La Oficina del Copyright de los Estados Unidos decidirá en los próximos meses si atiende a las presiones que, principalmente desde Detroit, exigen una mayor cobertura legal del software que gobierna nuestros automóviles. Como ya sucediera antaño con los medios audiovisuales, Estados Unidos podría liderar la puesta en marcha de una serie de directivas que, bajo la misma Digital Millenium Copyright Act que se esfuerza por evitar la reproducción ilegal y la quiebra de las medidas de protección de películas, música, y libros, entre otros, lucharía para impedirnos el acceso al software de nuestros coches. ¿Y qué consecuencias tendría? De seguir adelante y poner en marcha leyes que restrinjan el acceso al software de nuestros coches, los fabricantes no solo estarían evitando modificaciones no autorizadas, sino también el llevar a cabo tareas tan cotidianas como diagnosticar una avería y proceder a repararla. ¿Si no podemos tener acceso al interior del capó de nuestro coche? ¿De verdad podríamos seguir diciendo que ese coche es verdaderamente nuestro?
Fabricantes como General Motors y John Deere – marca especializada en maquinaria agrícola – tienen un argumento de peso. Un argumento que, por otro lado, no debería ser carta blanca para tomar decisiones drásticas, sin tener en cuenta sus consecuencias. Su argumento no es otro que el papel fundamental que juega ese software en dos factores muy importantes para la industria del automóvil en estos tiempos, la seguridad y la eficiencia.
Tanto los sistemas de seguridad de un automóvil, como la regulación de los componentes que aseguran que los consumos y las emisiones de un automóvil se corresponden con aquellos para los que fue homologado, dependen de ese software. Modificar ese software, también podría permitir la modificación de parámetros que afecten a la seguridad y a la eficiencia.
Con ese argumento, la Digital Millenium Copyright Act que se encarga de velar por los sistemas de seguridad que evitan – o tratan de evitar – copias ilegales de la última película de Hollywood, o el último disco de Taylor Swift, protegerán de accesos indebidos el software de nuestros coches (Automotive News).
El problema está en que un coche, en ningún caso, tiene nada que ver con un material audiovisual protegido. Y que ese software no solo permite modificaciones que pueden sortear los límites de la ley, sino también el acceso a información fundamental, como los errores almacenados por la centralita, que son una herramienta básica para diagnosticar cualquier avería. Como podéis imaginaros esta medida ya ha generado mucha controversia al otro lado del Atlántico entre propietarios y mecánicos. También entre sectores muy concretos, como el agrícola, que ve en estas restricciones una manera de limitar la propiedad de un vehículo y de la maquinaria que utilizan a diario para su trabajo.
Siempre nos quedará ampararnos en ese dicho tan castizo, el de «quién hace la ley, hace la trampa». Pero hemos de tener en cuenta que, con la cobertura legal de las protecciones, no solo se extremarán las medidas de seguridad para impedir el acceso a ese software, sino también la persecución hacia aquellos que quiebren esas medidas de seguridad, con especial atención a profesionales, como pequeños talleres.
El tema ha resurgido un debate hasta ahora inédito en la industria del automóvil, en la que existe mucha tradición de propietarios aficionados a modificar y realizar el mantenimiento de sus coches. Y ese debate no es otro que el de reconocer el derecho del propietario de un bien, sea un coche, una aplicación, o un teléfono móvil, a ver, conocer y modificar el código del software que está funcionando en su interior.
Se ha propuesto que la medida se lleve a cabo estableciendo un número aceptable de exenciones. Pero recordemos, una vez más, el poder del lobby de la industria del automóvil, el lobby de Detroit, en los Estados Unidos.
En cualquier caso habrá que estar muy atentos a lo que suceda en los próximos meses. Si algo tenemos claro es que, de seguir adelante con estas medidas que se están planteando, la industria del automóvil nunca volverá a ser la misma.
En Diariomotor: Peligro, John Deere y otros fabricantes quieren acabar con el concepto de propiedad del automóvil