El volante de inercia, o volante motor, es una parte esencial del sistema de embrague de un coche. Está conectado al eje del cigüeñal y gira solidario con este. El volante motor se conecta después al disco de embrague, para transmitir la fuerza del motor a la caja de cambios. En coches modernos se usan volantes bimasa, que reducen las vibraciones y suavizan el funcionamiento de la mecánica. ¿Pero qué ocurriría si en vez de un volante de inercia, instalamos cinco volantes de inercia? Me alegro que os lo hayáis preguntado.
Honestamente, lo más posible es que no os lo hubiérais preguntado, pero nuestros colegas rusos de Garage54 tienen las respuestas para todas esas preguntas que nunca nos hacemos. Usando un Lada como conejillo de indias, van uniendo más y más volantes de inercia al eje del cigüeñal. El primer efecto observado es que el motor sube de vueltas de forma menos viva, más lenta. Al mismo tiempo, la inercia acumulada en el volante motor hace que la caída de vueltas sea menos rápida. Es como si un motor de gasolina pasase a comportarse como un diésel.
El culmen de la prueba es circular con un coche dotado de cinco volantes de inercia, con un peso combinado de casi 30 kilos. El coche acelera con mucho esfuerzo, muy lentamente. Además, cuando nuestro amigo Vlad suelta el acelerador, es como si el coche hubiera perdido compresión: el freno motor pasa a ser prácticamente inexistente, e incluso hay que frenar el vehículo con el freno de servicio para lograr un mínimo de deceleración. Es mejor que veáis el vídeo que os hemos dejado sobre estas líneas.