En ocasiones muy puntuales, logramos acceder a coches de prueba que siquiera se venden en Europa. Una de estas ocasiones tuvo lugar hace unos meses, cuando en un viaje a Estados Unidos, los gestores de la flota de prensa del Grupo FCA en la coste este tuvieron a bien cedernos un Dodge. Y no fue un Dodge cualquiera, fue un impresionante Challenger Scat Pack, con motor 392 HEMI. Una prueba en la que hemos podido experimentar un verdadero muscle car moderno, una joya con ruedas de la que en Europa, por desgracia, estamos privados.
Pongámonos en situación. Si eres joven, tienes algo de dinero ahorrado y lees Diariomotor, posiblemente te quieras comprar un coche. A lo mejor buscas un clásico popular, o quizá acabes comprando un compacto moderno con un motor de gasolina de unos 150 CV. Si de verdad eres un quemado, puede que te decidas por un Honda Civic Type R y sus 310 rabiosos caballos. Si vives en Estados Unidos y te gustan los coches, tienes muchas más opciones. Podrías optar por una enorme pick-up como la Ford F-150, o podrías optar por un muscle car.
Si viviera en Estados Unidos, no tendría duda alguna. La actual generación de muscle cars está compuesta por los Ford Mustang, Chevrolet Camaro y Dodge Challenger, todos ellos iteraciones modernas de aquellos maravillosos muscle cars que enamoraron a la juventud estadounidense a finales de los años 60. Máquinas irreverentes, con enormes motores V8 e infinitas posibilidades de potenciación. El máximo exponente de una cultura construida en torno al automóvil, alimentada por las ansias de libertad y el combustible barato.
Actualmente, los Ford Mustang y el Chevrolet Camaro son coches sensatos, disponibles incluso con mecánicas turbo de cuatro cilindros. Tienen un equilibrado comportamiento dinámico y no tienen un excesivo apetito por el combustible en sus versiones más convencionales. Nadie te miraría mal en el parking de una gran empresa. Con el Dodge Challenger que estuvo aparcado en mi garaje durante una semana, las miradas de reojo están asegurados. Es el equivalente automovilístico a un enorme corte de manga. Me encanta.
Incorrección política sobre ruedas
Cuando probé el Dodge Challenger Scat Pack 392 HEMI, estaba viviendo en la casa de la familia de pareja, a la que había ido a visitar durante tres semanas. Al contrario que en España, en Estados Unidos las empresas que gestionan las flotas de prensa de los fabricantes llevan los vehículos a tu domicilio. Y allí estaba, apareció con un pesado gorgoteo, asomando lentamente su infinito morro por una coqueta calle de los suburbios de Nueva Jersey. Llamativo, cantoso, macarra… sigo infravalorando su impacto visual.
Al lado de los Toyota RAV4, los Honda Civic y los Volkswagen Jetta que llenaban las calles de Maplewood, nuestro Dodge Challenger Scat Pack no pasaba desapercibido. Para más inri, esta unidad concreta estaba pintada en el color Plum Crazy, un morado brillante directamente sacado del catálogo de Mopar de finales de los años 60, en el que sólo los Dodge y Viper más potentes pueden ser pintados. En mitad de su enorme capó, la toma de aire Shaker se agita ligeramente con el motor en marcha. En sus lados se puede leer «392 HEMI».
Bajo su enorme capó late con un pesado ralentí un enorme ocho cilindros atmosférico. Un V8 de 6,4 litros de cilindrada, dos válvulas por cilindro e inyección indirecta de combustible. «There’s no replacement for displacement» – no hay reemplazo posible para la alta cilindrada – me dice un vecino, que comienza a hablarme de sus tiempos mozos, en los que tenía un Dodge Coronet amarillo con un motor de 383 pulgadas cúbicas. Aquél hombre, de unos 70 años de edad, había vivido en sus propias carnes la verdadera edad de oro del muscle car.
Nuestro Dodge Challenger es un coche completamente anacrónico. Un coupé de dos puertas y 5,03 metros de longitud, diseñado en una época en la que el culto al «más grande es mejor» es una actitud denostada e ilógica. Quizá por eso es un coche tan especial. Apenas quedan fabricantes que se atrevan a producir máquinas con tan poco sentido. Que el Dodge Challenger haya sido diseñado abiertamente como un homenaje rodante a la era muscle car llena mi corazón, y debería ser sólo por ello admirado por todo fan del automóvil.
Conociendo al Dodge Challenger 392 HEMI Scat Pack
No me canso de admirar sus líneas, imponentes y muy marcadas. Está aparcado en el «driveway» de la casa suburbana en la que me alojo, y por un momento intento trasladarme al pasado, imaginar que es un Challenger R/T del año 1970 el que está aparcado ante mis ojos. Y de repente, todo cuadra. Su color Plum Crazy, su escasa superficie acristalada, su vibrante «Shaker Hood», sus fuertes caderas, sus enormes escapes traseros. Su doble faro, su tipografía clásica, sus vinilos longitudinales de color negro mate. Todo está donde debería.
Me pellizco, y sigue siendo el año 2016. Bendita Dodge. Hablemos un poco de la gama Challenger, y dónde encaja esta versión. Dejando a un lado las versiones básicas – equipadas con motores V6 de 3,6 litros – el primer Challenger «interesante» es el R/T. Está dotado de un V8 HEMI de 5,7 litros y unos respetables 375 CV de potencia. Los extremos superiores de las altas prestaciones «Made in Detroit» de Dodge ya son conocidos: los extraordinarios Hellcat de 707 CV y los 392 HEMI, ambos bajo el amparo de la submarca SRT.
Aquí es donde las cosas se complican un poco. Nuestro Dodge Challenger Scat Pack está a caballo entre los radicales SRT – abiertamente enfocados a las altas prestaciones – y los R/T, más polivalentes, pero con cierta garra. El conjunto de modificaciones conocido como Scat Pack inclina la balanza hacia las altas prestaciones. También comparte motor con el SRT Challenger 392 HEMI, antes conocido como SRT8. A todos los efectos, el Challenger 392 HEMI Scat Pack es una versión ligeramente descafeinada del SRT 392 HEMI.
¿Entonces, que es eso de Scat Pack? En sus orígenes, el Scat Pack Club nace en 1968 como un servicio de suscripción: pagando 3 dólares de la época, los suscriptores recibían una newsletter mensual con noticias de competición, consejos para modificar los Dodge, pegatinas, materiales promocionales… agrupados bajo el logotipo de un abejorro, con casco, gafas, cara de velocidad y un motor instalado en su abdomen. Una forma ideal de llamar la atención a los más jóvenes, así como a los más adictos a la aceleración.
Pronto se ofrecieron los Scat Pack en diferentes vehículos, como un conjunto de modificaciones diseñadas para hacerlos más rápidos, más potentes y más agresivos visualmente. Casi 50 años después, el Scat Pack instalado en nuestro Dodge Challenger hace lo mismo. Las modificaciones consisten en un equipo de frenado con discos Brembo rayados y pinzas de cuatro pistones, suspensión deportiva Bilstein puesta a punto por SRT, un modo Sport de pilotaje – con parámetros completamente personalizables – y un escape con válvulas de mariposa para un sonido más potente.
El SRT 392 HEMI posee frenos de mayores dimensiones y neumáticos más anchos. Eso es todo.
Aterrorizando a los vecinos
Basta de cháchara. Es una fría mañana, pero es hora de divertirse. Me acomodo en el enorme butacón del conductor y desde el primer momento, percibo una alarmante falta de visibilidad. La ventanilla trasera es muy pequeña, y todo lo que veo hacia delante es capó. Pero su interior me atrapa con un aire retrofuturista. Profundos relojes analógicos, combinados con una enorme pantalla de información. Bordados vintage en los respaldos, molduras de aluminio, y a su lado un sistema de infotainment Uconnect con pantalla de 8,4 pulgadas.
¿Y ese «pegote» en mitad del capó, reduciendo aún más mi visibilidad? Es un extra conocido como «Shaker Hood» – de nuevo con un origen firmemente anclado a finales de los años sesenta. Una admisión de aire frío firmada por Mopar, conectada físicamente al motor, asomando por el centro del capó. Cuando el motor se mueve o se sacude, también lo hace al compás la enorme toma de aire. Sí, es una macarrada enorme, y más cuando en sus lados se lee «392 HEMI» en color rojo. Pero qué le voy a hacer, el detalle me enamora.
Cómodo y protegido en su interior, piso el freno y el motor se agita, sacude el coche entero y despierta con un enorme estruendo. El vecindario entero sabe que he arrancado el Challenger. El V8 amartilla mis tímpanos, resonando sus 492 CV de potencia en las finas paredes del garaje. A los pocos segundos, el ralentí se estabiliza en unas 600 rpm y el sonido se transforma en un pesado gorgoteo. Así deberían sonar los motores, no como esas aspiradoras sin personalidad que tenemos en Europa. Así de crudos, así de viscerales.
Nuestra unidad está equipada con una caja de cambios Torqueflite de 8 relaciones. Es la conocida caja automática ZF de convertidor de par, que tan buen resultado da en multitud de vehículos. A ritmos tranquilos, el motor circula muy bajo de vueltas, casi como si de un diésel se tratara. Tiene tanto par, que rara vez necesita superar las 2.000 rpm. Un sonido penetrante inunda el habitáculo al pisar el acelerador, incluso a ritmos tranquilos. No, no vas a oír demasiado bien a tu acompañante, o a los pasajeros de las plazas traseras.
No es un coche en el que te vayan a acompañar habitualmente, es realmente muy poco práctico: en relación a su tamaño, sus plazas traseras y su maletero son ridículos, su suspensión es deportiva, y su falta de visibilidad llega a ser estresante si te toca hacer maniobras, o soportar atascos constantes. ¿Pero sabéis qué? Toda consideración lógica, todo argumento sensato, se olvida a su volante. Es un coche que apela únicamente a nuestras emociones, a la parte más irracional de nuestro cerebro. Y lo hace mejor que ningún otro.
Todos tus problemas se te olvidarán cuando pises a fondo el acelerador. Todo tu cuerpo se hundirá en el asiento, mientras su sonido – cada vez más ronco y amartillado – ametralla tus oídos. Sus desmesurados 644 Nm de par motor máximo parecen no tener fin. Los 100 km/h caen en poco más de 4 segundos, y si no levantas el pie derecho del acelerador, pronto tendrás luces azules y rojas en tu retrovisor. Parece increíble que un coche de dos toneladas sea tan rápido. Su aceleración, su sonido… es una sensación embriagadora.
Quien no haya experimentado la aceleración de un V8 atmosférico de alta cilindrada, está tardando en hacerlo: este tipo de motores están en claro peligro de extinción. El Dodge Challenger 392 HEMI Scat Pack cae en los tópicos: es un coche excelente para acelerar en línea recta, pero no es un coche para irse de curvas. Es muy pesado, sus inercias son desmesuradas y a pesar de tener un potente equipo de frenado, pronto se fatiga de parar dos toneladas de peso. Y todo esto, sin hablar de sus neumáticos.
Son unos Goodyear Eagle F1, de sólo 245 mm de sección. Un coche así, con tanto par motor – y no lo olvidemos, prácticamente 500 CV de potencia – necesita al menos 275 mm de goma en el eje trasero. Con tanto peso su agarre es limitado y es sumamente sencillo sufrir pérdidas de tracción – o provocarlas. Si quieres que el vecindario tenga un día nublado, pisa un poco más el acelerador y dejarás tras de ti una enorme nuble blanca. Lo que también se nubla es el sentido común, incitándonos a ser un tanto cafres.
Los tópicos son ciertos, sí. Es ideal para ir en línea recta, acudir al drag strip, batirse en duelos callejeros de aceleración. Su sistema Uconnect dispone de una aplicación llamada Performance Pages. Permite hacer todo tipo de mediciones: medios, cuartos y octavos de milla, aceleraciones hasta las 60 o 100 millas por hora, medir fuerzas G… Además, permite mostrar en pantalla la temperatura del aceite, la temperatura de la transmisión, la presión de aceite, el voltaje de la batería… todo un centro avanzado de información.
Por cierto, mi mejor cuarto de milla ha sido de 13,3 segundos, en unas condiciones no idóneas. No me preguntéis como o dónde lo he logrado.
De viaje por EE.UU. con el Dodge Challenger
Sí, es posible hacer largos viajes con el Dodge Challenger 392 HEMI Scat Pack. Me embarqué en un roadtrip de casi 800 kilómetros con mi pareja y el Challenger para analizar su comportamiento rutero. Y lo cierto es que puede sorprender: a un crucero de unas 75 millas por hora – unos 120 km/h – y con el aire acondicionado conectado, el Challenger arroja unas 22-25 millas por galón, un consumo de entre 9 y 11 l/100 km. Un consumo más que correcto, teniendo en cuenta que el galón de gasolina costaba poco más de dos dólares.
Ahora bien, en ciudad es casi imposible bajar de los 16 l/100 km, y si nos pesa el pie derecho, el consumo se puede disparar por encima de los 20 l/100km. Con todo, la media durante los 1.000 km de prueba fue de 12,2 l/100 km. ¿Puede llegar a ser un coche rutero? Si el firme es bueno, es un coche cómodo, con una suspensión que no maltrata a los ocupantes. Aunque el motor es rumoroso, el habitáculo está bien aislado y se puede incluso disfrutar de Bruce Springsteen, sonando a todo volumen en el equipo de sonido.
Un sistema Alpine, con 9 altavoces, subwoofer y 506 watios en el caso de nuestra unidad. ¿La canción? No podía ser otra que «Racing in the Street», de su fantástico «Darkness at the Edge of Town». Durante unos días, exploramos pueblos de Pennsylvania y la costa de Nueva Jersey. Casi parecía que estábamos viviendo un episodio de «The Sopranos», enamorándonos de los paisajes y de su cultura popular. El resultado del viaje también fue un profundo enamoramiento del Dodge Challenger.
De su estética retro, su actitud políticamente incorrecta. Pocos coches me ha dolido más tener que devolver al fabricante. Sé que es un coche sin sentido alguno en países como España, pero en Estados Unidos es incluso posible mantenerlo y darle de beber sin mayores dificultades. Es un coche en peligro de extinción: los V8 atmosféricos de alta cilindrada tienen los días contados, y sobreviven sólo en nichos de mercado. Nichos de mercado en los que la imagen, y la nostalgia juegan un papel clave.
Su origen estadounidense, décadas de tradición y su peculiar carácter convierten al Dodge Challenger 392 HEMI Scat Pack en un coche único, muy diferente a los Camaro y Mustang, con los que se suele comparar. Un coche al que las críticas se dirigen al hablar de eficiencia, un coche que los abuelos miran con nostalgia, pero en el que odiarían ver a su nieta subida. Una máquina cuya futura generación probablemente será más pequeña, más ágil, más eficiente… y menos auténtica. Un dinosaurio con ruedas.
Un coche que jamás olvidaré.
Fotos por Loralein Photography.
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