Aunque es técnico en comercio internacional de formación, los coches han sido su pasión (incluso obsesión) desde que apenas levantaba un metro del suelo y sus padres le regalaron un Ferrari rojo a pedales. Su afición se ha profesionalizado en Diariomotor, donde está presente desde 2008.
Desde 2015 se dedica a tiempo completo a la redacción de artículos y pruebas de todo tipo de coches y motos, así como la presentación de vídeos y creación de contenidos en las plataformas audiovisuales de Diariomotor. Es aficionado al automóvil clásico y los coches "incorrectos", pero al mismo tiempo, vive intensamente y en primera línea la profunda transformación que el sector está viviendo.
Conociendo a Sergio Álvarez
¿Cómo comenzó tu pasión por los coches? ¿Cuál fue el primer coche que te llamó la atención?
Como les ocurre a muchos auténticos apasionados por el motor, no consigo recordar el momento exacto que despertó mi fascinación por los coches. Desde que tengo uso de razón los coches siempre han estado ahí. Uno de mis primeros recuerdos es un Ferrari F40 a pedales con el que solía lanzarme por la cuesta que había frente a mi casa, para escándalo y terror de vecinos y viandantes. Cuando era niño era tan "friki" que tenía una libreta donde iba apuntando las matrículas de los coches que veía aparcados. Así aprendí los números.
Mi abuelo había sido mecánico de camiones y siempre me regalaba coches en miniatura de marcas como Guisval o Majorette. Siendo principios de los años noventa, estaba enamorado de un Lamborghini Diablo amarillo y un Mercedes SL granate. Jugaba tanto con ellos que los pobres tenían aspecto de haber pasado un Demolition Derby.
Uno de mis primeros coches que me fascinaron fue el Saab 9000 que mi abuelo había estrenado a finales de los ochenta. Recuerdo como si fuera hoy el olor de su cuero Bridge of Weir, el arranque por llave en posición central, las luces de su consola central y la forma tan peculiar reposacabezas. Nunca olvidaré los viajes de verano a Zamora, cuando mi abuelo lo ponía a 180 km/h por aquellas autopistas recién construidas y sin atisbo alguno de radares. Sí, eran otros tiempos.
¿Qué marcas o modelos de coches tienen un lugar especial para ti y por qué?
Como practicante confeso del "multipetrolheadismo", como diría el gran Adrián Lage, todo vehículo tiene hueco en mi corazón. No os podéis ni imaginar la variedad de coches que habitan en mi sección de favoritos de Wallapop. Poniéndome un poco el traje de periodista del motor y amante de su historia, reconozco la importancia histórica de marcas como Mercedes-Benz o Porsche, con una trayectoria rica, cargada de calidad, innovaciones técnicas y un increíble legado en competición. El respeto por la historia y su conservación por parte de ambas marcas, especialmente por Porsche, las coloca un peldaño por encima de otras marcas en mi corazón.
Sin embargo, la marca que más me toca la fibra es la difunta Saab. Quizá porque mis primeros recuerdos del mundo del motor están asociados a ella de forma inseparable. Mi abuelo tuvo un Saab 9000 y un Saab 900, y décadas después, soy el propietario de un Saab 900 clásico, y mi coche de diario es un Saab 9-3. Puede que sea solo una obsesión, pero una parte de mi parece encajar a la perfección con esa filosofía tan Saab: hacer las cosas de forma diferente, mimar el detalle y buscar soluciones peculiares, aunque pocos lo comprendan o entiendan.
Háblanos del coche que tienes actualmente o aquellos que has tenido en el pasado. ¿Hay alguna historia o recuerdo particular que puedas contar respecto a alguno de ellos?
Por mis manos han pasado posiblemente más de mil vehículos diferentes, entre coches de pruebas, coches propios o coches de amigos/familiares. Entiendo el "petrolheadismo" como algo absolutamente plural e inclusivo, y por tanto, puede ser tan apasionante un Ferrari 250 GT clásico como un Renault 5, pasando por superdeportivos modernos, utilitarios deportivos, furgonetas soviéticas o extrañas tiradas limitada de coches que jamás se vendieron en Europa. Mi flota propia siempre ha sido muy ecléctica, y creo que revela uno de mis principales valores a la hora de entender la pasión por el motor: en la variedad está la diversión.
Cuando viví en Estados Unidos tuve un Chevrolet Camaro Z/28 del año 1993 que me rompió el corazón, un Buick Roadmaster del año 1996 con dos bancos corridos y cambio automático tras el volante. Un buque de más de cinco metros con espacio para cuatro cadáveres en el maletero. En mi garaje también han habido dos Mercedes W124 (dos 300 de gasolina, uno coupé y otro berlina), un apasionante Ford Focus ST170 de primera generación. Los coches de diario han sido un Citroën Xsara y un Saab 9-3 SportHatch, ambos diésel, y ambos con "kilometradas" obscenas en sus odómetros - los coches están para usarse y los kilómetros son solo un número.
Los dos coches de mi garaje a los que más cariño tengo son mi Mazda MX-5 NB2 (apodado "Mollete", por su origen sevillano) y un peculiar Saab 900 Turbo del año 1990. Todos ellos tienen una historia más o menos interesante, pero me quedaré con una labor de "amor": el primer W124 que tuve lo salvé, in extremis, de irse al desguace, y actualmente vive en Polonia con un aficionado a la marca como propietario. Me quedo también con varios roadtrips por EE.UU. con aquél Buick Roadmaster y con las rutas por España y Asturias a bordo del MX-5.
Elige un coche que de ninguna de las maneras podría faltar en tu garaje ideal
Atmosférico, manual, ligero, deportivo. Pero sobre todo, apasionante. Un coche con el que me sienta tan unido como un jinete a su caballo. Un coche que esté pensando en conducir en todo momento. Un coche sin pantallas, sin conectividad, con la electrónica y ayudas justas. Un coche donde menos sea más. Todo coche que encaje en esa definición tiene cabida en mi garaje. No obstante, he de reconocer que el disfrute a cielo abierto es un potente efecto multiplicador de la comunión con el coche. Como dicen los anglosajones Miata Is Always The Answer, y ese coche bien podría ser el Mazda MX-5 del que actualmente puedo disfrutar - aunque solo porque el presupuesto no me alcanza para un Honda S2000 o un NSX con carrocería targa.
Creo que en esta profesión, y en los tiempos que estamos viviendo de electrificación, automatización y "supremacismo" tecnológico, los coches analógicos son más importantes que nunca. Son los que nos mantienen atados a los cimientos que sujetan nuestra pasión por los coches, y nos recuerdan lo que realmente importa a la hora de conducir un coche. Menos es más.
¿Qué opinas de la cultura automovilística actual, especialmente de las comunidades y eventos que la rodean? ¿Participas activamente en alguno de ellos?
En contra de lo que algunos puedan pensar, creo que vivimos un momento dulce en cuanto a la cultura automovilística. Es más rica y variada que nunca, e incluso en países como España, donde nunca ha sido demasiado destacable, se están constantemente organizando eventos de alta calidad. Las redes sociales nos crean expectativas difíciles de alcanzar y han dado rienda suelta al "postureo", pero también son una herramienta imprescindible y muy valiosa para unir a las comunidades de aficionados.
Personalmente, tengo la suerte de ser uno de los cofundadores de Forks & Bangs, una modesta comunidad de amantes del motor y la conducción. Lo que comenzó como un grupo dedicado a organizar rutas de conducción llave en mano con un "twist" gastronómico ha derivado en una gran familia de aficionados que se han convertido en amigos y familia. ¿El secreto? La máxima inclusividad: da igual que conduzcas un Nissan GT-R o un Mazda3 diésel, lo único importante es que seas un verdadero petrolhead.