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Mercedes T80: 3.000 CV de orgullo nazi para un récord de velocidad que jamás llegó

Pongámonos en situación. Estamos en la Alemania nazi de los años 30, una nación que quería a toda costa demostrar su superioridad frente al mundo. Adolf Hitler estaba obsesionado con los logros deportivos y técnicos, y durante los años 30 alimentó con millones de marcos una batalla por récords de velocidad sobre tierra, que tenía como rivales a Auto Union y Mercedes. El Mercedes T80 habría arrebatado el récord definitivo de velocidad sobre tierra en 1940, pero el récord siquiera llegó a intentarse.

La antesala: Rekordwoche, una locura motorizada sin límites

El know-how generado en los campos de la mecánica y la aerodinámica fue realmente valioso.

Como os comentaba antes, Hitler estaba obsesionado por los logros de Alemania. Su amigo y piloto Hans Stück le convenció de crear un programa subvencionado por el estado con el objetivo de batir récords de velocidad. Con millones de marcos disponibles, fue inyectando dinero a Auto Union y Mercedes, que fabricaban a partir de coches de competición vehículos enfocados a alcanzar la mayor velocidad posible. Pronto ambas empresas estuvieron enzarzadas en una lucha encarnizada por encima de los 400 kilómetros por hora.

Os recuerdo que estábamos a mediados de los años 30 del pasado siglo. Con carrocerías completamente aerodinámicas – desarrolladas en apenas meses, junto a los primeros túneles de viento – estos vehículos experimentales alcanzaban velocidades de infarto en las «Rekordwoche». Una semana en el año 1937, dedicada a los récords de velocidad, aprovechando el trazado recto de varias Autobahn recién estrenadas. El trazado recto tenía la doble función de servir como aeropuerto improvisado, dicho sea de paso.

Los intentos de récord de 1938 se cobraron la vida del afamado Bernd Rosemeyer de Auto Union.

En enero de 1938 Auto Union y Mercedes volvían a competir con potentísimos coches streamliner, en un trozo de Autobahn entre Frankfurt y Darmstadt. El Mercedes W125 – con 736 CV de potencia y una carrocería completamente carenada – de Rudolf Caracciola logró alcanzar 432,69 km/h de velocidad punta. Un récord en carreteras públicas que aún hoy en día sigue en pie. Benrd Rosemeyer no tuvo tanta suerte: su Auto Union se desestabilizó y se salió de la vía a más de 400 km/h. Evidentemente, murió en el acto.

Mercedes T80: el pájaro negro de Hitler

La muerte de Rosemeyer no intimidó a Hitler, que lo glorificó como un héroe del Reich. Hans Stück convenció al Führer de que Alemania debía arrebatar el récord mundial de velocidad sobre tierra. A Hitler le pareció una excelente idea, pues el récord estaba disputado entre Reino Unido y Estados Unidos. Hitler quería demostrar al mundo que ni Sir Malcolm Campbell y su Bluebird eran contendientes para Alemania. Inyectó la tremenda suma – para la época – de 600.000 marcos a Daimler, encargada de desarrollar el proyecto.

Daimler se puso manos a la obra, contando con la ayuda de un diseñador e ingeniero de primer nivel. Un tal Ferdinand Porsche. Junto a Porsche, Mercedes creó un gigantesco chasis tubular en el que instaló el motor de un Messerschmitt Bf-109, un caza de combate. El propulsor DB-603 era un V12 invertido de 44,5 litros de cilindrada, sobrealimentado por un gigantesco compresor. Aunque el motor desarrollaba 1.750 CV en el avión, Daimler logró exprimir la absolutamente descabellada cifra de 3.000 CV (a 3.200 rpm) de sus entrañas.

Hitler quería pintar de negro el T80, y cubrirlo de emblemas del III Reich.

Sólo el motor pesaba una tonelada, por lo que se optó por crear una máquina de tres ejes, dos traseros y uno delantero. Cada uno de esos ejes estaba calzado con neumáticos experimentales diseñados para velocidades nunca antes vistas sobre tierra. El gigantesco Mercedes T80 fue carrozado como si de un avión se tratase, siguiendo técnicas similares. La aerodinámica era clave, por ello se le dotó de dos enormes alas para dar apoyo aerodinámico, así como dos colas, un fondo plano y un habitáculo completamente carenado.

Más que habitáculo debería decir cabina, porque era más parecido a un avión que a un coche. Medía 8,24 metros de largo, 3,20 metros de ancho y 1,74 metros de altura. Con todo, sólo pesaba 2.896 kilos, un peso pluma si tenemos en cuenta que el motor Daimler que llevaba en sus entrañas pesaba 920 kilos. El «Pájaro Negro» – como Hitler lo bautizó – habría participado y arrasado en la Rekordwoche de 1940, si Alemania no hubiese iniciado la Segunda Guerra Mundial al invadir Polonia en septiembre de 1939.

De haberlo logrado, aún tendría el récord de velocidad en vehículos con motor de pistones.

El T80 habría intentado batir el récord del mundo de velocidad en un tramo de 10 km de la Autobahn de Dessau (actualmente la A9), de 25 metros de ancho con la mediana pavimentada. El objetivo de velocidad era ambicioso y muchos afirman que habría sido factible: 750 kilómetros por hora. El Railton Special de John Cobb había alcanzado los 595 km/h en Bonneville en agosto de 1939, y el Reich debía superar dicha velocidad con creces. Pero el conflicto impidió su estreno, y el proyecto fue aparcado al completo.

La idea de Hitler habría sido televisar el récord del T80 a nivel global: el coche habría estado pintado de negro, y mostraría tanto el águila como la swastika, símbolos por excelencia del régimen nazi. La guerra se recrudeció para Alamnia y a finales del conflicto se desmontó el motor, que fue montado en algún caza por parte de la desgastada industria militar alemana. Sorprendentemente el coche no fue destruido, y permanece en manos de Daimler hasta el día de hoy. Está expuesto en el Mercedes Museum de Stuttgart.

Su motor V12 de 44,5 litros desarrollaba 3.000 CV a 3.200 rpm con la ayuda de un compresor.

Habría sido un récord impresionante y muchos dicen que se habría mantenido hasta hoy en día. Actualmente, el récord de velocidad sobre tierra en un vehículo movido por un motor convencional es del Railton Mobil Special. El mismo coche que Alemania quiso batir en 1939 volvió a revalidar su récord en 1947, alcanzando una velocidad máxima de 647 km/h. Cuando el Railton batió el récord, superaba las tres toneladas de peso y tenía 2.500 CV de potencia. Sí, hemos llegado a la misma conclusión.

Pero a veces, la ambición tiene límites. Y el caso de Hitler quizá sea el ejemplo de exceso de ambición más relevante de la historia. Sea como fuere, es una interesante historia que hemos querido compartir con vosotros.

Fuente: Kolumbus | Old Machine Press | Wikipedia
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Sergio Álvarez

Aunque es técnico en comercio internacional de formación, los coches han sido su pasión (incluso obsesión) desde que apenas levantaba un metro del suelo y sus padres le regalaron un Ferrari rojo a pedales. Su afición se ha profesionalizado en Diariomotor, donde está presente desde 2008. Seguir leyendo...

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