El Alfa Romeo 4C es posiblemente uno de los coches que más me he alegrado de conducir en el 2014 compartiendo lista, entre otros, con el BMW i8 y con el Morgan 3 Wheeler. Tiene un sinfín de ingredientes que lo convierten en uno de esos juguetes para adultos que tanto nos gustan a los petrolheads: un peso muy contenido, un chasis de fibra de carbono, una buena relación peso/potencia, el motor a la espalda, es biplaza, tracción trasera, bajo, ancho, tiene un buen sonido (diría que el mejor entre los coches de 4 cilindros)… y además es bonito.
Vuelvo a verme las caras con el Alfa Romeo 4C, vuelvo a ponerme tras su volante. Eso sí, en esta ocasión el lugar de la cita ha cambiado un poco. Estamos en el circuito del Jarama y es el momento de comprobar como es de capaz el nuevo deportivo de Alfa Romeo sobre el firme del trazado madrileño.
Al final del box, esperando paciente, en el pit lane, me esperan tres unidades del 4C, entre ellos uno con una bonita combinación de carrocería gris y pinzas de freno amarillas. Queda aún una media hora para que alcancemos el medio día, el asfalto aunque frio esta seco tras las tormentas de los días previos y sobre el trazado luce el sol. Alfa Romeo ha invitado a algunos de los primeros propietarios del Alfa Romeo 4C y de paso nos han llamado para ver como se desenvuelve en circuito junto a sus hermanos, el Alfa Romeo Mito QV y el Alfa Romeo Giulietta QV.
No falta incluso a la cita los recientes Alfa Romeo Mito Junior y Giulietta Sprint… pero la verdadera sorpresa nos la llevamos con un Alfa Romeo 8C aparcado en uno de los box y del que buena cuenta daremos en un artículo al margen de este.
Ya arrancado, cogiendo temperatura, me espera el Alfa Romeo 4C. El tiempo apremia, apremia demasiado, pero no puedo evitar dar un par de vueltas a su alrededor para volver a disfrutar de su silueta, de esos curvados pasos de rueda, de las tomas traseras de aire con forma de corazón, de ese apéndice aerodinámico posterior… sí, su diseño me tiene totalmente cautivado y aún todavía me pregunto cómo es que no tengo un Lotus Elise en mi garaje.
En persona se percibe mucho más ancho que en las fotos e incluso pasas a mirar sus peculiares y polémicas ópticas con buenos ojos, pero es la hora de zambullirse en su interior y ponernos en marcha.
La fibra de carbono de su chasis nos da la bienvenida a un interior desprovisto de cualquier superfluo aditivo, sólo una pequeña radio de corte clásico dispuesta a hacerse un hueco entre las deliciosas notas de la melodía de un motor que llega prácticamente sin filtración alguna al habitáculo. Parece incluso que si prestas atención vas a poder llegar a escuchar los inyectores trabajando.
A nuestra espalda un motor de 4 cilindros en línea sobrealimentado, de 1.750cc y desarrollado en aluminio, que entrega una potencia de 240 caballos al eje posterior con un par de 350 Nm, contando con una caja de cambio de doble embrague TCT que se opera desde unos botones situados en el puente central; a nuestro alrededor una buena y baja posición de conducción en un conjunto que, en seco, no llega a los 900 kg; al frente el final del pit lane y los últimos metros de la recta del Jarama. Hora de hundir el acelerador.
A nuestros pies un preciso y bonito pedalier que choca con un volante de dos radios toscos y de aspecto muy mejorable, algo que también podemos decir de elementos como los aireadores, pero que al menos es pequeño y agraciado en las maniobras en circuito. Por supuesto entrar a cuestionar a este coche por los acabados interiores implica no entender su filosofía. Tras este volante el display del velocímetro de su instrumentación totalmente digital no para de ascender en nuestro recorrido hasta el final de recta al tiempo que un sonido gordo, como de compacto muy caliente, invade el habitáculo. El turbo tiene todo el protagonismo de esta melodía, no paras de escuchar soplidos y más soplidos en cada metro recorrido. Me agrada por lo poco filtrado que esta, pero al mismo tiempo se muestra menos puro de lo que me gustaría.
Coge ritmo rápido, acelera con encomiable presteza y la respuesta de su propulsor es contundente, llegamos al primer giro a derechas y clavamos frenos antes de marcar el ritmo con una dirección que recordemos carece de asistencia.
El tacto de la frenada es duro y sus frenos, firmados por Brembo, trabajan a la perfección. A la dura dirección de las maniobras lentas en el pit lane le acompaña ahora una suave sensación que gana peso al negociar el primer giro pero que no nos exige demasiado volante para marcar la trazada. Un pequeño giro y ya tenemos enfilada la curva.
Ganamos ritmo, empezamos a aumentar la velocidad y enseguida estamos afrontando la subida de Le Mans a Ascari con una muy grata sensación, tras haber pasado por Farina, de que el coche es capaz de asumir las curvas con una enorme entereza, con un excelente paso por curva que nos brinda unos primeros compases neutros (aunque alejados de los pasos por curva de coches como el Golf R, el RCZ R o el TT RS) para desvelarnos seguidamente un muy ligero subviraje que nos ayuda a enfilar la salida de la curva.
El bacheado de los pianos del Jarama se notan bastante en el habitáculo, llegan con bastante contundencia a los asientos. La suspensión es muy firme y el aislamiento mínimo, notas perfectamente esas pequeñas piedras que se han adentrado sobre el firme del circuito.
La caja de cambios TCT es rápida, responde perfectamente a nuestras ordenes y en el segundo giro, rodando ya con mayor confianza y más rápidos, me encuentro con que el 4C no busca perder la zaga en ninguna curva. Lo podríamos forzar a ello a golpe de gas, sí, pero la naturaleza de este coche se presta precisamente a todo lo contrario.
Los soplidos de su turbo siguen acompañándonos metro a metro en nuestro encuentro en el Jarama. La entrega de par es contundente desde los primeros pasos y a tu alrededor notas como empiezan a invadirte todo un cúmulo de sensaciones (dirección, poco aislamiento, posición de conducción, su anchura, su sonido…) que hacen de la conducción del 4C una experiencia más que adictiva y de hecho mientras agoto los minutos en el circuito y afronto la entrada al pit lane voy pensando en repasar de nuevo los anuncios de segunda mano del Lotus Elise… estuve a punto de hacerme con uno semanas atrás y el Alfa Romeo 4C bien se encarga de recordarme por que quiero uno. Me sacudo la cabeza, escucho las últimas notas graves de su motor, freno y me desabrocho el cinturón. Un último repaso ocular a mi alrededor (maldiciendo de nuevo lo feo que me parece el volante) y abandono el bajo habitáculo de este italiano. Suspiro.
Me espera a unos pocos metros del 4C un Alfa Romeo Mito Quadrifoglio Verde. Las comparaciones son odiosas. Me monto, ajusto los mandos y me lanzo a afrontar unos cuantos giros más al Jarama antes de comer. Me los tomo como terapia de desintoxicación, el 4C me tiene enamorado.
Reflexiones a pie de pisto
De camino a la remodelada cafetería del Jarama me encuentro con un par de 4Cs de clientes. Uno de ellos es la edición especial de lanzamiento, el otro luce un espectacular aspecto, rojo con el techo negro y las llantas doradas. Impresionante. También hace acto de presencia un Lamborghini Huracán y un Gallardo, pienso que si yo tuviera también uno de estos astados por el garaje no dudaría en comprarme también un Alfa Romeo 4C.
En la cafetería del Jarama me espera un plato de pisto sobre el que ir reflexionando antes de lanzarme al teclado. Me encanta el Alfa Romeo 4C, la crudeza de sus sensaciones, las pocas “medias tintas” de su concepto y la facilidad que transmite sin embargo al abordar una curva. Sentimientos encontrados con su sonido y una grata sensación en lo que concierne a la entrega de potencia, su paso por curva, sus suspensiones y su frenada.
Estéticamente me encanta, lo preferiría con los nuevos faros del 4C Spider, sí, con los faros con los que se comercializa en Estados Unidos, pero vuelvo a decir que poco a poco y en directo voy viendo con mejores ojos estas ópticas.
La duda ya la planteé tiempo atrás, cuando me monté por primera vez en el 4C, ¿me lo compraría antes que un Porsche Cayman? Difícil cuestión desde luego. El Porsche nos ofrece grandes dosis de deportividad con un cuidado habitáculo que tiene mucho de GT y un aspecto realmente atractivo, la fórmula a priori parece mejor que la del 4C, pero el italiano tiene ese encanto pasional que te hace mandar a tomar vientos todo atisbo de comodidad. Difícil cuestión la de elegir entre un Porsche Cayman y un 4C y es que no, no son del todo comparables, pero ahí están los dos, deportivos, biplazas, con el motor en su sitio y a precios parejos…
Hora de afrontar el túnel de salida del Jarama. Espero que nos volvamos a ver pronto 4C. Por si cuela yo ya le he pedido el mío a Papá Noel…