Una de las noticias más interesantes de esta semana – además del Dieselgate, que ha ocupado nuestra portada durante días – es la legalización de los coches autónomos en el estado de South Australia, situado en el país de idéntico nombre. Aunque es sólo uno de los ocho estados de los que se compone Australia, es el doble de grande que España y tiene en su costa Adelaide, una de las principales urbes de nuestras antípodas. Y muy pronto podrán circular por sus carreteras – y de forma completamente legal – los coches autónomos.
El Ministro de Transporte del estado – Stephen Mullighan – visitó las instalaciones de Tesla Motors hace unas semanas y quedó gratamente impresionado, especialmente en lo tocante a los avances en conducción autónoma. El estado de South Australia no es ajeno a los coches autónomos: a finales de 2015 se cerrará un trozo de la Southern Expressway, en la que varios fabricantes podrán testar sin tráfico su tecnología autónoma. Pronto podrán hacerlo libremente, conviviendo con el resto de conductores australianos.
Esta estrategia tiene un claro objetivo, convertir al estado en un jugador global de importancia en la introducción del coche autónomo. Las pruebas que se llevarán a cabo en noviembre de este año coinciden con un congreso de vehículos autónomos, asegurando una repercusión global. El estado de South Australia es uno de los lugares más ligados a la automoción de todo el continente. No en balde, en la ciudad de Churches, están las plantas tanto de Ford Motor Company como de Holden. Pero ambas plantas cerrarán en 2017.
Australia perderá parte de su identidad automovilística, pero podría ser reemplazada por un gran centro de innovación en lo tocante a coches autónomos. Se espera que tras la legalización del coche autónomo en South Australia, el resto de estados del país podría seguir el mismo sendero. Se estima que la industria del coche autónomo podría tener un valor de 90.000 millones de dólares en 2030. Mullighan está convencido de que esta revolución – teniendo en cuenta la seguridad – será muy positiva para Australia.
La oposición, por el contrario, describe esta repentina devoción por el coche autónomo como una bomba de humo ante el cierre de las fábricas de Holden y Ford en la zona.
Fuente: TLSA
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