En 2008 se propuso una idea un tanto descabellada. Copenhague invitó a seis firmas de arquitectura a diseñar un proyecto impresionante, que estaría llamado a convertirse en uno de los nuevos símbolos de la ciudad. El requisito pasaba por crear dos torres en el puerto de la ciudad, separadas por un inmenso canal por el que navegan habitualmente grandes navíos y cruceros, unidas por un puente lo suficientemente alto para permitir el tránsito de los barcos. Así nació el que, sin lugar a dudas, se convertirá en el carril bici más espectacular del mundo. La firma de Steven Holl ganó aquel concurso, que hará que en 2016 comience a construirse esta faraónica obra, que consta de dos torres y un carril bici suspendido a 65 metros de altura.
El proyecto, que ya ha recibido luz verde, pretende convertir el acceso al puerto de Copenhage en un icono de la arquitectura, y quizás un despropósito, una oda a la megalomanía carente de practicidad. Si bien es cierto que los edificios se aprovecharán para diferentes actividades, albergando auditorios y oficinas, imaginar que la idea de un carril bici suspendido a 65 metros de altura tiene sentido, aún salvando la circunferencia que recorren actualmente los ciclistas hasta llegar al otro lado del puerto, parece un tanto ingenua (The Atlantic).
Para alcanzar el puente los ciclistas tendrán que salvar primero esos 65 metros de altura, utilizando los propios ascensores de las dos torres.
La verdad es que el proyecto es espectacular, pero en Dinamarca ya han comenzado a surgir las primeras voces discordantes que consideran que es todo un despropósito.
Las dos torres y el carril bici suspendido a 65 metros de altura también nos recuerda, salvando las distancias, a una de las creaciones más increíbles de la cultura clásica, el famoso coloso de Rodas. Aquella inmensa escultura griega, destruída más de dos siglos antes de Cristo, habría sido construida según la creencia popular con una pierna apoyada en cada parte del muelle de Rodas. Aunque según otros muchos expertos esa creencia popular pierde sentido, en tanto con dos piernas separadas difícilmente podría haberse sostenido una escultura de ese tamaño.
Parece que, en más de dos milenios, la humanidad apenas haya aprendido nada de su historia. Y entre tanto seguimos esforzándonos por crear símbolos, casi megalómanos, sin demasiada utilidad más allá de atraer el turismo, o crear iconos para nuestras ciudades.
Fuente: Steven Holl
En Diariomotor: