¿Quién no ha oído esta frase alguna vez? Por un momento no vamos a hablar de fiabilidad, y la propensión de un vehículo a visitar el taller, sino del propio concepto que el usuario a veces tiene de lo que es un coche duro y resistente. El mito lo apoya el hecho de que muchos hayamos vivido experiencias, o no las ha contado algún conocido, en las que un pequeño golpe se salda con un parachoques descolgado o destrozado, o un pequeño contacto en un aparcamiento hunde una aleta completa. En casos más graves, en accidentes en carretera, incluso podemos ver cómo un accidente que no llega a saldarse con hospitalizados acaba con un coche irreconocible, un destrozo muy espectacular, e incluso el motor completamente descolgado. ¿Por qué se producen estas situaciones? ¿Es cierto que ya no se hacen coches tan duros y resistentes como los de antes? La respuesta es un sí, con matices. Porque gracias a ello cada año se salvan cientos y miles de vidas en nuestro país.
La percepción visual.
Uno de los aspectos que más influye para determinar por qué un coche es más duro y resistente, y por extensión para cualquiera más seguro que otro, pasa por analizar lo que contemplamos ante nosotros. Es probable que muchos tengan la percepción de que un smart fortwo es un coche endeble, en comparación con un gran sedán de los años ochenta, imagina un Ford Sierra o un Renault 21, con sus líneas angulosas, y sus proporciones generosas. El espectador que contempla a un coche junto a otro, sin más datos, sin más información que le lleve a rebatir esa afirmación, pensará que el gran sedán de los ochenta es más resistente que el smart, e incluso más seguro.
Esta es también la falsa percepción que se tiene de los SUV y los todoterreno, que por su tamaño y altura son percibidos como coches más seguros. La realidad, simplificando mucho, es que su estructura y su tecnología es prácticamente la misma que la de un turismo equivalente, con el handicap de que por su altura, y su masa (pura física), necesariamente no pueden ser más seguros que ese turismo equivalente. Recomiendo la lectura de este artículo de mi compañero Sergio: Desmontando mitos. Quiero un SUV porque es más seguro.
Más allá de esa percepción, que nos lleva a tener una falsa sensación de seguridad en un coche por el hecho de que sea más grande, y pesado, o goce de formas más angulosas, hemos de recuperar otra falsa asociación que necesariamente hacemos a la hora de hablar de seguridad. ¿Es más seguro el coche cuya carrocería se deforma, o el que ante un impacto apenas muestra signos evidentes de daños en su carrocería?
En los últimos años, y décadas, la industria del automóvil ha vivido una auténtica revolución en lo que respecta a la seguridad. Y ya no hablamos de ayudas a la conducción, de ABS, Airbags, controles de estabilidad, e incluso sistemas capaces de frenar automáticamente para evitar impactos leves en ciudad, sino de las estructuras de deformación controlada. Una de las soluciones que más vidas salva cada día es precisamente la de lograr que nuestro coche se deforme, y que lo haga de forma progresiva. La misma razón por la cual un buen casco se parte cuando un motorista sufre un golpe lo suficientemente fuerte en su cabeza. Es pura física. En un impacto entre dos coches, o entre un coche y un obstáculo estático, se ven implicadas fuerzas brutales, cuyas consecuencias pueden atenuarse si se goza de una estructura que pueda absorber dichas fuerzas, aunque implique que la carrocería de nuestro coche se vaya arrugando como un acordeón.
Esa es la razón por la cual los parachoques son generalmente tan endebles, y por la cual un accidente más grave se salda, si se trata de un choque frontal, con un motor completamente descolgado en el asfalto. Este asunto lo explicábamos con más detalle hace un par de años en este artículo: La arruga es bella. La importancia de la deformación controlada en un coche.
En términos de seguridad, por lo tanto, es evidente que resulta preferible que nuestro coche se arrugue, y se deforme, a que aparentemente no sufra tantos daños exteriores, y las fuerzas implicadas en una colisión las reciba el cuerpo de los pasajeros. Pero volvemos al tema de lo que entendemos por dureza y resistencia, que al final es lo que nos importaba en este artículo, y que también está vinculado a estas estructuras de deformación controlada. ¿Significará que esos daños tan escandalosos en un coche moderno son más costosos, y dañinos para nuestro coche, que los «rasguños» que se producían en los coches de antaño? No necesariamente.
De nuevo hemos de pensar en lo importante que resulta absorber las fuerzas de un impacto de manera progresiva, al hecho de hacer que estas se transmitan por toda la estructura del coche. Esas mismas estructuras de deformación controlada se basan en conceptos como el de utilizar varios subchasis.
Digamos que, por norma general, un coche moderno se basa en una estructura central, y un subchasis delantero y trasero. De manera que su diseño facilita que en caso de impacto, por ejemplo un choque frontal, lo primero que destrocemos sea la carrocería, empezando por aletas y parachoques. Que ese impacto produzca también la ruptura, o como mínimo el hundimiento, de un larguero central, que además está pensado para proteger el radiador. Si el impacto es lo suficientemente contundente, también se dañarán los montantes que conforman el subchasis delantero. Pero gracias a todas estas estructuras, no solo habremos protegido a los pasajeros, sino que también habremos logrado minimizar los daños más graves en el coche, en la medida de lo posible.
Antaño era relativamente común que un accidente no demasiado contundente se saldase con un chasis deformado, y la necesidad de rectificar su alineación en una bancada. Hablamos de una reparación costosa, y sobre todo de unos daños con unas consecuencias significativas para la estabilidad, seguridad y confort de nuestro coche.
En resumen, es razonable pensar que un coche moderno, en tanto sus daños en una colisión son ostensibles y aparentemente mayores que los experimentados por un coche antiguo, no es tan duro y resistente. Pero, por otro lado, también hemos de tener en cuenta que esos daños, aunque más ostensibles, generalmente serán menos importantes, y costosos, que los experimentados por ese coche antiguo que aparentemente solo ha sufrido unos rasguños.
Por último, solo recordar, una vez más, la importancia de que nuestro coche se destroce cuando sufrimos un accidente. Esos daños no son únicamente un problema que incrementará la factura de la reparación, sino también un seguro de vida, que junto con otras soluciones consigue que año tras año los fallecidos y heridos graves en carretera sigan descendiendo. Una de las soluciones que ha contribuido a que en 2015 el número de fallecidos en España – con un parque automovilístico de 31 millones de coches – fuera el mismo que en 1960 – cuando solo existían un millón de coches en circulación.
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