Si hay una marca cuyos coches tienen fama de estar construidos como auténticos tanques… esa marca es Mercedes. Especialmente si hablamos de una berlina diésel fabricada en los años setenta u ochenta. Estaban hechos para durar y eran muchísimo más robustos y fiables que la mayor de rivales coetáneos. Y esto no lo digo desde la barra del bar, mientras me tomo una tapa de bravas. Lo digo como ex-propietario de un Mercedes W124, y me reafirmo en ello tras ver el vídeo de este artículo. Un vídeo difícil de creer… hasta que la evidencia te aplasta.
El protagonista es un Mercedes 200 D, un W124 dotado con un motor diésel atmosférico de 2,0 litros y cuatro cilindros. Un motor de solo 75 CV que ya en la época adolecía de muy bajas prestaciones. A cambio, era un motor extremadamente fiable y duradero, construido a prueba de bombas. Tras 16 años aparcado en la calle, a la intemperie, esta berlina recibe una nueva batería, y se trata de arrancar su motor. El motor intenta por todos sus medios arrancar y parece estar a punto de lograrlo. Tiene aceite, y gasóleo repostado por última vez en 2006.
La correa de accesorios está completamente agarrotada y el alternador no gira libremente a causa de la corrosión. El mecánico quita la correa de accesorios, vuelve a intentar arrancar el coche, y arranca… ¡al toque! No solo arranca al toque, si no que mantiene un ralentí perfectamente estable, suena bien y apenas humea. Una prueba más del carácter irrompible de los antiguos motores diésel de Mercedes. Con menos de 290.000 km en el odómetro, este motor bien podría no haber alcanzado siquiera una cuarta parte de su esperanza de vida.