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En 1925 la Torre Eiffel se convirtió en un cartel luminoso de Citroën

Si hay un símbolo de Francia, es la Torre Eiffel. No hay duda alguna de ello. Y si hay una marca francesa icónica es Citroën en mi opinión, responsable de máquinas como el 2CV o el DS, que marcaron un antes y un después en la historia del automóvil. No pudo haber sido de otra manera: la única empresa privada en anunciarse a lo grande sobre la Torre Eiffel fue Citroën, y lo hizo con un rótulo luminoso de cientos de metros, antes de la Segunda Guerra Mundial. Esta es la historia del mejor cartel luminoso jamás creado.

París redescubría la luz y el arte en 1925, en plena explosión art decó.

La Primera Guerra Mundial ya había pasado, y París comenzaba una movida década de prosperidad y estilo. La década en la que Francia demostró al mundo su elegancia y pujanza artística, con movimientos como el art decó. André Citroën quería impulsar su marca por todo lo alto, con agresivas técnicas de mercadotecnia – ni siquiera el marketing era un palabro entonces – y ya en 1922 ordenó a un aeroplano escribir la palabra Citroën en el cielo de París, con el motivo de la inauguración del VII Salón del Automóvil de París.

Aprovechando la Expo de París en 1925, quiso tirar la casa por la ventana. La Expo de 1925 fue un revulsivo, un lavado de cara intenso para París. Los monumentos de la ciudad fueron iluminados, y Citroën aprovechó para poner en la Torre Eiffel uno de los anuncios más grandes y vistosos de toda la historia. Alquiló al ayuntamiento de París tres de las cuatro caras de la torre, sobre las que se instaló un cartel luminoso de más de 150 metros de tamaño. Cada letra iluminada tenía casi 20 metros de altura.

Coca-Cola en Times Square, Sanyo en Londres, Schweppes en Madrid… ya son iconos urbanos de la publicidad.

Cada cara de la torre tenía un cartel idéntico, visible desde casi todos los ángulos de la ciudad. 595 kilómetros de cableado fueron empleados en la instalación, así como miles y miles de pequeñas bombillas. En aquella época los LEDs ni siquiera existían, eran bombillas convencionales de filamento incandescente. En la parte más alta de la torre, varias estrellas se iluminaban, así como varios cometas, con sus correspondientes colas. Tras sus colas, las letras de Citroën se iban iluminando, una por una.

Una instalación que hoy en día seguiría impresionando, hubo de ser revolucionaria hace 90 años. En la parte baja de la torre, empleando los colores de Francia, varios carteles de forma redondeada enmarcaban las fechas «1889-1925», haciendo referencia al año de construcción de la torre y el entonces presente. Cuando este cartel se apagaba, el temporizador encendía un logotipo de Citroën, con el característico chevron. El impacto del cartel fue tan grande, que no se movería de la Torre Eiffel en 10 años.

Citroën tenía una fábrica en pleno centro de París, apenas a unos kilómetros junto al Sena.

Charles Lindbergh – en su vuelo en solitario cruzando el Atlántico de 1927 – usó el cartel para guiarse hacia el aeropuerto de París en plena noche. Se convirtió en un icono de París. Sin embargo, el 1935, Citroën pasaba por dificultades económicas, y no pudo soportar el coste de tener un gigantesco anuncio luminoso en el cielo de París. De haber continuado encendido Hitler lo habría quitado en apenas unos años más, pero quizá hubiera adquirido el estátus de símbolo permanente de París.

Con todo, es recordado como uno de los anuncios más llamativos de la historia.

Fuente: Autocar | Wikipedia
En Diariomotor: Los anuncios de coches que nos dejaron marcados

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Sergio Álvarez

Aunque es técnico en comercio internacional de formación, los coches han sido su pasión (incluso obsesión) desde que apenas levantaba un metro del suelo y sus padres le regalaron un Ferrari rojo a pedales. Su afición se ha profesionalizado en Diariomotor, donde está presente desde 2008. Seguir leyendo...

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