Hay que reconocerle el mérito a Dodge. Han mantenido vivo un coche como el Dodge Charger, construido sobre la plataforma modificada del Mercedes Clase E W210 – sí, el sucesor del W124 – y lo han convertido en el que posiblemente es el único verdadero muscle car actualmente a la venta. Porque sólo los Dodge Charger y Dodge Challenger son auténticos muscle cars: grandes, pesados, poco prácticos y sobre todo, muy políticamente incorrectos. Sus versiones Hellcat son la guinda de este cóctel explosivo, que ahora ha sido aderezado en el caso de los Charger con una nueva versión Widebody de carrocería ancha. Satán es mi señor, y el Dodge Charger SRT Hellcat Widebody es su infernal montura.
El Dodge Charger SRT Hellcat sigue siendo la berlina de producción más rápida y potente del planeta, superando a pesos pesados como el Porsche Panamera en su versión Turbo S enchufable. Es una máquina anacrónica, propulsada por un vetusto motor HEMI de dos válvulas por cilindro. Un motor HEMI de 6,2 litros, sobrealimentado hasta los 707 CV. Potencia que es transmitida al tren trasero, aficionado a dejar muchas marcas negras en forma de once allá por donde pasa. Será anacrónico y se pone nervioso cuando llegan las curvas, pero derrocha personalidad y carácter – algo que escasea en el mundo de los coches hoy día.
Hace ya años que teníamos entre nosotros a los Dodge Charger SRT Hellcat, que son ahora actualizados en más profundidad de la aparente. En primer lugar, tenemos un incremento de anchura de casi 9 centímetros, algo patente en los enormes pasos de rueda ensanchados y unos nuevos paragolpes. Si el Charger era antes musculoso, ahora es casi un culturista. Este incremento de anchura viene acompañado de neumáticos de 305 mm de sección, montados en las cuatro ruedas sobre llantas de 20 pulgadas. La dirección asistida pasa a ser eléctrica, en vez de hidráulica: una decisión tomada no solo por eficiencia, sino para poder ofrecer diferentes grados de dureza – prometen que sin perder retroalimentación.
Además, la puesta a punto del coche es más deportiva y aún más rígida. Las barras estabilizadoras delanteras son 2 y 3 mm más gruesas en los ejes delantero y trasero, y los amortiguadores tienen muelles un 34% más rígidos. También frena mejor que el Charger Hellcat de carrocería estrecha – al que reemplaza – gracias a unos discos de freno de 15,4 pulgadas en el tren delantero, con pinzas de seis pistones. Es un coche capaz de hacer el 0 a 96 km/h en 3,6 segundos, completando el cuarto de milla en 10,96 segundos. En un circuito de manejo de 3,4 km usado como benchmark por Dodge, es 2,1 segundos más rápido que su predecesor. Es una auténtica bestia.
Existen ligeros cambios en el spoiler trasero y en el habitáculo, que cuenta con nuevos paquetes opcionales y nuevos paspuntes, diseñados para incrementar la deportividad visual del coche. A nadie le importa que su calidad no sea tan alta como la de sus rivales o los coches europeos – porque los Charger no tienen realmente rivales. La misma carrocería Widebody también se ofrece en las versiones Scat Pack del Dodge Charger, equipadas con el motor 6.4 V8 HEMI de 492 CV de potencia. Estos Scat Pack cuentan con las mismas modificaciones al tren de rodaje que sus demoníacos hermanos mayores.
Por último, esta actualización también trae bajo el brazo un nuevo sistema Uconnect 4C de infotainment, compatible tanto con Apple CarPlay con Android Auto.