El mundo se ha vuelto loco. Hoy en día parece que un coche no puede ser deportivo si no llega al menos a los 300 CV. Nuestros coches son cada vez más grandes y pesados, primero por la búsqueda de un enfoque más práctico, y segundo, porque los hemos cargado de tecnologías, sistemas y medidas de seguridad – lo cual es muy positivo – que hacen difícil cualquier Operación Bikini. Entre tanto, el irreductible de Hiroshima resiste. Y el mejor ejemplo lo tenemos en un Mazda MX-5 que se comercializará con dos motores con solo 131 y 160 CV. ¿Para qué más? Un nuevo Mazda MX-5 que ha ahorrado hasta 100 kilogramos con respecto a su predecesor, y que gracias a eso, y no a motores más potentes y complejos, será más rápido, ágil y divertido.
El mejor ejemplo de esa filosofía que aboga por prestaciones y sensaciones sin necesidad de más potencia, o soluciones más complejas, como motores turbo, la tenemos en el Mazda MX-5. Pero no es el único caso. Mazda puede presumir de disponer de algunas de las tecnologías que más nos han enganchado en los últimos años, especialmente en lo que respecta a motores. Probablemente sea la única marca que sigue apostando por los motores de gasolina atmosféricos, y que reniega del turbo por una sencilla razón, no lo necesitan. De ahí que en su día calificásemos esta estrategia suya como «nadar contracorriente«.
A nosotros no hace falta que nos convenzan de por qué sus motores de gasolina no necesitan turbo, o por qué sus diésel, con cilindradas altas – por ejemplo 2.2 litros para 150 CV – son una apuesta segura. Pero, ¿cómo puede transmitir una marca estos valores a sus potenciales clientes?
Mazda ha llevado a cabo campañas publicitarias con mucha repercusión, ¿quién no se acuerda de aquel Zoom Zoom de antaño? Ahora nos encontramos con una industria que en la búsqueda de ciertos valores, como la eficiencia, la reducción de emisiones y las prestaciones, ha abogado por motores cada vez más pequeños, y más dependientes del turbo. Mazda probablemente nunca haya gozado de una tecnología propia tan original y prometedora como en estos momentos. Pero una vez más, no solo importa la tecnología de que dispongas, sino de cómo transmites a tus clientes esos valores, cómo les convences de que tu Mazda 6 con motor diésel de 2.2 litros es mejor que un Volkswagen Passat con motores TDI de 2.0 y 1.6 litros. De por qué una berlina como un Mazda 6, o un SUV como el Mazda CX-5, con un motor de gasolina y, para más inri, sin turbo, no es una locura. ¿Pueden conseguirlo? Seguro que sí. Mazda ha conseguido lo que a muchos podía parecernos imposible, vender un diésel en Japón y que triunfase.
No es fácil de explicar, especialmente desde la publicidad. De hecho, la publicidad en última instancia no ha de encargarse de llegar a reflexiones tan profundas, lo habitual es que las campañas que más éxito tengan, que más calen en los compradores, sean aquellas que recurran a reclamos a veces banales e insulsos, pero pegadizos. Sí, como aquel «Zoom Zoom». En aquellos años, Mazda aseguraba que cuando preguntaban a cualquiera que les evocaba su marca, lo primero que respondían 9 de cada 10 era «Zoom Zoom» (ver artículo de Autonews).
Mazda ha iniciado una nueva campaña, de momento en Estados Unidos, bajo el eslogan «Driving Matters», y con el Mazda MX-5 como reclamo principal. Veremos qué sucede en Europa, si abogan por este eslogan, su traducción al castellano (para los españoles) o por otro gancho. Lo que tenemos muy claro es que Mazda sí sabe lo que de verdad importa.
En Diariomotor: Mazda CX-3: “Lost in Translation”, la irreverencia de vender un diésel en Japón