Durante los años 80, las ProCar Series tenían cierta fama. Eran más exhibición que competición: sus carreras se celebraban antes de los GP de Fórmula 1 y eran sus pilotos los que competían con coches como el BMW M1 ProCar. A mediados de los ochenta, Bernie Ecclestone propuso su reemplazo por una nueva serie llamada Formula S: máquinas de competición con carrocerías de calle y motores de F1. Alfa Romeo había desarrollado un nuevo motor de F1, y decidió presentar un «estudio de viabilidad» en la forma del Alfa Romeo 164 ProCar. ¿El mejor Alfa Romeo de la historia?
Era el año 1985 y Alfa Romeo había construido el nuevo motor V1035, un brillante propulsor de diez cilindros en V y 3,5 litros de cilindrada. Su diseñador Pino D’Agostino había conseguido equilibrar sus fuerzas internas, creando el que sería un estándar para la Fórmula 1 en los años a seguir. El motor iba a ser montado en un Fórmula 1 Ligier, pero Fiat rompió su acuerdo con la escudería por disputas económicas. Sin nada que hacer con sus propulsores, Alfa Romeo decidió presentar su interpretación de un Fórmula S, el futuro de ProCar.
Alfa Romeo contactó entonces con Brabham, cuyos lazos económicos con el Grupo Fiat eran entonces fuertes. El experto británico en chasis se puso manos a la obra para desarrollar el chasis de un nuevo coche ProCar, similar por fuera a un coche de calle, un auténtico Fórmula 1 por dentro. Brabham tenía mucha experiencia en el desarrollo de chasis, y construyó un monocasco de fibra de carbono con subchasis tubulares de aluminio para el Alfa Romeo 164 ProCar. Sobre el chasis se instaló el V10 en posición central trasera.
El coche fue cubierto por una carrocería de fibra de vidrio, con las mismas medidas del coche de calle. De no ser por los gigantescos slicks – que desde atrás le hacían parecer un hot rod – habría sido complicado distinguir a este 164 ProCar de un 164 de calle. Alfa Romeo construyó quince motores V1035 y Brabham construyó dos chasis completos. El estreno del coche se produjo durante el Gran Premio de Italia – donde sino – en 1988. Ricardo Patrese se encargó de dar dos vueltas rápidas al circuito de Monza.
La actuación del coche fue impresionante. Su V10 funcionó a la perfección, y rugía como un demonio en la larga recta de Monza ante la mirada de miles de espectadores y televisiones, a los que sin embargo, no logró emocionar. Era una máquina espectacularmente rápida: se decía que sus slicks estaban algo viejos, pero con todo logró una punta de 329 km/h gracias a una aerodinámica muy superior a la de los monoplazas y un peso – en el que las fuentes no están de acuerdo – cercano a los 750 kilos.
Su propulsor desarrollaba la tremenda potencia de 620 CV a 13.300 rpm, cifra a la que el motor rugía desesperado, en un envoltorio que sorprendía a propios y extraños. El problema fue que otros fabricantes no demostraron interés en la nueva ProCar. La situación financiera mundial comenzaba a deteriorarse, y muchos no quisieron invertir en una categoría en la que Bernie tampoco renovó su interés. Con todo, Alfa Romeo usó la experiencia para sus futuras participaciones en el WTCC y el DTM alemán.
Fuente: Top Gear | VeloceToday
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