Las leyes de un país son las que son siempre, o habitualmente, por una buena razón. Los impuestos, nos gusten o no, han de pagarse para contribuir a que los servicios públicos de un país funcionen. Dicho lo cual, intentar introducir en un país un Ferrari LaFerrari incumpliendo las normas de importación, e intentando no pagar ni un céntimo al fisco por lo que corresponda a su importación, es cutre, especialmente si puedes permitirte un superdeportivo con un precio de siete cifras. Pensar que el intento de introducir un Ferrari, del cuál solo se han construido 500 unidades para todo el mundo, pasará desapercibido, es estúpido. E intentarlo por segunda vez ya llega a ser, incluso, incomprensible. Y el resultado puede ser doloroso, muy doloroso. Este Ferrari LaFerrari podría acabar achatarrado por la irresponsabilidad de su dueño.
Ha sucedido en Sudáfrica donde, tal y como cuentan en Jalopnik, existe una restricción para importar coches con el volante a la izquierda. Sudáfrica es uno de los países del mundo donde, como en Reino Unido, el volante de los coches está a la derecha y se conduce por el carril izquierdo.
Por si no fuera poco, el propietario de este Ferrari LaFerrari, según han declarado las autoridades del país, y publicaba el medio fin24, quería evitar el pago de aranceles, y el impuesto sobre valor añadido, necesario para introducir el coche en el país.
Tras permanecer durante casi tres años decomisado en uno de los almacenes de la autoridad aduanera de Sudáfrica, su propietario había conseguido en febrero la aprobación para recuperar este Ferrari LaFerrari, tras declarar su intención de trasladarlo a la República del Congo. Pero, lejos de cumplir con estas intenciones que conminaron a las autoridades sudafricanas a permitir la recuperación de su deportivo, insistió, y trató de introducir ilegalmente este LaFerrari en Sudáfrica de nuevo.
Lógicamente, el Ferrari LaFerrari no pasó desapercibido para las autoridades aduaneras, que requisaron de nuevo el deportivo y ahora están decidiendo qué sucederá con su propietario y con el propio coche.
De no aceptar el pago de aranceles e impuestos que le solicita la autoridad aduanera, el coche podría acabar enfrentándose a un final tan poco digno, y tan doloroso, como su achatarramiento.
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