El 12 de marzo de 1952 Mercedes – Benz presentaba a la prensa su primer coche de competición tras la Segunda Guerra Mundial, un aerodinámico coupé que competiría ese año en el Mundial de Deportivos. El 300 SL ganó aquel campeonato con dobletes en las 24 horas de Le Mans y la Panamericana, y se convirtió en la primera piedra del renacer de la marca. Cuatro años más tarde Mercedes había vencido en dos mundiales de Fórmula 1 y la versión de calle de su 300 SL tenía tal éxito en Estados Unidos que la revista Sports Illustrated decidió dedicarle un amplio reportaje. El 12 de marzo de 1956 salía publicado el extenso artículo de Kenneth Rudeen ilustrado a toda página por unas fascinantes imágenes del SL tomadas por el fotógrafo de guerra David Douglas Duncan. Quizá las más bellas fotografías tomadas jamás de un coche… y en las que apenas es posible distinguirlo. Unas fotografías cuyo relato es un paseo por la historia y el arte del siglo XX, desde Robert Capa a Picasso pasando por la Plaza Roja de Moscú. Hoy hace 60 años que vimos por primera vez «Los fantasmas de Sindelfingen».
«Si un día vas por el sur de Francia, ve a visitar a Picasso y dile que vas de mi parte, es amigo mío«, le dijo Robert Capa a David Douglas Duncan en Estambul en 1947. Capa, que había construído su leyenda junto a la casi olvidada Gerda Taro durante la Guerra Civil española, era el fotógrafo de guerra más famoso del mundo y en ese mismo año fundaba la hoy legendaria agencia Magnum. Duncan era un fotógrafo aficionado a las carreras que había estudiado arqueología en Kansas y acababa de licenciarse de la Segunda Guerra Mundial; sabía quién era Picasso y asintió: «Visitar a Picasso, si. E ir a la luna…«. Sus caminos se separaron sólo para volverse a cruzar accidentalmente y con tinte lúgubre en 1954: Capa volvió a la fotografía de guerra arrebatando a Duncan la cobertura del conflicto de Indochina, y en él encontró la muerte a causa de una mina.
Para entonces Duncan se había hecho un nombre entre los mejores fotógrafos del momento y desde su residencia en Roma había comenzado a seguir esa nueva competición llamada Fórmula 1 de la mano de su amigo de Bernard Cahier, uno de los pioneros de la fotografía de competición. Un día de 1956 la oportunidad llamó a la puerta de Duncan con la voz de Sports Illustrated: «¿Por qué no hacer un reportaje sobre el nuevo 300 SL y el renacer de Mercedes«. David partió hacia Alemania en un viaje que le iba a cambiar la vida.
El coche que se había hecho famoso por sus victorias y sus espectaculares puertas mientras él estaba cubriendo la Guerra de Corea tenía ahora una versión de calle gracias al empeño de Max Hoffman, el importador de Mercedes en Estados Unidos. En febrero de 1954 se presentaba en Nueva York el 300 SL – W198, con su característica silueta, las mismas puertas en ala de gaviota del coche de competición y 30 cv más bajo el capó gracias a la inyección directa. En Europa el coche se presentaría a los soldados de las bases americanas con exhibiciones del viejo campeón Rudolf Caracciola, que lo había hecho debutar en las Mille Miglia de 1952. El éxito fue aplastante: de los 1400 coupés fabricados más del 80% se vendieron en Estados Unidos.
«Quería fotografíar el SL como un sueño, como apenas una silueta difuminada«, afirmaba un anciano Duncan en una entrevista reciente. Al acercarse a la factoría de Mercedes se cruzó con uno de los agazapados coupé atravesando uno de los pueblecitos de la zona y entendió que esa era la imagen: se apostó en las calles de Sindelfingen y fotografió a los coches de prueba que iban y venían de la fábrica en imágenes de larga exposición. Las fotos, reproducidas a toda página en el número del 12 de marzo de 1956 de Sports Illustrated, transformaban al SL en algo completamente nuevo: la máquina de competir de 1952 se había convertido ahora en una obra de arte, en parte del paisaje, en una silueta representada de un modo que los Futuristas imaginaron pero no pudieron plasmar. Cuando hoy decimos que un automóvil clásico es una forma de arte, lo hacemos en parte gracias a esta forma de ver al SL que Duncan plasmó hoy hace 60 años. Pero esto es sólo el inicio de la historia.
«Me dieron el coche como un regalo en agradecimiento por el reportaje. Un Mercedes 300 SL negro«. El reportaje de la revista deportiva tuvo para Duncan un final inesperado: se marchó de Alemania con uno de los coches más cotizados de todos los tiempos, un «gran turismo» con prestaciones de coche de competición que iba a encontrar su destino lejos de los circuitos… pero cerca de la historia.
En 1957, camino de Marruecos, Duncan llegó hasta Cannes y recordando las palabras de Capa decidió hacer una visita a Picasso… si conseguía encontrarlo. Tras mucho buscar consiguió el teléfono gracias a la hija de un amigo suyo piloto de Fórmula 1 y le llamó. «Soy amigo de Capa«, dijo a Jacqueline, quien respondió al teléfono. «De acuerdo, suba«. Duncan llegó hasta el estudio de La Californie donde vivían los Picasso y se encontró a Pablo en la bañera. Pidió permiso para volver al Mercedes a coger su cámara y volvió a fotografiarle. Esa fue la primera foto que tomó del artista.
Duncan y los Picasso se hicieron amigos, y el fotógrafo se convirtió casi en uno más de la familia, compartiendo mucho tiempo con ellos hasta la muerte del artista en 1973. El fotógrafo, y también el «Black Torpedo«, que pasó a formar parte del imaginario de aquella extraña relación, atrayendo incluso la atención de Picasso, quien no sentía la más mínima debilidad por los coches.
En 1958 el americano viajó hasta Moscú retratando al hermoso SL frente a los abultados chapiteles de la basílica de San Basilio. De vuelta se acercó a visitar a Picasso para llevarle una lata de 2 kilos de caviar que éste le había encargado. «¿Cuál es tu pintura favorita Ismael?» le dijo Picasso a Duncan usando el extraño mote con el que se refería a él. El fotógrafo señaló a una de las pinturas de la serie de las Meninas en la que estaba trabajando en ese momento. El artista le cogió la mano apuntando a otra similar: «Es tuyo, como si le hubieras pagado 12000 dólares a Kahnweiler [el marchante de Picasso]» y ese fue su agradecimiento por el caviar.
David recorrió Europa varias veces con el SL que Mercedes le había regalado por las mágicas fotos de «Los fantasmas…».Por ejemplo en junio de 1956 fue invitado por la marca a unas pruebas con el muleto del que sería el 300 SL Roadster, el raro y único 300 SLS. El SLS partía del chásis 9/52 construído para el Campeonato del Mundo de Deportivos de 1952, la misma unidad que acabó 2º en Le Mans aquel año, pero había sido modificado con un motor de W198 y una carrocería abierta. Duncan lo siguió por las carreteras de los Alpes y sus fotografías protagonizaron un amplio reportaje en el número del 12 de octubre de la revista Colliers. Aunque quizá siempre será recordado por su anécdota más famosa: cuando en 1976, cubriendo el rodaje de «Un puente muy lejano» de Richard Attenborough en Holanda, la mafia le secuestró el coche y él pagó un rescate; se lo devolvieron con el depósito lleno y un abrigo que llevaba en el asiento de detrás correctamente planchado.
David Douglas Duncan cumplió 100 años el pasado 23 de enero. En 1996, a sus 80 años, donó el «Black Torpedo» a Claude Picasso, hijo del artista y Françoise Gilot. El «alas de gaviota» más famoso de la historia volvió a formar parte de la familia del artista. Una historia que comenzó hoy hace 60 años. Una de las historias sobre coches más hermosas del siglo XX. Y definitivamente una historia que nunca me canso de contar.
Fuente: Sports Illustrated, 12 de marzo de 1956 | David Douglas Duncan archive, Harry Ransom Center | David Douglas Duncan and the Secret SLS David Douglas Duncan and Pablo Picasso (Entrevista de Frank Leclerc) | Tres genialidades unidas por el arte (Museo Picasso de Málaga)
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