Atrás quedaron los tiempos en los que nuestros padres se enzarzaban en un estresante intercambio de instrucciones en el que ella, con el plano en el regazo, gritaba “¡a la izquierda!” y él, al volante y con toda la chiquillería detrás, sudaba tinta para saber si esa orden se refería a la próxima salida o a la que justo acababan de dejar detrás. Por fortuna, la irrupción de los GPS nos ha resuelto la vida enormemente: llegar del punto A al B es ahora más fácil que nunca, aunque… ¿Sabemos sacar realmente todo el rendimiento a este tipo de dispositivos? Lo primero que hay que recomendar es emplear un navegador conectado, o lo que es lo mismo, una aplicación en el móvil que emplee sus datos para obtener información en tiempo real, y lo segundo, recordar estas pautas antes de ponerse en manos de esa taimada voz.
1. Planificar la ruta con antelación.
Parece mentira, pero algo tan sencillo como ser un poco previsores nos ahorrará muchos sustos y sobre todo, logrará que emprendamos el trayecto mucho más relajados. La mayoría de las aplicaciones de navegación cuenta con un planificador de viaje con el cual podremos escoger la ruta más adecuada para el recorrido ¿Por qué es importante ser previsor? Porque al final, un navegador no es sino una aplicación que emplea unos algoritmos mediante los cuales calcula de forma eficiente la ruta más rápida. Pero no es siempre la mejor para nosotros, que estamos al volante. Que nadie se sorprenda si al fiarse ciegamente en el GPS, éste le lleve por un puerto de montaña con curvas retorcidas en un recorrido en el que ahorrará 3 minutos, sí, pero a qué precio en estrés.
2. Ahorra dinero evitando peajes.
Por el mismo motivo expuesto en el punto anterior, hay que ser siempre un poco escéptico con los cálculos matemáticos del software. Así, el navegador seguro que nos lleva por una autopista que nos cuesta, pongamos por caso, 4 euros, y nos ahorra 5 minutos de la siguiente ruta que no tiene peajes ¿Estamos dispuestos a pagar 4 euros por ahorrarnos 5 minutos? Cada cual tiene la respuesta, y dependerá de la prisa que se tenga, pero en ocasiones merece la pena una conducción relajada disfrutando del paisaje y sobre todo, ahorrarse algo de dinero.
3. No, tu GPS no se ha vuelto loco: hazle caso.
Me sucedió este verano: me dirigía por la autopista a un destino relativamente cercano y a 15 minutos de la llegada prevista, Waze me indicó de la existencia de una ruta más corta. Dudé ¿Salir de la autopista aquí? ¿Ir por carreteras secundarias? Pues bien, hice caso a sus instrucciones y mientras circulaba por la carretera paralela, descubrí la causa tras un cambio de rasante: una retención de 13 kilómetros que me había ahorrado gracias a este endiablado artilugio. La mayoría de los navegadores de uso masivo emplean no sólo información oficial de tráfico proveniente de las autoridades, sino lo que resulta más interesante, datos reales de otros usuarios que van por delante de nosotros y que nos ahorrarán valiosos minutos. Lo dicho: mejor hacerle caso.
4. Ahórrate las multas.
A estas alturas de la película prácticamente todo el mundo sabe que algunos de los principales navegadores cuentan con una base de datos de radares fijos actualizada, y estar seguros de que en un despiste no se nos vaya el pie hacia abajo y luego venga Paco con las rebajas nos hará conducir mucho más tranquilos. Pero el GPS también nos puede servir para ser conscientes de la velocidad a la que circulamos: algunos de ellos la ofrecen en pantalla con una gran precisión, e incluso otros, como TomTom, comparan esta velocidad con la máxima legal permitida en esa vía en concreto, con lo que podremos ser mucho más cuidadosos con la velocidad y circular mucho más tranquilos.
5. Úsalo en ciudad.
Es una tendencia natural: utilizar el GPS únicamente en trayectos largos o destinos que no conozcamos. Sin embargo, esta útil herramienta, aunque parezca mentira, es tan eficaz o más que en los viajes que vayamos a hacer. Sí, el recorrido diario al colegio a dejar a los niños o al trabajo puede ser mucho más corto y placentero que dejándonos guiar por la costumbre. “¡Si ya sé cómo se va!”, de acuerdo, nadie nos va a enseñar cómo movernos en una ciudad que conocemos al dedillo, pero muchas veces esa fe ciega en los hábitos oculta rutas alternativas mucho más eficientes. Me ha sucedido muchas veces: volver a casa desde un punto lejano y confiar en el GPS que me indica una calle por la que nunca había pasado y, en efecto, llego mucho antes.
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