Las partículas en suspensión son uno de los mayores problemas para nuestra salud, y están asociadas con diferentes tipos de cánceres, y problemas respiratorios graves. Según la Organización Mundial de la Salud (ver informe de la OMS) las más perjudiciales son las PM10, las que tienen un diámetro inferior o igual a diez micras. Razón por la cual son tan importantes los filtros de partículas, por problemáticos que resulten para el conductor (ver cómo evitar averías del filtro de partículas), dado que buena parte de esas partículas se generan en los motores de combustión de nuestros coches. Lo interesante, sin duda, es lo que apunta un estudio de Victor R.J.H. Timmers de la Universidad de Edinburgo (ver estudio) que afirma que los coches eléctricos generan tantas partículas como sus homólogos con motor de combustión. ¿Son los coches eléctricos más contaminantes de lo que imaginábamos?
Una de las críticas más habituales al coche eléctrico se centra en el hecho de que la electricidad que recarga sus baterías, y alimenta su motor, provenga de fuentes de generación basadas en la combustión de combustibles fósiles, lo cual puede ser más o menos cierto según la red de generación de cada país. Y aún así en todos los casos más beneficioso, en términos medioambientales, que utilizar un vehículo de combustión interna. Pero, en este caso, las conclusiones de este estudio no centran su atención en ese aspecto concreto.
Las partículas en suspensión son muy peligrosas por una sencilla razón. Estas partículas se dispersan en el aire que respiramos, nuestros pulmones las absorben, y son capaces de penetrar en su interior y alojarse, agravando el riesgo de desarrollar cardiopatías, neumopatías y cáncer de pulmón. ¿Pero sabías que buena parte de las emisiones que estamos generando al desplazarnos en nuestros coches no se deben únicamente a las emisiones de los motores de combustión interna?
¿Cuáles son las causas de producción de partículas en el tráfico rodado?
Ese es precisamente el quid de la cuestión. Según el informe de la Universidad de Edinburgo, un 90% de las partículas PM10 que genera el tráfico rodado, y un 85% de las partículas PM2,5 (inferiores o iguales a un diámetro de 2,5 micras), se debe a factores ajenos a la propia combustión en el motor. ¿Y qué factores son esos?
Las partículas en suspensión no solo se generan en la combustión, razón por la cual no te gustaría vivir, por ejemplo, junto a una obra en la que se estén excavando unos terrenos, o junto a una mina a cielo abierto. En ese 90% de las emisiones de PM10 que cita este artículo deberíamos incluir las partículas que se generan en el propio desgaste de los frenos, en el propio desgaste del neumático, e incluso en el contacto de la banda de rodadura con el asfalto, que desgasta la superficie del firme y levanta partículas igualmente peligrosas cuando quedan suspendidas en el aire, y entran en nuestro aparato respiratorio.
Las partículas derivadas de la combustión son muy peligrosas, pero no menos que las derivadas del desgaste del neumático o los frenos, que contienen metales de diversa índole, como el zinc, el plomo, el cadmio, o el bario (ver informe de la Unión Europea). Dicho lo cual, ahora entendemos por qué los coches eléctricos no pueden librarse de esas emisiones de partículas, independientemente de que se muevan sin necesidad de combustión. ¿Pero por qué sus emisiones no son, aún así, inferiores a las de sus homólogos de motor térmico?
Apunte: el estudio que mencionamos en este artículo no es el único que alerta de las fuentes de emisiones de partículas no relacionadas con la combustión. Véase este estudio de la Comisión Europea.
La razón esgrimida por el informe de la Universidad de Edinburgo no es otro que el hecho de que las emisiones derivadas por fuentes ajenas a la combustión sea muy dependiente de la masa del vehículo, de manera que un vehículo más pesado emitirá más partículas relacionadas con el neumático, los frenos, o el contacto con el asfalto. Y los coches eléctricos, como consecuencia de la necesidad de emplear baterías pesadas, que suelen hacer que en su conjunto su masa supere a la de un coche con motor de combustión equivalente, emitirían más partículas que harían que sus emisiones se equiparasen con las de un diésel o un gasolina.
El razonamiento es interesante y me atrevería a decir que imprescindible, para llevarnos a entender que las emisiones que se derivan de conducirnos en un coche privado no solo tienen que ver con lo que sucede en el motor. Pero también es cierto que sería necesario matizar algunos aspectos, como también recordar que existen otros muchos contaminantes peligrosos, derivados del tráfico rodado, que van más allá de las partículas.
Habría que ver hasta qué punto los frenos de un coche eléctrico generan tantas partículas derivadas de su desgaste como sus homólogos de combustión interna. Empezando por el hecho de que los coches eléctricos, por sus requisitos energéticos, cuenten con sistemas de regeneración de energía más sofisticados. Sin ir más lejos, hemos probado varios eléctricos que podrían conducirse con un solo pedal, el del acelerador, con sistemas de regeneración de energía con tanta retención que prácticamente no es necesario tocar el freno. Esa es una de las razones por las que algunos híbridos, como el Toyota Prius, aseguran alargar la vida de sus frenos muy por encima de lo que esperaríamos en un coche sin alguna suerte de hibridación. Pero aún hay más, ¿deberían las partículas en suspensión disuadirnos de seguir apostando por el coche eléctrico?
Las partículas no son el único problema del tráfico rodado, ni el más preocupante
Las emisiones que generan los vehículos de combustión interna no solo tienen que ver con las partículas en suspensión. El CO2 es muy socorrido, sobre todo ahora que se habla tanto del cambio climático y el calentamiento global, pero sobre todo otros contaminantes – como los NOx – que están generando tantos problemas en grandes ciudades como Madrid o París.
Dicho lo cual, si el parque automovilístico estuviera compuesto de un porcentaje más alto de coches eléctricos, viviríamos en un mundo mejor. No os quepa la menor duda.
Es importante que se desarrollen sistemas de frenado, y neumáticos, capaces de reducir esas emisiones de partículas, pero también seguir apostando por vehículos que prescindan de la combustión, o en la medida de lo posible, reduzcan su importancia mediante diferentes sistemas híbridos. También es importante que nos preocupemos por conseguir que la generación energética de un país, la que alimenta nuestros hogares, y la que alimenta las baterías de los coches eléctricos, provenga de fuentes renovables.
Es imprescindible que desde la industria se siga abogando por fabricar coches más ligeros, y por conseguir que las baterías utilizados por los eléctricos mejoren su densidad, siendo capaces de almacenar más energía en un pack de baterías más ligero, y compacto.
Y todos esos pasos, y no solo uno de ellos, redundarán en el objetivo final que es conseguir que la movilidad del tráfico rodado sea más sostenible, y menos perjudicial para el medioambiente y, por supuesto, nuestra salud.
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