los vehículos europeos deportivos. Por aquél entonces, el Mercedes 300 SL era un coche con unos 15 años a sus espaldas y un estátus similar en el mercado de segunda mano al que hoy podría tener un Mercedes SL 55 AMG comprado en el año 2000: retiene valor, pero sólo una fracción de su gigantesco coste inicial. Aunque era un coche mucho más especial que el SL 55 AMG citado, su valor de reventa estaba muy ligado a su edad.
En Estados Unidos, era posible comprar un 300 SL usado por un precio que en dólares actuales, equivale a poco más de 20.000. Hoy en día, es completamente impensable ver un 300 SL a la venta por menos de un millón de dólares. El superdeportivo alemán era una máquina adelantada a su tiempo, con un motor de 3.0 litros y seis cilindros en línea, que mediante la inyección mecánica lograba unos formidables 215 CV… en 1954. Y por supuesto, uno de los diseños más bonitos de la historia del automóvil. Con todo, Frederick Simeone fue capaz de adquirir una unidad con sólo 30.000 millas en su odómetro por 3.500 dólares.
Su anuncio estaba publicado en la sección de clasificados del New York Times, junto a cientos de coches usados. El coche lo ofrecía un constructor de piscinas, que la había a su vez recibido como pago en especie por sus servicios. Tras adquirir el vehículo, el padre de Simeone hizo lo propio unos pocos meses más tarde, posiblemente por sana envidia hacia su hijo. Su ejemplar fue adquirido de manera muy convencional en un concesionario de coches usados de Philadelphia, por 4.750 dólares. Era el equivalente actual de unos 28.000 dólares. Ambos ejemplares sobreviven a día de hoy, aunque están situados en el museo de automóviles clásicos que Frank Simeone regenta.
Como documento histórico para la posteridad, sirvan la imagen que acompaña este artículo: un 300 SL usado para transportar tableros de madera. Una imagen que hoy en día sería grotesca, pero que hace casi 50 años puede que no fuese más extraña que un viaje a Ikea en un superdeportivo. Próximamente hablaré sobre precios de automóviles clásicos, y la tremenda burbuja que impide al aficionado medio disfrutar de un clásico en condiciones. Pero ese es otro tema…
Fuente: Petrolicious
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