Año 1987, Los Angeles. La época yuppie rozaba su clímax y el dinero fluía de igual manera que lo hacía antes de la crisis financiera de 2008. David Hasselhoff era la estrella más mediática de la televisión y Duran Duran arrasaban en las radios. Era una época de excesos, y fue la época en la que un adinerado alemán afincado en Los Angeles encargó a Sbarro uno de sus proyectos más locos. Se llamaba Sbarro Monster G, y su peculiaridad más extravagante eran sus llantas. No eran unas llantas cualquiera, originalmente estaban montadas en un Boeing 747. Sí, el Sbarro Monster G montaba cuatro llantas sacadas del tren de aterrizaje de un Jumbo. ¿Suficiente exceso ochentero? Aún hay más…
Las llantas del tren de aterrizaje del Boeing 747 eran el principal atractivo del Sbarro Monster G, con 20 pulgadas de diámetro y 14 pulgadas de ancho. Las llantas fueron remanufacturadas para que sus dimensiones fuesen aceptables para un coche. De lo que no estoy tan seguro es que su peso fuese bajo: debían soportar las cerca de 500 toneladas que puede pesar un Jumbo a plena carga. Goodyear tuvo que desarrollar unos neumáticos especiales para el Sbarro Monster G, que aunque no lo parezca, tomaba como base un Range Rover de cinco puertas.
No obstante, es casi imposible ver una traza del Range Rover bajo la carrocería de kevlar del Sbarro Monster G. Una carrocería coupé, descapotable, con sólamente dos plazas y pintada en color rojo saludaba a los visitantes del Salón de Ginebra de 1987, donde el coche fue expuesto en el stand de Sbarro de manera destacada. La parte trasera del coche se dejaba al descubierto, y en ella se montaba una moto de campo de pequeñas dimensiones por si era necesario abandonar el coche en algún momento y llegar a la civilización tras una avería.
Una batería extra también era parte del equipamiento de serie. El gigantesco todoterreno era un coche diseñado con la aventura en mente, y se esperaba que su dueño lo usase habitualmente para excursiones off-road por el desierto. El feeling ochentero se puede ver también en las imágenes oficiales que acompañanan este artículo, plagadas de modelos con extraños uniformes. Pero el Sbarro Monster G no era sólamente postureo y exceso yuppie. Había verdadero músculo en sus entrañas y estaba diseñado para soportar los más duros rigores del todoterreno.
En lugar del motor del Range Rover, Franco Sbarro acudió a Mercedes, que le suministró un motor 6.4 V8 – o 6.9 V8 según otras fuentes, aunque más fuentes coinciden en el 6.4 – que fue potenciado hasta llegar a unos respetables 350 CV. Potencia necesaria para mover las gigantescas ruedas y ofrecer un buen rendimiento fuera del asfalto a esta bestia de nada menos que 2,3 metros de altura y más de dos metros de ancho. Aunque tuviese ruedas de un Boeing 747, no era su intención despegar del suelo. Quizá sólo el Lamborghini LM002 superaba al Sbarro en extravagancia…
Fuente: Carstyling.ru
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