¿Podemos confiar ciegamente en los coches autónomos? La respuesta en breve es que sí, aunque su desarrollo se encuentra en una fase todavía inicial, las marcas que se han aventurado en estas aguas han demostrado que la tecnología es fiable. El principio de este tipo de vehículos no admite apelaciones: si el coche respeta a rajatabla las señales de tráfico y por extensión, el código de circulación, resulta inviable, sobre el papel, que sufra un accidente. Los conductores conocen bien esa sensación de seguridad que se percibe cuando se circula con calma, sin ningún tipo de prisa, manteniendo la distancia de seguridad, y con todos los sentidos puestos en la carretera. Pero por desgracia, nuestro día a día no es así: siempre con prisas y con una elevada carga de estrés también alimentada por los interminables atascos.
En definitiva, son las emociones las que al final nos traicionan. Sin embargo, los coches autónomos no tienen sentimientos y por este motivo, no provocan accidentes, pero… ¿los padecen? Sí, han sido pocos, casi testimoniales, los padecidos hasta la fecha y todos ellos con un denominador común: han sido provocados por los humanos.
Los críticos de este tipo de vehículos vieron sus tesis confirmadas cuando se hicieron públicos los primeros accidentes en California en los que un self driving car estaba involucrado, pero pronto vieron que estaban equivocados: en todos, absolutamente todos los accidentes, el factor humano había resultado determinante para la colisión (Fortune). El informe publicado destaca los clásicos incidentes que concluían en una colisión: el vehículo autónomo se encontraba correctamente detenido en un semáforo y otro (conducido por un humano) le embistió por detrás, mientras en otro caso fue otro conductor de carne y hueso el que se cruzó de forma temeraria delante de uno de estos vehículos que no tuvo tiempo de evitar la colisión.
En todos ellos, se reproducen dos elementos: el hombre interviene saltándose alguna norma de tráfico, por un lado, y por otro, pese a activarse correctamente todos los sistemas de seguridad, el vehículo autónomo no fue capaz de evitar el coche por motivos evidentes. Así las cosas, se da una curiosa paradoja: uno no puede evitar cierto miedo al ser pasajero de un coche sin conductor de carne y hueso, pero por otro lado, es precisamente ese conductor humano el que provoca el grueso de los accidentes ¿Exageramos? Para nada: se estima que el 90% de las colisiones son provocadas por el ser humano (Alert Driving).
Una difícil convivencia
Apasionados, airados, emocionados… El ser humano es un cóctel de sentimientos que producen una potencial mezcla explosiva tras el volante. Desde el clásico pique con el coche de al lado al salir del semáforo, hasta un despiste atendiendo un WhatsApp, y eso por no hablar por el laxo respeto del código de circulación de muchos, que pasan de los intermitentes o giran inesperadamente. Sin embargo, las máquinas son precisas y carecen de todas estas emociones y libre albedrío que caracterizan al ser humano, y por ello, más seguras.
Pero… ¿lo son realmente? “Los vehículos autónomos son indudablemente más seguros que los conducidos por humanos”, lo dice sin titubear Chris Urmson, el responsable de la división de automoción de Google, ni más ni menos. El directivo explica en una entrevista (MIT Technology Review) concedida hace tan sólo unos pocos meses que sus coches de pruebas “fueron golpeados hasta en catorce ocasiones” y todas ellas por culpa de conductores distraídos o circulando de forma imprudente. Urmson califica la distracción al volante como “una epidemia” que va dejando un reguero de cadáveres a su paso, y de la que permanece ajeno el vehículo autónomo.
Lo curioso del asunto es que el gigante de Mountain View no hace afirmaciones baladíes, sino que las acredita con vídeos grabados por los propios coches en los que quedan registradas situaciones de riesgo que por desgracia nos hemos acostumbrado a ver a diario. ¿Cómo reacciona un coche autónomo ante una situación de peligro? Bien, si tenemos en cuenta que ésta ha debido ser provocada forzosamente por el ser humano o algo fuera de control (imaginemos que cae un árbol sobre la carretera), los sensores del vehículo ordenarán detenerlo ante cualquier incidencia, pero van mucho más allá.
El sistema de Google ha sido diseñado para inmovilizar el coche ante “situaciones extrañas” en las que no haya garantías de seguridad y en las que pese a no haber riesgo inminente de choque, éste puede suceder. Los coches son muy seguros, pero los humanos, por desgracia, no. La cuestión será, a partir de este punto, de convivencia: mientras siga habiendo personas tras el volante, los perfectos coches sin conductor seguirán padeciendo accidentes, o como explicaba Urmson, recibirán “el impacto” de los vehículos conducidos por humanos.
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