Tras la Segunda Guerra Mundial, los aliados se repartieron el maltrecho territorio alemán. La zona caliente atravesaba Berlín, dividida en dos por los estadounidenses y el bloque soviético. Tras el levantamiento del muro, muchas familias quedaron separadas por un trozo de cemento. Aunque aún era posible atravesar el muro legalmente, era cada vez más difícil y las condiciones empeoraban en el lado soviético. Algunos trataron de escapar, usando métodos de lo más ingeniosos, como cortar el parabrisas de un coche.
Heinz Meixner era un tornero austriaco, que durante un tiempo trabajó en el Berlín de la estalinista República Democrática de Alemania, más conocida como Alemania del Este. En un baile, conoció a Margarete Thorau, una ciudadana de Alemania del Este. Se enamoraron, pero Margarete no podía abandonar su país, ante la negativa de las autoridades. El muro llevaba en pie apenas dos años – esta historia data del año 1963 – y el enfriamiento de las relaciones Este-Oeste no hacía más que perjudicar a los ciudadanos de Berlín.
Las condiciones al otro lado del muro empeoraban por semanas, y Meixner decidió ayudar a su novia y su madre a escapar de Berlín Oriental. Él estaba autorizado a cruzar la frontera por trabajo, pero si un ciudadano de Alemania del Este trataba de escapar, lo más posible es que los guardias abriesen fuego. Ante esta perspectiva, Meixner no se dió por vencido. En primer lugar, pidió prestado a un amigo un pequeño scooter, que caló a propósito ante la barrera que separaba las dos Alemanias, en pleno centro de Berlín.
Esta barrera no era otra que la famosa Checkpoint Charlie, que aún no había sido tan extremadamente fortificada. Tras calar su moto, pudo medir disimuladamente la altura de la barrera que impedía el paso de los vehículos. Tenía unos 90 centímetros de altura. Tras proceder como si nada hubiese ocurrido – ante la total ignorancia de los guardias de la frontera – Meixner comenzó a buscar desesperadamente una agencia de coches de alquiler que tuviese un vehículo de altura inferior a los 90 centímetros.
Evidentemente, no lo encontró, pero tuvo una idea. Alquiló un Austin-Healey Sprite, un pequeño roadster inglés deportivo. Ni cortó ni perezoso, cruzó la frontera a Alemania del Este y allí desmontó su parabrisas. Sin parabrisas, era 7,5 centímetros más bajo que la barrera. El plan de la huida era claro: su novia estaba tumbada tapada por la capota y la madre de su novia estaba escondida en el maletero, cubierta con 30 ladrillos en caso de que abriesen fuego contra el coche. Era un plan desesperado, pero debía funcionar.
Con los nervios a flor de piel, llegaron a la barrera, y el guardia fronterizo sospechó algo al ver un joven visiblemente nervioso, en un coche sin parabrisas. Les dirigió a la sección aduanera. Sin que el guardia tuviese tiempo a advertir la maniobra, Meixner aceleró a fondo – todo lo rápido que sus 56 CV le permitían – y pasó por debajo de la barrera. Los guardias quedaron tan atónitos que cuando quisieron dispararle, estaba fuera de su alcance, ya en territorio estadounidense.
Había desinflado las ruedas para ganar un centímetro adicional, por lo que tuvo problemas para frenar en el otro lado, además de esquivar los obstáculos existentes en la estrecha franja desmilitarizada. La historia de Meixner es una de las historias curiosas que provocó la existencia del muro y la desesperación de muchos de los ciudadanos de Berlín Oriental. Las imágenes de este artículo son una dramatización – con el mismo coche – realizadas por un diario de la época.
Fuente: LA Times | Just a Car Guy
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