No nos vamos a andar por las ramas. Hoy os traemos una de las comparativas donde mejor nos lo hemos pasado y de esas que todos quieren ser partícipes por todo cuanto supone. A un lado del cuadrilátero y en color plata tenemos el Porsche 911 en su versión Turbo S, la máquina definitiva de Stuttgart, al otro lado y en color negro el todo poderoso Nissan GT-R, el matagigantes nacido en Yokohama. Una guerra de prestaciones de la que llevamos años hablando, un pique entre Japón y Alemania que con cada mínima actualización pone el listón aún más alto. Hoy nos enfrentamos al duelo definitivo entre Porsche y Nissan.
Hoy nos hemos reunido todo el equipo de Diariomotor para conseguir tener las máximas opiniones para crear esta comparativa. Es un día bastante aciago, con presencia de leves lluvias a primera hora, temperaturas que rondan los 6ºC e incluso nieve en algunos de los puntos por lo que vamos a desarrollar esta prueba por partida doble. Sin embargo, los rostros de todos los presentes dibujan grandes sonrisas y entusiasmo por poder analizar cada montura y sacar acto seguido una conclusión sobre el duelo del que tantas veces hemos hablado… y escrito claro. Hay ganas, para qué negarlo.
Tanto Porsche como Nissan han escrito numerosos párrafos con el circuito de Nürburgring como escenario. En el «Infierno Verde» arranca esta historia donde alemanes y japoneses se han animado a batir récords y mejorar cronos cada pocos meses, siempre aprovechando cualquier mínima mejora para asaltar el ring en busca de esas décimas que puedan meter distancia respecto de sus rivales. Ha habido muchos otros deportivos y superdeportivos que han asaltado Nürburgring, pero la rivalidad entre Porsche y Nissan tiene algo especial.
Porsche 911 Turbo S
El Porsche 911 Turbo S puede resumirse como lo mejor que Porsche sabe hacer a la hora de fabricar un deportivo. Hablamos de técnica y tecnología de primer nivel para poner a disposición de los clientes de la marca el arma definitiva para destrozar cronómetros, con el aliciente además de poder ser usado como coche de diario con cierto aura de confort y estilo que sólo el Porsche 911 atesora. Es una máquina precisa, milimétrica en sus actuaciones, pero que ofrece un nivel de sensaciones tal que será difícil no asombrarte de lo que es capaz.
La evolución de la saga Turbo hasta nuestros días se ha producido siempre bajo una misma idea, ofrecer lo último en tecnología para construir el GT definitivo. En la gama puedes elegir un sinfín de sabores para tu Porsche 911: Carrera, 4S, GTS, GT3, R… pero optar por la denominación Turbo supone ir un paso más allá, un paso que llevará a tu garaje un escaparate tecnológico vestido con traje de gala. No es un animal diseñado expresamente para los circuitos, pero si te lo encuentras en uno será mejor que le dejes pasar, y curiosamente esa es la magia del Turbo.
A nivel técnico y con permiso del imponente Porsche 918 Spyder, el Porsche 911 Turbo S es lo mejor que ofrece Porsche en la actualidad. Su esquema se compone de un bloque Bóxer de 6 cilindros con 3,8 litros y sobrealimentación por 2 turbocompresores de geometría variable. La potencia máxima es de 580 CV a 6.750 rpm, mientras que el par máximo es de 700 Nm entre 2250 y 4000 rpm (750 Nm con función overboost). A todo ello añadimos un cambio PDK de 7 relaciones, tracción total integral con reparto electrónico y control vectorial del par, tren trasero direccional, estabilizadoras activas, suspensión deportiva PASM y frenos carbocerámicos PCCB. Resumiendo un poco y como ya os hemos dicho, lo mejor que tiene Porsche en sus estanterías.
Desatar todo el potencial del Porsche 911 Turbo S supone llevar al límite muchas de tus emociones. Su descomunal aceleración es capaz de dejarte sin respiración, más aún si activas la función «Launch Control» que pone a disposición del pie derecho lo mejor que es capaz de dar cada elemento del coche. Durante 2,9 segundos – el tiempo que necesita para alcanzar los 100 Km/h desde parado – te quedarás sin aliento mientras te aplastas contra el baquet, alucinando con el empuje del 911 Turbo S, pero aún más con la asombrosa capacidad de tracción que ofrece sin importar la superficie.
Nissan GT-R
Godzilla, en su variante R35, es un deportivo que acumula en sus entrañas numerosas actualizaciones buscando ofrecer siempre esa idea de evolución constante que tanto se demanda en este tipo de vehículos. El Nissan GT-R no se anda con rodeos, es un lobo con piel de lobo, convirtiendo cada arista de su carrocería en una declaración de intenciones, aunque escondiendo bajo su piel lo mejor de sí. Nuestra unidad corresponde a la última actualización, el Nissan GT-R 2017, con numerosos cambios en la práctica totalidad del vehículo con el único fin de mejorarlo en todos los aspectos, desde el confort a la calidad, pasando cómo no por las prestaciones.
El planteamiento del GT-R no podía ser más diferente al del 911. Mientras los alemanes mantienen su filosofía de motor colgado por detrás del eje trasero, Nissan ha confeccionado el GT-R partiendo de un grupo técnico con motor y cambio en posición delantera-central. Su corazón es un 3.8 V6 Twin-Turbo que en esta nueva especificación alcanza los 570 CV de potencia máxima a 6.800 rpm y 637 Nm entre 3.300 rpm y 5.800 rpm. La mecánica diseñada de forma específica para el GT-R es un propulsor enérgico, infatigable y de carácter muy «turbo». Junto a él encontramos un cambio de doble embrague con 6 relaciones, tracción total con gestión electrónica permanente y una suspensión deportiva revisada para la ocasión.
El Nissan GT-R tiene una filosofía muy marcada aunque ya no es aquel primer GT-R que llegó al marcado siendo la pesadilla de los deportivos a precio de derribo. El GT-R ha cambiado, ha cambiado mucho de hecho, y ahora sus precios son sensiblemente superiores a los de antaño, pero también ha mejorado notablemente en técnica, en confort y en calidad de construcción. Decir que es el mismo coche que aquel primer GT-R es echar por tierra el trabajo de desarrollo de Nissan en todo este tiempo, y lo cierto es que aunque a nivel de diseño exterior los cambios son sutiles, a nivel técnico hay un salto abismal. Algo que además defiendo con conocimiento de causa tras probar la mayoría de versiones y actualizaciones que ha tenido el GT-R R35 a lo largo de su vida.
El momento del duelo
Conocidos los contrincantes es el momento de poner las cartas boca arriba. Cada uno de los conductores presentes tenemos nuestro ganador virtual, por afinidades, gustos, estética, pero todos callamos para que sean las sensaciones las que hablen por sí solas. Las vueltas se suceden con un deportivo y otro, veo caras de diversión, gestos de dudas, tanques de combustible que desaparecen en minutos, pero ya empezamos todos a tener nuestra peculiar tormentas de ideas con las vivencias frescas y el olor a neumático y gasolina reinando en el ambiente.
Por un lado sale a relucir la increíble capacidad de tracción del Porsche 911 Turbo S, mientras que por otro lado escucho comentarios sobre lo mucho que ha mejorado el Nissan GT-R y el precio tan bueno que sigue ofreciendo respecto a sus rivales. Los primeros compases dejan claro ya que, pese a ser coches que pueden ser rivales en la teoría, en la práctica sacan a relucir que sus clientes quizás no sean tan parecidos como se presupone. Hay dudas sobre el posible ganador, y es que a nivel de rendimiento está la cosa igualada, pero cada coche tiene su espíritu y eso se nota desde el primer metro recorrido.
Llega mi turno a los mandos del Nissan GT-R. Lo reconozco como un viejo conocido, pero pronto me percato de los cambios de su interior y de la afinación en calidad, funcionamiento y aislamiento. Hay nuevos matices en el GT-R y se hacen notar. Encadenando las primeras curvas el GT-R se destapa, es un coche que digiere todo cuanto quieras hacer con él, yendo al ritmo que impongas, por muy fuerte y excesivo que sea, el GT-R siempre te reta a subir el listón. Forzando las reducciones me sorprende la atenuación de los clásicos ruidos mecánicos tan peculiares del GT-R, han sido prácticamente eliminados y es un punto positivo, sin embargo sigo echando en falta unos escapes que hablen del potencial del vehículo. En recta es un misil y su motor es posiblemente lo mejor del conjunto. Un empuje contundente, sin medias tintas y, aunque con una primera zona no tan enérgica, con una transmisión al suelo sencillamente perfecta. Dirección y suspensiones a un nivel muy alto, y sólo echando en falta algo más de mordiente en el equipo de frenos de serie para soportar un trato más exigente.
Conducido el GT-R R35 me acomodo en el Porsche 911 Turbo S. Literalmente es otro mundo. La atmósfera del Turbo S es sensiblemente más sofisticada, con un alto nivel de calidad de materiales y con una posición de conducción más deportiva. Me dirijo hacia la misma zona y el Turbo S recorre los primeros metros con ese comportamiento GT, sin brusquedades, sin ruidos que perturben el interior, pero una vez selecciono el modo Sport+, acelero a fondo y de repente el tiempo se para. La aceleración, al igual que en el GT-R, te deja sin aliento, pero el Turbo S consigue que todo parezca más contundente, añadiendo además una sensación de control muy superior al deportivo nipón. El motor del Porsche es una verdadera delicia por su funcionamiento, asemeja el carácter de un atmosférico pero con una entrega de potencia descomunal a casi que cualquier régimen. Es un motor que ofrece contundencia si la necesitas, pero también puede ser dócil si lo demandas, teniendo como único hándicap un sonido atenuado que te obligará a mirar sistemas de escape opcionales o aftermarket. La dirección del 911 Turbo S es otro de sus puntos más fuertes, con una obediencia y tarado perfectos y que, con el añadido del tren trasero direccional, permite imponer un ritmo frenético en curva. La combinación de tracción total y tren trasero direccional hacen del Porsche un coche sorprendetemente ágil y apto para todo tipo de manos, es efectivo sobre cualquier superficie, quizás demasiado si buscas un coche de reacciones vivas.
Una vez probados ambos coches, y con alguna que otra repetición, mi primera conclusión es que pese a ser coches que por prestaciones puedan ser comparables, no pueden ofrecer dos planteamiento más distancias de esas mismas prestaciones. El Nissan GT-R ofrece un cóctel explosivo a un precio que sigue siendo inmejorable, un candidato perfecto para los amantes de los Track-Days que prefieren además invertir en evolucionar por su cuenta el coche. Gracias a un motor infatigable, el GT-R es posiblemente la mejor base para crear un coche deportivo completamente personalizado. En el 911 Turbo S encontramos la esencia de un GT, con un nivel prestacional y tecnológico impresionante, pero donde echamos en falta un punto de picardía en favor de la usabilidad. La ejecución del deportivo alemán es milimétrica, exhaustiva en todo cuanto mandamos hacer, tanto como para llegar a ofrecer esa imagen de control excesivo. El 911 Turbo S no es el coche más divertido que he conducido, un GT3 sí que tiene ese punto extra, pero desde luego sí que es el más eficaz que he probado con muchísima diferencia, sumando el plus de que es perfectamente válido para ser usado como coche de diario, y hablo de coche de diario o largos viajes de verdad. Con el Nissan GT-R he encontrado un talante más vivo, pero por contra estamos ante un coche también más radical, su carácter es completamente el opuesto pese a los últimos cambios introducidas. Los alrededor de 100.000 € de diferencia entre ambos modelos son quizás la mejor muestra de que un coche y otro pueden ser rivales en muchos sentidos, pero no tanto a la hora de escoger una compra u otra, sus planteamientos tan similares a la par que tan distintos nos hacen plantear que la mejor opción es cobijar a ambos deportivos en tu garaje.