Tal vez te cueste creerlo. Lo entendemos. Cada BMW i8 está formado por 893.350 kilómetros de fibra de carbono, 2.3 veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Pero detrás de este titular tan elocuente existe una realidad aún más interesante, la de la naturaleza de la fibra de carbono, un material que está llamado a dirigir la nueva revolución de la automoción. Un material altamente valorado por sus propiedades mecánicas, muy parecidas a las del acero; por ser tan ligero como el plástico; y por su extraordinaria dureza y rigidez. Pero, ¿cómo se transforman 893.350 kilómetros de fibra de carbono en un BMW i8?
La fibra de carbono es una fibra sintética que se conforma con filamentos de entre 5 y 10 μm de diámetro. Estos filamentos, a su vez, están formados por átomos de carbono, unidos entre sí mediante cristales para formar fibras. Un hilo de fibra de carbono está formado por miles de fibras trenzadas, que a su vez se convierten en una tela que ya puede ser manipulada en las líneas de ensamblado para crear las diferentes piezas que finalmente conformarán un BMW i8.
La complejidad que requiere la creación de esta tela de fibra de carbono es tan solo un detalle a tener en cuenta cuando hablamos de las razones por las cuales la fibra de carbono es más cara que el acero o el aluminio. La propia manipulación de esa tela para crear piezas finales, y el uso de maquinaria específica como las autoclaves, hacen que el proceso de creación de una pieza de fibra de carbono se encarezca. Un proceso especialmente complejo cuando de lo que se trata es de construir piezas de fibra de carbono de gran tamaño, por ejemplo el monocasco de un coche.
Esa es la razón por la cual, salvo en contadas ocasiones de fabricantes de bajo volumen y deportivos de lujo, el uso de la fibra de carbono sigue estando limitado a piezas relativamente pequeñas.
Fuente: BMW | Vía: Microsiervos
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