Esquivar vacas en la carretera no es la situación a la que habitualmente ha de enfrentarse un conductor, salvo que frecuente vías en zonas rurales. Pero sí es el ejemplo perfecto de los retos a los que se enfrenta el coche autónomo. En su desarrollo de un coche autónomo, Google se ha encontrado con la necesidad de definir la respuesta que el coche ha de ofrecer a situaciones límite, situaciones como la irrupción de una vaca en la carretera. Tal y como podemos ver en la patente que han registrado estos días (ver United States Patent and Trademark Office). Pensemos que, incluso para un conductor experimentado, la irrupción de un animal en la carretera es una situación extremadamente peligrosa, que por suerte no se produce habitualmente.
El caso de uso que nos muestra en sus bocetos la patente de Google, como veíamos en The Washington Post, no solo se refiere a una situación límite, en la que el riesgo para los ocupantes del coche es elevado, o incluso para un transeúnte, si sustituimos a la vaca por un peatón o una bicicleta.
Google también plantea escenarios en los que un coche autónomo puede quedar atrapado, completamente bloqueado ante su incapacidad para superar un obstáculo. Imaginaos que las vacas han decidido quedarse detenidas en el centro de la calzada y que la única solución para superarlas es invadir el carril contrario, pisar la línea continua que delimita el arcén, o incluso salir del propio arcén y aprovechar una escapatoria al margen de la carretera. Situaciones que en principio un coche autónomo debería evitar.
Es decir, para retomar la marcha, el coche autónomo tendría que tomar una decisión para la cual inicialmente no fue programado. Podría rebasar la línea continua, podría invadir el carril contrario, o incluso podría tomar la peor decisión de todas, arremeter contra el pobre animal.
La solución que plantea Google, y que así figura en sus patentes, es tan sencilla como desilusionante para los que creemos en la tecnología y la inteligencia artificial. El coche se comunicaría automáticamente con una centralita de Google en la que un sistema más avanzado o – he aquí el fruto de mi preocupación – un operador humano, autorizaría que el coche realizase una maniobra para la cual no había sido programado, por ejemplo, rebasar la línea continua y pisar el arcén para superar a los animales.
La esperanza del aprendizaje del coche autónomo pasa precisamente por lograr que con el paso del tiempo estos coches, como un conductor novel, vayan aprendiendo de la experiencia. Es decir, que cuantas más situaciones atípicas se produzcan en la carretera, más efectivo sea el coche autónomo para dar una solución rápida y óptima. De manera que con el paso de los años nuestro coche autónomo no solo sería más «inteligente» por los retos a los que se ha enfrentado a nuestro servicio, sino también adquiriendo la «inteligencia» colectiva de otros coches autónomos que quedaría registrada en la nube.
Un tema tan interesante como el de la ética del coche autónomo, la toma de decisiones tan delicadas, que no por ser remotas no van a poder darse alguna vez en la carretera, como la de atropellar a un niño que acaba de cruzar sin mirar la carretera o chocar contra un árbol.