Hace apenas unos días regresaba de Alemania, a donde Ford nos había llevado para probar por primera vez el nuevo Ford Edge. Se trata de un todocamino generalista con aspiraciones premium, que tras triunfar en Estados Unidos, desembarca por primera vez en Europa. No es un inmigrante ilegal, se ha naturalizado con motores diésel y un tacto de conducción más al gusto europeo. Una alternativa diferente y quizá exótica en el segmento de SUV generalistas de gran tamaño, cargada de personalidad y con muchísimo espacio interior.
¿Quién es el Ford Edge?
El segmento de los SUV y crossover sigue su crecimiento imparable. Sólo en España, en lo que llevamos de 2016, el 27,1% de los vehículos vendidos pertenecen a este segmento. La tendencia al dominio de mercado de este segmento es creciente, si tenemos en cuenta que hace apenas un lustro, su cuota de mercado era la mitad. La gama de SUV de Ford estaba hasta ahora compuesta sólamente por los Ecosport y Kuga. El Ford Edge desembarca desde EE.UU. para completar la gama de todocaminos por arriba – con 4,81 metros, es 33 cm más largo que el Ford Kuga.
Este todocamino fue lanzado en 2007 en Estados Unidos, donde triunfó posicionándose como claro rival del Chevrolet Traverse, en parte gracias a una estética diferenciada de su competencia. En 2014 se lanzó su segunda generación, construida sobre la plataforma CD4. El Ford Edge comparte plataforma con los Mondeo y los S-MAX, sin ir más lejos. Ya que Ford ha pasado a ofrecer de forma global una buena parte de su gama, era cuestión de tiempo que el Ford Edge desembarcase en nuestras tierras, habida cuenta de la pujanza del segmento.
Una de las virtudes del Ford Edge, con la que tratará de arrebatar ventas a su competencia, es con su diseño. Su imagen es poderosa, con una mirada muy fuerte y una calandra hexagonal muy definida. El logotipo central de Ford tiene un tamaño realmente grande, especialmente visto de cerca. Esta mirada penetrante está subrayada con dos ópticas cuya firma lumínica tiene forma de herradura, y dos antiniebla cuyo papel estético es clave en este frontal efectista. El tono de color mostaza – Electric Spice – de nuestra unidad también le ayuda a destacar.
Es un coche con mucha chapa, diseñado con la regla de los dos tercios en mente: el habitáculo es dos tercios de la longitud del coche, y la superficie acristalada es sólo un tercio de su altura. Su imagen es fuerte, con una cintura elevada, y a su dureza contribuyen llantas de hasta 20 pulgadas en la versión Sport. Especialmente he de decir que me ha gustado la zaga, donde encontramos unos pilotos LED que cruzan el coche de lado a lado. Un detalle de inspiración muy americana, prácticamente único en el mercado.
Un interior muy amplio y cómodo, ¿pero premium?
Además de robar ventas a los Kia Sorento y Hyundai Grand Santa Fe, Ford quiere vender el Edge a los clientes de las alternativas premium al Ford Kuga. Es decir, aquellos que buscan un Volvo XC60 o un Audi Q5. Son clientes que valoran la imagen del coche y su calidad interior como motivos de compra. Han cuidado el aspecto y el refinamiento interior de este todocamino grande, equipándolo con detalles como un sistema de cancelación activa del ruido, que amortigua tanto el sonido del motor como los ruidos de la carretera.
Las calidades son buenas. El salpicadero está recubierto de un plástico gomoso de buen acabado, estando compuesta de plástico duro las zonas inferiores. Los ajustes de este plástico duro no son perfectos, y en algunas zonas poco visibles dejan algo que desear. No obstante, he de mencionar el buen tacto de los mandos situados en las puertas, los controles del sistema de sonido o la zona de la consola central. He podido probar una versión Sport y una versión Titanium, quedando más satisfecho con las calidades de esta última.
Los plásticos que imitan un acabado metálico son mucho más resultones que el plástico oscuro que imita a la fibra de carbono en la versión Sport, que da sensación de baja calidad. Un Ford Kuga con acabado Titanium tiene remates de calidad ligeramente superior. Donde sí se aprecia un verdadero ambiente premium es en la versión Vignale, gracias a un salpicadero forrado en cuero sintético y una bonita tapicería de cuero perforado. La instrumentación del Ford Edge es completamente digital, a excepción de las escalas de velocímetro y cuentavueltas.
Donde no tengo queja alguna es en lo tocante al espacio disponible. Tanto en las plazas delanteras como traseras el espacio para los pasajeros impresiona. Aunque el espacio para la cabeza disminuye si el coche está equipado con techo panorámico, sigue siendo correcto. Las plazas traseras permiten a personas altas viajar con plena comodidad, y son suficientemente anchas para que tres adultos viajen sin problemas. Sin embargo, al contrario que muchos de sus rivales, carece de siete plazas, y no las puede equipar opcionalmente.
El maletero del Ford Edge tiene 602 litros de volumen. Tiene una boca de carga muy amplia y una superficie plana de carga. Los asientos traseros se abaten mediante la pulsación de un botón, dejando un espacio plano de dos metros de longitud, ideal para grandes cargas. Si bien algunos rivales tienen un maletero ligeramente mayor, dos puntos positivos para el Edge es la dotación de serie de una rueda de repuesto tipo galleta y varios compartimentos adicionales bajo el piso del maletero, relativamente grandes.
Ford vende al Edge como un coche cargado de tecnología. Desde la versión Trend de acceso dispone de tecnologías como el detector de fatiga, avisador de vehículos en ángulo muerto o el sistema Ford SYNC 2 con pantalla táctil de 8 pulgadas. En los acabados Titanium y Sport, y de forma opcional, puede equipar control de crucero adaptativo, un sistema de frenada automática con detección de peatones, aparcamiento automático, asistente de mantenimiento de carril o un sistema de lectura de señales de tráfico.
Otros elementos premium a tener en cuenta son asientos delanteros calefactados y ventilados, asientos traseros calefactados y una toma de corriente de 230 voltios en la consola central trasera, un elemento de equipamiento poco habitual, y muy agradecido.
Al volante del Ford Edge 2.0 TDCi
La gama europea del Ford Edge consiste únicamente en dos motores 2.0 TDCi turbodiésel, en potencias de 180 CV y 210 CV – este último con un sistema de dos turbocompresores en serie y no disponible en el acabado Trend de acceso a la gama. Ambos motores se asocian a un sistema de tracción total Intelligent AWD, un sistema tipo Haldex que mediante un embrague multidisco manda hasta un 50% de la potencia al tren trasero en caso de pérdidas de motricidad delantera. Nos hemos puesto al volante de las dos motorizaciones.
El Ford Edge Titanium con motor 2.0 TDCi de 180 CV es el primero en pasar por nuestras manos. Este motor viene acompañado de un par máximo de 400 Nm entre las 2.000 rpm y las 2.500 rpm. Es un motor de funcionamiento refinado y silencioso, al menos desde el interior del coche. Me ha sorprendido para bien el buen tacto de la caja de cambios, aunque hemos de ser finos para que no haya brusquedades. Sí echo de menos una primera un poco más larga, que no me obligue a subir tanto de régimen el motor para acelerar con rapidez.
Aunque por debajo de las 1.400 rpm el motor pierde su carácter, empuja de forma muy contundente por encima de dicho régimen, y se estira sin miedo hasta las 4.500 rpm. Hemos de tener en cuenta no obstante, que el Ford Edge no es el colmo de la aerodinámica y pesa 1.913 kilogramos, por lo que sus prestaciones no son espectaculares. En contraste, la versión Sport con motor 2.0 TDCi de 210 CV ofrece unas prestaciones marginalmente superiores, gracias también a un par máximo que aumenta hasta los 450 Nm.
Asociado obligatoriamente a una caja PowerShift, sólo en el modo Sport percibo una respuesta más contundente. Con la palanca de cambios en D, es un coche más perezoso que su versión de 180 CV, a pesar de tener 30 CV adicionales. El Ford Edge es un coche orientado al confort, e incluso su versión Sport dotada de una suspensión más firme mima a sus ocupantes – el buen estado de las carreteras alemanas también ayuda. Su rodar es muy silencioso y ni siquiera los baches más fuertes alteran la calma en su interior.
No obstante, sus inercias son considerables si le buscamos las cosquillas en curva, y se siente grande – especialmente a lo ancho, no tanto en longitud – tanto en las estrechas carreteras del campo alemán como en las calles de Munich, abarrotadas de tráfico, taxis y autobuses. Nuestros consumos medios han rondado los 8 l/100 km en ambas versiones, incluyendo tramos de Autobahn a velocidades superiores a los 200 km/h, mucha carretera secundaria y ciudad. Me parecen correctos para el tamaño y potencia de ambos coches.
¿Merece la pena el Ford Edge?
Es una propuesta diferente. Es un coche cuya imagen polariza, pero es y será indudablemente llamativo en nuestras carreteras. Cómodo, espacioso y práctico, es un coche pensado para largos viajes, de carácter muy rutero y dotado de dos buenos motores turbodiésel. Si hay algo que le puede perjudicar, quizá sea su carencia de siete plazas y un precio que arranca en nuestro mercado en 35.375 € para la versión Trend con motor 2.0 TDCi de 180 CV – incluyendo descuentos promocionales, Plan PIVE y financiación.
Sin descuentos, y encargando un Edge 2.0 TDCi Sport de 210 CV, nos vamos por encima de los 52.000 euros . En comparación con un rival directo como el Kia Sorento, es algo más caro a igualdad de motorizaciones y equipamiento, si bien resulta mucho más barato que sus rivales premium. ¿Corre peligro de quedarse en tierra de nadie? ¿Es su imagen suficiente para garantizar un buen éxito comercial? Sea como fuere, quedamos a la espera de probarlo a fondo para transmitiros más impresiones y más detalles a fondo.
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