¿Qué mérito tiene conducir el coche más rápido del mundo? Es probable que en tu vida jamás encuentres una recta que sea lo suficientemente ancha y larga como para alcanzar más de 400 km/h en condiciones mínimas de seguridad y que, rara vez y esperemos que en condiciones de circuito, vayas a ver la aguja del velocímetro alcanzar la mitad de su recorrido en un deportivo como este. Pero eso poco parece importarle a los más de 400 clientes que han pagado como mínimo un millón de euros por tener un pedacito de historia de la automoción, un Bugatti Veyron, el que con creces será recordado durante mucho tiempo como el deportivo más rápido que, en tiempos del ahorro, de la reducción de consumos y emisiones, reinó sobre la faz de la Tierra.
Y aunque el Bugatti Veyron haya hecho correr ríos de tinta, y no siempre con halagos, no es el único ni el primero que se propone ofrecer a sus propietarios la posibilidad de aparcar en el garaje una pieza de ingeniería que fue concebida para arrasar con sus récords, especialmente el de velocidad máxima. En todos estos años, al Veyron le han salido no pocos competidores y aunque el Bugatti siga siendo el más representativo de todos ellos y el que ha cumplido con los requisitos de la autoridad que reconoce este tipo de hazañas, la Guinness World Records, no nos quepa la menor duda de que ya hay deportivos, y los que están por llegar, capaces de superar los 434 km/h que consiguió el Veyron Super Sport.
Y más nos vale estar muy atentos, porque alguno ya promete superar la barrera de las 290 mph, que redondeando al alza según nuestro querido Sistema Métrico Internacional, vendrían a ser 467 km/h. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿O es que nunca fuimos muy cuerdos?
El momento en el que la civilización comenzó a plantearse retos como este nació mucho antes que la propia industria del automóvil. 776 años antes de Cristo la humanidad ya había desarrollado un profundo sentimiento por el deporte. Cada cuatro años, incluso, se promulgaba una tregua que permitiera a los deportistas de la Antigua Grecia medirse en el stadion. Pero el afán del hombre por superarse probablemente se remonte a los albores de nuestra especie.
Un Pegaso en los años cincuenta a más de 200 km/h por las carreteras catalanas
Y aunque no lo parezca, todo ello tiene mucho que ver con la competición moderna y los récords de velocidad. El nacimiento de la industria llevó a la aparición de los pioneros, aquellos que se propusieron ser los más rápidos aprovechando el prodigio de la técnica en aquella época. Imagina lo que podía ser acariciar los 161 km/h en 1924 o superar los 240 km/h en los años cincuenta, una velocidad que incluso hoy en día, aunque sencilla de alcanzar, sigue siendo vertiginosa para un deportivo moderno. Este último récord, por cierto, lo consiguió un deportivo español, el Pegaso, con un reto que comenzó a planificarse en una carretera nacional – de la época – cercana a Vic.
Y ese reto por conducir el coche más rápido sobre la faz de la Tierra se transformaría por completo en el mismo momento en que la industria halló en él un filón comercial. Y esa es la razón por la cual Bugatti se ha obcecado durante tanto tiempo por conservar un título, permanente asediado por constructores que, sin el colchón económico del Grupo Volkswagen, quisieron ser partícipes del órdago de Molsheim.
En aquellos años del Pegaso Z-102 surgió una verdadera lucha por demostrar qué deportivo era el más rápido o, mejor dicho, era capaz de alcanzar una mayor velocidad. Jaguar ya había trabajado mucho tiempo atrás amortizando los méritos de su XK120, que durante unos años también fue el deportivo más rápido jamás construido, el primero en superar la barrera de las 120 mph (aprox. 193 km/h). Mercedes ya rozó los 250 km/h y Ferrari disfrutó de su edad dorada durante casi tres décadas, superando una nueva barrera psicológica, la de los 300 km/h.
La velocidad sigue vendiendo coches
Y entonces llegó el Porsche 959, y tras él el Ferrari F40, y la industria del automóvil deportivo jamás volvería a ser la misma. La nueva Bugatti irrumpió con fuerza en los noventa, con tanta fuerza que batió su récord con el EB110, a 348 km/h, con un adelantando a su tiempo que no evitó el enorme fiasco de la empresa. Y es que los deportivos más espectaculares jamás creados no siempre llegaron paseando por un camino de rosas y si no que se lo digan al Jaguar XJ220, el primero en tocar los 350 km/h y otro fiasco comercial.
Suerte que allí estaría una escudería británica, con más experiencia en bólidos de carreras que en deportivos de calle, para superar un récord que permanecería imbatido durante más de una década, el McLaren F1.
Ya han pasado veinte años desde que naciera el McLaren F1, e incluso hoy en día sigue siendo un deportivo de rabiosa actualidad. Ningún otro deportivo ha logrado alcanzar los 391 km/h con un motor atmosférico, sin recurrir a la sobrealimentación, como mínimo por partida doble, para romper todas las barreras que sean necesarias y llegar ya a otra barrera psicológica importante, la de los 400 km/h. Hoy en día, para amenazar el éxito del popular Bugatti Veyron como mínimo tienes que ofrecer un deportivo que sobrepase sin problemas los 430 km/h.
El récord del Bugatti Veyron marcaría un antes y un después. Con la llegada del McLaren F1 muchos constructores no solo asumirían que superar el hito de los de Woking no era fácil, sino que tal vez fuera más rentable invertir su dinero en tecnologías que alteren el rendimiento de un coche de una forma mucho más plausible para sus clientes, aceleración, sensaciones, paso por curva, aerodinámica, incluso el ahorro de combustible y la ecología se han convertido en facetas primordiales de un buen deportivo.
Pero aquel reto de Bugatti por superar la barrera de los 400 km/h llevaría a los creadores del Veyron a enfrentarse a los límites de la física y tener que resolver infinidad de problemas, desde la necesidad de una ingente cantidad de potencia para vencer la resistencia de la gravedad, el aire y el contacto con el asfalto, hasta la gestión térmica de un motor desproporcionado. Sin ir más lejos, no está de más recordar que para generar 1.000 CV de potencia, el Veyron “desperdicia” otros 2.000 CV potenciales en pérdidas energéticas, generalmente en forma de calor. El porcentaje de rendimiento energético no es muy diferente del de cualquier otro coche del mercado aunque, evidentemente, a la hora de hablar de un Veyron las cifras se magnifican.
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Desde que la industria comenzó a preocuparse por el récord de velocidad, siempre ha habido polémicas. En teoría, todas esas polémicas deberían haberse resuelto gracias a el Guinness World Records y su sistema de verificación, que exige que el coche sea producido y comercializado y que la prueba se realice en condiciones estrictas de serie, así como en un recorrido de ida y vuelta para compensar cualquier suspicacia, ya sea la dirección del viento o la inclinación del terreno.
Con el advenimiento del Super Sport, Hennessey no estuvo muy de acuerdo con que se autorizase aquel récord. Recordemos que para certificar los 434 km/h del Veyron Super Sport, Bugatti tuvo que ofrecer una edición especial limitada a 30 unidades de aquel coche. El Guinness autorizó finalmente que la única diferencia presente en la versión comercializada, un limitador electrónico que impedía superar los 415 km/h, no era una modificación de suficiente entidad para provocar la anulación del récord.
En todos estos años, fabricantes como Hennessey, Koenigsegg y Shelby Super Cars (SSC), han amenazado los récords del Bugatti y de hecho disponen de superdeportivos capaces de batir esas cifras. En su día, Hennessey se quedó sin su récord por las dificultades que encontró para realizar la certificación, con un trayecto de ida y vuelta, en unas instalaciones de la NASA, también por el hecho de tener que cumplir con un cupo mínimo de unidades. Pero, a día de hoy, ¿de verdad deberíamos preocuparnos por tener el nombre de un deportivo escrito en un diploma?
Hennessey acaba de anunciar que el objetivo de superar las 290 mph, 467 km/h, está al alcance de su última creación, el Venom F5. La verdad es que resulta sorprendente, digno de admiración, el trabajo que ha realizado esta marca para producir algunos de los superdeportivos más bestias jamás creados, partiendo de una base relativamente modesta, la del Lotus Exige. Los pocos rumores que nos llegan de Bugatti son un tanto contradictorios, desde los que apuntan a la posibilidad de que el sucesor del Veyron no pretenda de nuevo batir récords de velocidad, hasta los que indican todo lo contrario.
Lo único que tenemos muy claro es que tanto Bugatti, como aquellos que osaron vencer al Veyron, seguirán dando mucho que hablar. Solo nos queda preguntarnos hasta dónde llegará la técnica, las soluciones aerodinámicas activas que permitirán que un deportivo sea ágil en curva y práctico fuera de los circuitos, y a la vez alcance velocidades cada vez más cercanas a los 500 km/h en una recta “infinita”. También nos preguntamos cuál será el papel de las mecánicas híbridas en esta batalla, quizás ese sea uno de los ases que Bugatti guarda en su manga, o hasta dónde llegará la resistencia de un neumático a velocidades tan altas.