Nuestra fe en muchos galardones se perdió hace ya tiempo, casi tanto como la fe perdida en otros muchos mitos en los que creíamos antes de ver la luz, de descubrir la verdad, casi la misma fe que en su día teníamos en que los Reyes Magos nos traerían sus regalos entre el 5 y el 6 de enero. Hay precedentes que consiguen hacer que creer, o no, en la honestidad de un galardón sea casi tan difícil como ponerla en duda, aunque confiemos en la honestidad de muchos compañeros que participaron como jurado. No vamos a entrar en ese debate, pero sí en el de determinar una opinión más a este respecto, ¿es merecedor el Citroën C4 Cactus del galardón de Coche del Año en España 2015?
Hace tan solo unos días os ofrecimos una prueba de este modelo, con el cual he convivido durante una semana para llegar a algunas conclusiones interesantes. Y en mi modesta opinión el Citroën C4 Cactus era un mal o un bien necesario, un coche que tal vez te parezca demasiado atrevido para comprártelo, pero que en una industria de clones, de coches cada vez más parecidos, puede encontrar en esa actitud polarizante su mejor virtud. Te encantará o lo odiarás, probablemente no habrá término medio, y aunque a priori pueda parecer la razón de un fiasco anticipado, quizás se convierta también en la razón que lleve a muchos potenciales clientes, como mínimo, a interesarse por él en internet o en los concesionarios.
Citroën ha creado un coche minimalista y económico, pero para nada cutre, ni con imagen low-cost. Para más inri, ha intentado nutrirlo con esa imagen de crossover, con pasos de rueda holgados y muchos plásticos negros visibles, incluidos los de sus famosos Airbump que revisten las puertas y las defensas. Aunque no sea ni mucho menos un SUV, el Cactus puede satisfacer las necesidades del cliente que actualmente adquiere un SUV para un uso polivalente, para la carretera, para la ciudad, para el día a día.
Pero ante todo el Citroën C4 Cactus es práctico, como ya vimos en nuestra prueba. La sensación de espacio a bordo y de carga es realmente buena para un coche de su tamaño. Citroën ha jugado en todo momento esas bazas, la del ahorro de costes en pos no solo de un precio competitivo, sino también de más espacio a bordo y de una terapia de adelgazamiento que en última instancia se traduce en un coche ligero y en una eficiencia que como mínimo lo situarían entre los mejores de su categoría, si es que tiene alguna categoría.
Y es que precisamente la mejor virtud del Citroën C4 Cactus, a mi juicio, ha sido la de posicionarse en tierra de nadie. Alguno dirá que entraría a competir en el terreno del segmento B-SUV (de los Juke, Captur y 2008), pero a mi juicio este coche es menos SUV y más compacto, y la sensación de espacio es mejor que la ofrecida por sus rivales. Sería demasiado pequeño para que lo consideráramos un compacto al uso – de tipo C4 – y demasiado grande para considerarlo un utilitario, sin más, de tipo C3. Pero en el caso de que estuvieras encontrando un coche de alguno de los tres segmentos, es probable que el Cactus pueda entrar en tus requisitos.
En fin, he de reconocer que el Citroën C4 Cactus no entra dentro de mis gustos automovilísticos, y aún menos de mis necesidades. Pero entiendo que la industria necesite cada vez más de apuestas tan innovadoras y atípicas como esta y de valores y aptitudes que ya os mostramos en nuestra prueba de la semana pasada.
Con todo ello creo que, sin lugar a dudas, el Citroën C4 Cactus es merecedor del premio. En los premios, que organiza cada año ABC, recibió 133 puntos de los 35 periodistas que conformaban el jurado. Ganó con holgada superioridad a sus rivales, entre los cuales ocuparon el segundo, y tercer puesto, Renault Twingo y Hyundai i20 respectivamente. Seguiré desconfiando de estos premios, sobre todo después de haber leído una y otra vez aquel artículo al respecto de 2009 firmado por otro compañero de profesión, Javier Moltó, que cuando aún un servidor era un recién llegado a este sector, ya hablaba acerca de las razones por las cuales hay que desconfiar del resultado de estos galardones.
Fuente: Citroën
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