Enzo Ferrari era un hombre cuyas citas darían para llenar un libro entero. Pronto debería hacer un artículo sobre sus citas, pero centrémonos en el final de su vida, en los años antes a su fallecimiento en 1988. El Ferrari F40 fue el último coche de calle que Il Commendatore supervisó personalmente. El objetivo de su equipo de ingenieros era muy claro: fabricar el mejor deportivo del mundo, con todo lo que ello implica. Para enfatizarlo, creyó necesaria hacer toda una declaración de intenciones un tanto escatológica.
Enzo ordenó comenzar el desarrollo del F40 en 1986. Gracias al 288 GTO Evoluzione y la experiencia acumulada en competición, en un año el producto final estaba listo. «Nuestros clientes se quejan de que nos hemos ablandado, de que producimos coches demasiado confortables. El Ferrari F40 ha sido creado para nuestros clientes más entusiastas, los que sólo demandan prestaciones puras. No es un laboratorio para el futuro como el Porsche 959. No es Star Wars». Por si estas declaraciones no fuesen incendiarias, agarraos a la silla.
«Me da igual si los paneles de su carrocería están mal ajustados y tienen grandes huecos. Quiero que su conductor pise el acelerador a fondo y cague sus pantalones». Con perdón, pero la frase es del gran Enzo Ferrari, no mía. El F40 fue un revulsivo para los de Maranello, y aunque en un principio Ferrari sólo iba a producir 300 unidades, terminaron fabricando más de 1.300 ejemplares. Hoy en día es considerado uno de los mejores superdeportivos de todos los tiempos, al nivel del McLaren F1 o el Porsche 959.
Fuente: Oppositelock
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