Resulta curioso analizar por qué un automóvil goza de determinados sistemas o soluciones técnicas. Los velocímetros centrales tienen tantos defensores como detractores. La idea que persiguen estos velocímetros generalmente es funcional y estética. Son muy famosos los velocímetros centrales de Mini, por estética. Como también lo son los velocímetros centrales del C4 Picasso por practicidad, Citroën creyó que era la mejor idea para integrar su instrumentación central, que en su nueva generación además incluye una pantalla de alta resolución con funciones añadidas. ¿Pero por qué Ferrari instala su propia instrumentación en el puesto del acompañante, del copiloto?
El Ferrari GTC4Lusso, y su predecesor, el FF, no son los únicos que han recurrido a una pantalla en el salpicadero, solo visible para el acompañante, para mostrar un velocímetro digital, entre otras cosas. Pero lo cierto es que el Ferrari GTC4Lusso es el modelo en el que, sin duda, han empleado una pantalla de mayor tamaño y con más información.
El acompañante cuenta con una pantalla en la que, como mínimo, puede ver las revoluciones del motor, la marcha engranada, la velocidad, y las fuerzas G. En cualquier caso, esa pantalla podrá configurarse para disponer de más información añadida. Es lo que Ferrari ha denominado como diseño de Doble Cabina.
Aunque no exista ningún estudio al respecto, sí existe la percepción de que un velocímetro central, o al menos supervisado por el acompañante, y los pasajeros, como el caso de Ferrari, condiciona al conductor, y contribuye a que este circule a una velocidad respetuosa con los límites de velocidad. Probablemente esa sea la razón principal por la cual existen detractores del velocímetro central. Al conductor no siempre le gustará que sus pasajeros tengan tan visible la velocidad a la que está circulando.
Esta idea, la de integrar una instrumentación diseñada por y para el acompañante, quizás sea el mejor ejemplo de la filosofía Ferrari y de cómo la marca busca que no solo el conductor, sino también los pasajeros, se involucren con la conducción de sus deportivos.
Una frikada, sí. Pero también un buen ejemplo de la filosofía del cavallino rampante.
Fuente: Ferrari
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