20:30. Juanma me escribe, me espera a las puertas de casa listo para pasarme las llaves de uno de los coches más especiales que hemos tenido en los últimos meses en el garaje de Diariomotor: el Porsche Cayman GT4. Viene de preparar algunas fotos con David. Introduzco esa silueta gris que es su llave en el clausor y arranco. Dulce melodía bóxer. Automáticamente, llamadme macarra, activo el sistema de escape, me despido de Juanma e inserto primera. Levanto el pie del embrague…
Ese primer movimiento de soltar el acelerador, pisar el embrague, insertar segunda y recorrer el camino inverso con los pedales se torna un tanto mágico, un toque primario, un poco clásico, duro, el embrague con el recorrido corto, el tacto de la palanca… en ese instante sólo piensas un “¡qué maravilla!”… y esto sólo acaba de empezar.
Mañana a media mañana pondré rumbo con Juanma al puerto de la Morcuera para dar forma a una nueva producción, a esa sesión de fotos que pudisteis ver acompañando la prueba de mi compañero Pepe, pero antes, hoy, atravieso la M30 a unos reglamentarios 70 km/h, en sexta y a punta de gas, regido por el mazo de la contaminación y los letreros luminosos que así me lo advierten.
Sí, mi primer encuentro con el Porsche Cayman GT4 no podía ser más mundano. De la autopista a la M30 y de la M30 a las calles de Madrid, enfrentándome al tráfico, a los semáforos y a las estrechas calles de mi Malasaña rumbo a una cita, gastronómica, con el últimamente tan en boca Perrachica. Sí, reconozco que ceno impaciente y con ganas de volver a ponerme tras su volante. Sentencio la quinoa, los espárragos trigueros y mi kebab.
Su embrague. Ese embrague de escueto trayecto se postula para mí como su principal escollo callejeando al tiempo que me sorprenden una serie de pequeños “crujidos” llegados desde su volante, desde el aplique de su cambio. Me encanta la filosofía áspera, poco aislada, de este coche.
Afronto ladeado la rampa del parking. Su splitter delantero me advierte de que tenga cuidado con los desniveles. Es bajo, realmente bajo.
Alcántara a mi alrededor, un vetusto sistema multimedia y el cronómetro del paquete Sport Chrono coronando el salpicadero. La madrugada me regala una ausencia total de tráfico en mi regreso a casa. Paro unos minutos en un parking para preparar algunas fotos que comparto en las redes sociales, abandono la autopista y encaro “el camino largo a casa”. Benditos caminos largos.
Una carretera secundaria rodeada de árboles. Bajo un marcha, hundo el acelerador y alzo el bloque de 6 cilindros más allá de las 6.000 vueltas al tiempo que la vega madrileña queda inundada por esa exquisita melodía metálica. Una marcha más. Freno. Una marcha menos. Acelero. Su zaga se contonea…
Qué agilidad, qué respuesta. Sus 385 cv mueven el conjunto con una maravillosa entrega que, una vez llegados a las curvas queda maridados por una excelente parte ciclo donde sólo podemos fijar ciertas tachas a sus frenos, que parecen haber vivido tiempos mejores y que nos devuelven algún que otro chirrido.
Esa dura respuesta del embrague en ciudad se torna ahora perfecta. Cada cambio de marchas nos reconcilia con el automovilismo. Un excelente tacto de la dirección, unos Michelin Pilot Sport Cup 2 que nos devuelven una perfecta tracción, la suspensión, debidamente rebajada, pegando a este lagarto al asfalto…
20 minutos de trayecto por carreteras secundarias. Llego a casa y miro con cierto pavor la rampa del aparcamiento. Consigo aparcarlo entrando muy despacio, ligeramente ladeado y dejando únicamente 1 mm de espacio entre el splitter y el asfalto. Antes de cerrar la puerta del garaje no puedo evitar mirarlo. Qué preciosidad.
Su silueta no ensombrece a la del 911 pero ese alerón trasero no para de pedirnos guerra.
Pocas horas restan para volver a ver a Juanma y empezar con la sesión de fotos, pero no puedo evitar sentarme delante del teclado y esbozar algunas líneas sobre este coche. Es fácil caer en la nostalgia en plena extinción de los motores atmosféricos, de la sencillez de los mitos clásicos, pero este Porsche Cayman GT4 te invita a pensar que lo mejor está aún por llegar y que sí, llegarán turbos y más tecnología, pero mientras seamos suficientes chalados llegarán chaladuras como esta. Cosas salvajes de las que enamorarnos.
Por un lado me encantan las cosas analógicas. Por otro creo que lo mejor está , siempre, aún por llegar y que el próximo Porsche 911 GT3, que el sucesor de este Cayman GT4, nos conquistarán como lo han hecho los presentes. Sí, cada vez los coches son más racionales y quizá los fabricantes están cavando su propia tumba con ello (¿qué hay más racional que no tener coche?), pero por suerte, nos quedan pequeños reductos rebeldes.
Porsche no es sólo una marca de coches. Es una forma de entender los coches y a mí me encanta esa forma de entenderlos.
Primera hora. Juanma termina las fotos del interior. Publico algo rápido y ponemos rumbo a la montaña, a ese set particular nuestro que es la Morcuera. Sol, una temperatura perfecta y el sinuoso trazado desprovisto de cualquier otro coche que no sea el nuestro. Fotos, curvas, más fotos, más curvas. Unas hojas en el suelo para una estampa otoñal, foto al anochecer y rumbo de nuevo al centro para acabar con algunas fotos urbanas.
Justo hace 24 horas caían en mis manos las llaves del GT4, en unas pocas horas le cederé este testigo a Pepe, el resultado ya lo sabéis: Porsche Cayman GT4, a prueba. “No busques más, aquí tienes al mejor deportivo de 2015”.
Entre medias yo he caído rendido a sus pies, a su splitter. Su dinámica me ha enamorado. Me encanta el tacto que llega desde su dirección, la puesta a punto de sus suspensiones y claro, ese cambio manual. Por supuesto su diseño no se queda atrás. Ese alerón trasero regulable a golpe de llave allen, esos pasos de rueda totalmente rebosados por sus llantas de 20 pulgadas… sólo le resta a nuestra unidad el contar con el paquete clubsport, con la jaula antivuelco, con los backets.
Este Porsche Cayman GT4 es toda una oda al automovilismo más auténtico. Es una auténtico homenaje a los aficionados. Pureza, autenticidad. Un noble culto a los orígenes desde la más absoluta actualidad, haciéndose un hueco entre sistemas multimedia que se manejan a través de control gestual, entre el downsizing y los motores turbo, entre las transmisiones de doble embrague de 7, de 8 relaciones…
Espero que algún loco en Porsche ya esté pensando como dejarse los huesos, el alma, para dar forma al próximo necesario capricho. Al próximo GT4, GT3, RS , R. Al próximo sueño con el que soñar. Con el que enamorarnos. Ni un ápice de “tontería”, simplemente conducir y el amor por la automoción a flor de piel.
Nos queda pasión por los coches. Seguimos creyendo en el placer de conducir.