El MINI Cabrio se acaba de presentar hace apenas unos días, y es hora de hacer una comparativa visual entre sus tres generaciones. El MINI renacía de la mano de BMW con una coqueta versión descapotable que ya nos enamoró hace más de 10 años. La carrocería cabrio ha desde entonces acompañado al MINI, incluso llegando a lanzarse una preciosa versión Roadster que no será relanzada cuando la generación R57 desparezca del mapa. Veamos en esta comparativa visual las diferencias entre las tres generaciones de MINI Cabrio.
Para empezar, una ración de datos: el MINI Cabrio actual es 98 milímetros más largo, 44 milímetros más ancho y 1 milímetro más alto que su predecesor. Las vías han crecido 42 milímetros delante y 34 milímetros detrás, y su distancia entre ejes 28 milímetros. Su predecesor era un coche pequeño, con una longitud de apenas 3,72 metros. El actual MINI Cabrio es un coche más grande, con una batalla más larga. Sus cotas exteriores son aún contenidas – es un segmento B pequeño – pero su habitabilidad debería mejorar enormemente.
Su plataforma es completamente nueva, una arquitectura modular bautizada como UKL (Untere Klasse) de tracción delantera que también comparte con modelos BMW como el nuevo X1, la Serie 2 Tourer o el recién presentado MINI Clubman. Una arquitectura muy versátil que viene acompañada de cambios ligeros en el diseño exterior, sin perder el ADN de MINI. Quizá la diferencia más significativa a nivel de diseño sea el paulatino crecimiento de los pilotos traseros, así como el exageramiento de sus rasgos distintivos.
Sí se han perdido las bisagras cromadas para el portón del maletero, sólo presentes en la primera generación. Tampoco pasaron de la primera generación los aros antivuelco cromados, siempre levantados, posteriormente ocultos. Todas las generaciones llevan techo de lona, que queda plegado tras los asientos traseros, no hay hueco para maniobras de ocultismo. Y todas las generaciones han pecado de tener unas plazas traseras francamente estrechas, aunque la presente generación pretende cambiar dicho detalle.
También merece la pena advertir que parece no haber pasado el tiempo por las dos primeras generaciones: se mantienen sorprendentemente frescas. De hecho, disfrutan de una posición envidiable en el mercado de segunda mano, reteniendo su valor de forma sorprendente a lo largo del tiempo. En los interiores se nota algo más el paso del tiempo, siendo su última generación ostensiblemente más tecnológica que las dos generaciones precedentes, siendo la primera la más fiel a la filosofía original de la marca.
En lo tocante a motorizaciones, se ha producido una notable escalada de potencia en las versiones más potentes de la gama. Aunque las potencias de acceso – inferiores a 100 CV – han permanecido a raya, el MINI Cabrio Cooper S de 2004 entregaba 170 CV de potencia, procedentes de un motor 1.6 sobrealimentado por compresor. El MINI Cabrio John Cooper Works de segunda generación ya desarrollaba 211 CV procedentes de un motor 1.6 turbo de origen PSA-BMW. Si se lanza un John Cooper Works de la F57, tendrá 230 CV de potencia bajo el capó.
Fuente: MotoringFile
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