De Molsheim no salen dos modelos iguales porque cada Bugatti se hace en función de los gustos y deseos de sus clientes en proceso de producción manual, que suele llevar varios meses. El resultado es milimétricamente perfecto: literalmente. Para asegurarse que ninguno de sus exclusivos vehículos tiene la más mínima desviación, la marca francesa tiene un truco: física.
La metrología es una rama de la física que se centra en el estudio científico de las mediciones y sus aplicaciones: también se encarga de implementar correctamente las dimensiones. Bugatti tiene en su plantilla a un metrólogo: Grégoire Haller-Meyer. Es él quien se encarga de medir y analizar todos los componentes de cada vehículo para que su ubicación sea óptima y su ajuste perfecto. Para ello, suma a sus conocimientos de principios geométricos y matemáticos, la comprensión de los procedimientos de producción, los procesos de ensamblaje, la artesanía y la materialidad.
Software aeroespacial
En un Bugatti, todos los componentes deben ser técnica y ópticamente perfectos para que la apariencia general tenga una perfecta armonía: para ello, buscan el adecuado equilibrio entre estética, comodidad y calidad. El metrólogo de Bugatti también investiga qué componentes no cumplen con las tolerancias técnicas y estéticas exigidas por la marca.
Cada vez que un componente se desvía de las medidas definidas, tanto en su fabricación como en su ubicación, comienza un análisis intensivo de la causa: se evalúa todo el coche y cómo se ha ensamblado para identificar de dónde procede el error. Un software, procedente de la industria aeroespacial, genera los datos precisos para analizar la calidad, grado, tolerancias y dimensiones de los componentes.
Emplean, además, herramientas manuales clásicas y también escáneres 3D de última generación y alta precisión: tanto es así que pueden identificar una desviación de hasta 0,005 milímetros.
Al finalizar el estudio, el metrólogo de Bugatti comparte sus hallazgos con los ingenieros de la marca, los especialistas internos y proveedores externos para encontrar una solución que puede implicar la sustitución o la adaptación del componente en cuestión. Y, por último, se aseguran de que la desviación se haya solucionado y, sobre todo, de que no vuelva a ocurrir.
