El Bugatti Veyron fue el mayor logro de ingeniería automovilística de la pasada década, un monstruo en el que no se escatimó ni un euro, y que dio lugar a soluciones técnicas tan absurdamente complejas como eficientes. El Bugatti Chiron ha seguido sus pasos, pero hemos venido a hablar del Veyron únicamente. Y a resaltar el hecho de que su parrila frontal está construida en titanio. ¿Por qué? ¿Por qué no escogieron una calandra ligera de aluminio o de otro material compuesto? La respuesta podría dejarte más que sorprendido.
Pájaros. Inspirados en las regulaciones aeronáuticas, el Bugatti Veyron – cuya punta era de 431 km/h en su versión Super Sport – debía soportar impactos a altísima velocidad. Un simple pájaro se convierte en un durísimo proyectil a más de 400 km/h, que golpea con fuerza al coche y puede causar estragos mecánicos. En el frontal están ubicados varios radiadores y sistemas de refrigeración esenciales, por lo que su rejilla fue construida en titanio, mucho más resistente que el aluminio – el material que inicialmente iba a usarse.
En una prueba publicada hace años por Motor Trend, uno de los ingenieros que desarrolló el Veyron dijo lo siguiente: «El impacto de un pájaro a 400 km/h puede ser desastroso. Necesitamos que lleguen convertidos en patatas fritas«. Se refiere a que el pájaro no atravesaría dicha rejilla de en una sola pieza. Una imagen un tanto gráfica, pero en el fondo, una prueba que evidencia la cantidad de horas de trabajo y soluciones técnicas pensadas para convertir al Veyron en el mejor coche del mundo de la época.
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