En la keynote de Apple de ayer hubo una funcionalidad del reloj de Cupertino que me sorprendió especialmente. El Apple Watch contará con una aplicación que, además de monitorizar las pulsaciones de una madre, es capaz de hacer lo propio con el ritmo cardiaco del bebé que se desarrolla en su viente, e incluso se pueden escuchar los latidos. Si un reloj de pulsera es capaz de hacer eso, ¿qué podría conseguir un coche? Buena pregunta. Desarrollar coches que se preocupen por nuestra salud es el siguiente paso adelante de los fabricantes. Y qué mejor prueba de ello que la última patente de Ford, una tecnología con la que sabrán tu peso y tu frecuencia cardiaca en todo momento.
¿Y para qué quiere Ford conocer nuestro peso o nuestra frecuencia cardiaca? Estos dos parámetros son solo una pequeña parte de todos los aspectos que podría monitorizar un coche. Lo verdaderamente interesante está en el uso de esa información. La patente de Ford incluiría una provisión de datos a los servicios médicos, de manera que ante una alerta eventual, como una dolencia cardiaca, se pudiera intervenir de manera inmediata o incluso prevenir un problema realmente grave (ver patente).
Que nuestro coche sea capaz de recopilar información tan detallada sobre nosotros puede resultar preocupante, como contaban en Autoblog. Lo es. Al menos preocupa el uso que se pueda hacer de esta información. Lo que realmente importa es que exista un protocolo muy estricto a la hora de manejar la información.
Lo que sí garantizamos es que nuestro coche, según avancen estas tecnologías, se desarrollen, y popularicen, será cada vez más parecido a la consulta de un médico. Quizás no podrá diagnosticar enfermedades, ni emitir recetas con una caligrafía difícil de comprender (perdón por el cliché), pero sí proporcionar una información muy valiosa a los profesionales de la salud que nos adviertan de que sucede algo malo en nuestro organismo, que eviten que suframos un infarto mientras conducimos, o que nos animen cuando bajemos de peso y nos reprendan por habernos excedido en las vacaciones y haber practicado demasiado «sillón ball».
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